—Siempre me había preguntado cómo se sentiría ser besada, a qué sabría —comenté en voz baja—. Pero nunca imaginé que sería tan arrollador, especialmente al compartirlo con el hombre que amo.
—La sensación era embriagadora; sus labios eran dulces, adictivos y llenos de una urgencia que hacía que mi cabeza diera vueltas —continué, perdiéndome en el recuerdo—. El beso lo consumía todo, borrando cada pensamiento coherente. Mi mente quedó en blanco. Cuando digo en blanco, quiero decir que en ese momento no existía nada más que la sensación de sus labios sobre los míos.
—Mis ojos se abrieron de sorpresa cuando sentí la lengua de Cole rozar mis labios, abriéndolos suavemente antes de deslizarse dentro, explorando las profundidades de mi boca con una hambre que debilitaba mis rodillas.
—Mi respiración se entrecortó cuando su lengua se enredó con la mía, moviéndose en un danza erótica y candente.