—Supongo que este no es el momento adecuado —dijo él con voz baja y áspera, aún recuperando el aliento—. Sus palabras rozaron en mí como una caricia, reavivando las brasas que aún no habían comenzado a desvanecerse.
No podía apartar mis ojos de él—la forma en que su pecho subía y bajaba, el leve soplo de neblina de sus labios en el aire frío y el calor inquebrantable que hervía en su mirada.
Sus ojos se encontraron con los míos, y lo vi allí: mi reflejo ruborizado, mi deseo, sin guardia y completamente expuesto.
Una sonrisa se dibujó en la esquina de sus labios. Se inclinó, su aliento caliente contra mi piel, y depositó un beso suave y provocativo en mis labios, dejándome aturdida.
—Qué lástima —murmuró, su tono impregnado de travesura—. Si me hubieras dicho que sí... no habría parado. Pero como aún no estamos en una relación, supongo que esto tendrá que bastar por ahora.
Mi corazón retumbaba, mis pensamientos un torbellino de emoción y deseo.