Pendientes, Coqueteos y Aleteos   

—Mi tiempo en Alemania se podría resumir en dos cosas: divertirme con Cole y... bueno, follar con Cole.

—Para ser perfectamente honesta, la mañana después de nuestra primera noche juntos, no podía moverme. No es una exageración: estuve postrada en la cama todo el día. Mi cuerpo inferior se sentía entumecido, y mi pobre y sobreexigida vagina ardía como si estuviera en llamas.

—Si no fuera porque Cole apareció con un botiquín de medicinas (que, sospechosamente, funcionaron de maravilla), no creo que me hubiera recuperado tan rápidamente. Cuando le pregunté por qué tenía esos ungüentos específicos y analgésicos a mano, evitó mi mirada, murmurando alguna excusa vaga.

—Por emergencias—dijo, claramente esquivando mi ceja levantada.

—Claro. Emergencias. Como si no hubiera venido preparado, esperando completamente que algo así sucediera. Lo veía a través de sus intenciones, pero como esas medicinas milagrosas hicieron su trabajo, decidí no insistir más en el asunto.