—El vestido llegó en una elegante caja plateada atada con una cinta carmesí profunda.
—Al principio, lo ignoré, pretendiendo que no existía, pero el golpe fuerte en mi puerta seguido de una única nota inconfundible—de Lyander—me recordó que no podía escapar de esta noche.
—El vestido era impresionante, una obra maestra de seda blanca brillante con delicados detalles de encaje que corrían a lo largo del dobladillo y el escote. Parecía algo sacado de un cuento de hadas, el tipo de vestido destinado a girar cabezas y dejar una impresión.
—El problema no era el vestido; era lo que representaba—una obligación que no podía rechazar.
—Suspiré mientras me deslizaba en el vestido, sabiendo muy bien que decirle que no a Lyander 'el diablo' De Dantis nunca fue una opción. No era porque él me forzara—no, ese no era su estilo. Era porque llevaba un aire de autoridad silenciosa que hacía que la desobediencia se sintiera... mal. No rechazabas a Lyander. Simplemente no lo hacías.