—¡Está mintiendo! ¡Y aunque mi hijo se haya jactado, era solo una fanfarronada para provocarlo! ¡No hay pruebas de que mi hijo haya hecho nada de eso! —exclamó frustrado.
Fue una jugada astuta. Después de todo, Zoren no estaría sujeto al Orbe de la Verdad ni a otros métodos para sacar la verdad, debido a su actual estado mental.
—Oh, yo tengo una prueba sólida —sonrió Almond.
Los jueces lo miraron.
—¿Qué prueba sólida? —la jueza más anciana parpadeó.
—Una confesión. También desconozco todo, pero Zoren confesará la verdad —los ojos de Almond brillaron al girarse hacia Zoren—. Zoren, ¿arruinaste la vida de una chica? Di la verdad frente a los jueces. Ahora eres un buen hombre, ¿verdad? Sé honesto.
Zoren tembló y se levantó, su mirada en los jueces, pero antes de que pudiera hablar, Zolen lo tomó y se puso de pie con un grito:
—¡Esto es pura mierda!