Al abismo

Mientras el fuego de las armas nos rodeaba, mis desesperadas oraciones cambiaron. Ya no rezaba solo por mi seguridad.

Rezaba para que Cole no recibiera un disparo, para que sobreviviera a esta locura.

Intercambiaron una serie de golpes, cada uno más intenso que el anterior. El bosque a nuestro alrededor parecía desdibujarse mientras peleaban, los árboles meciéndose como si ellos también fueran parte del caos.

Los ojos de Cole ardían con una ferocidad que nunca había visto antes, una determinación salvaje que me mandaba escalofríos por la espalda. Luchaba por mí, luchando con todo lo que tenía.

Entonces, algo cambió. La mirada de mi captor parpadeó con una resolución oscura y extraña. Dio un paso más hacia atrás, su pie deslizándose peligrosamente cerca del borde del acantilado.

Y en ese instante, comprendí lo que estaba a punto de hacer.

—¡No! —Intenté gritar, pero la mordaza amortiguó mi voz.