Una batería

Cuando la puerta de la habitación se cerró, Elizabeth se sintió aliviada; estaba a salvo por el momento. Al principio, se mostraba reacia a ver cómo los demás eran devorados; después de todo, había coexistido con algunos de ellos durante años. Sin embargo, no sentía culpa; esto era una cuestión de supervivencia. Ya sabía cómo terminarían los de afuera; para justificarse y encontrar motivación, se convenció de que alguien tenía que presenciar su final, como una especie de testimonio de que existieron; desde su punto de vista era lo único que podía hacer. Se acercó a la puerta. Las habitaciones de los pacientes más ancianos y más frágiles tenían esta pequeña ventana de cristal a través de la cual los trabajadores de la residencia podían echar un vistazo a los pacientes dormidos sin tener que abrir la puerta y perturbar su sueño. Algunos de ellos tenían un sueño muy ligero, y para empeorar las cosas, no les resultaba fácil quedarse dormidos. Elizabeth no podía ver mucho, pero era suficiente. Vio a Willy correr hacia Martin y los demás; los Glotones pasaron por la habitación; luego escuchó los gritos de los que estaban siendo devorados por los monstruos; y luego hubo silencio.

Se sorprendió cuando vio a Willy venir caminando directamente hacia la puerta.

—Elizabeth, sal, se han ido —anunció Willy. —Los Glotones se han ido; podemos irnos; los demás salieron corriendo del edificio, y los Glotones los siguieron; podemos irnos, la puerta está abierta; ven, vamos, sal antes de que regresen —reiteró Willy mientras vigilaba la puerta principal del edificio.

Elizabeth quería creerle; estuvo feliz por un segundo; tal vez la pesadilla había terminado; tal vez finalmente era libre. Sin embargo, algo en su mente le gritaba que tuviera cuidado.

¿Por qué es Willy quien viene a decírmelo? Acabo de traicionarlo y lanzarlo a los Glotones. El Willy que conozco no es tan noble y amable. Algo está mal.

Estos pensamientos la hicieron dudar.

—Mientes —fue la respuesta de Elizabeth.

A través del cristal, Willy miró su rostro y se dio cuenta de que su cebo no fue efectivo; ella no iba a salir por su cuenta. Elizabeth vio cómo los ojos de Willy se volvían completamente negros; esa habitual expresión de llanto había desaparecido, y en su lugar tenía una sonrisa malvada que mostraba sus dientes.

—Pequeña perra, ¿sabes cuánta energía me hiciste perder con tu pequeña traición?

—¿Tú? ¿Cómo? —Elizabeth estaba sorprendida y confundida.

—¡Abre la puerta, perra estúpida!— gritó Willy.

Elizabeth no sabía qué estaba pasando ni qué le estaba sucediendo a Willy; no fue devorado por los Glotones, ni se convirtió en uno de ellos.

Willy se arrodilló y, con su dedo índice, hizo lo que solía hacer para succionar energía de los vivos, pero en este caso estaba vertiendo algo de energía en la puerta. Elizabeth hizo su movimiento en el último momento; mientras Willy trataba de mover la manija de la puerta, la energía de Elizabeth hacía interferencia y el intento de Willy fracasó.

—¡Joder, hija de puta, abre la maldita puerta! —Willy estaba perdiendo la paciencia. —A la mierda, tú lo pediste.

Como si un ariete hubiera golpeado la puerta, esta se abrió de golpe, lanzando a Elizabeth por los aires. Se estrelló contra la pared. Como fantasma, no estaba herida, pero una sensación incómoda recorrió su cuerpo espectral. Levantó la cabeza y miró a Willy. Sus ojos eran negros como alquitrán; seis largas lenguas salieron de su boca y se movían como serpientes alrededor de su cabeza. Por un momento, las imágenes del día de su muerte pasaron por su mente; dándole una sensación de miedo que no había sentido en décadas.

Willy caminó lentamente hacia ella; la mente de Elizabeth estaba en blanco; estaba en problemas, y lo sabía. Cualquier cosa que Willy tuviese en mente, no sería bueno para ella.

¿Qué estoy haciendo? Se preguntó.

Había estado muerta durante años; su vida fue truncada por un maníaco; luego quedó atrapada aquí, en este edificio infernal; ni siquiera en la muerte encontró paz. La ira superó al miedo; Elizabeth apuntó con el dedo índice a Willy, y antes de que pudiera reaccionar, la energía liberada lo golpeó y lo empujó hacia atrás, lanzándolo fuera de la habitación. Willy se estrelló contra el muro, pero simplemente se levantó y reanudó su caminata. Elizabeth intentó de nuevo empujarlo hacia atrás, pero esta vez no tenía suficiente energía.

Estaba acorralada contra la pared. Willy estaba en su camino hacia la puerta y caminaba lentamente hacia ella. Podía haber corrido y atraparla, pero no había prisa; además, el miedo de la chica entretenía su naturaleza sádica.

Segundos después, Willy estaba frente a Elizabeth, mirando su rostro. Ella intentó darle un puñetazo y una bofetada, pero ya no tenía más energía, y su cuerpo fantasma era inútil. Las lenguas de Willy se enroscaron alrededor de su cuello, y Elizabeth sintió como si algo fuese drenado de ella. Luego, una sensación dolorosa invadió su cuerpo; se sentía como si hubiera sido sumergida en agua hirviendo, y toda su piel estubiese en llamas. Quería gritar; quería patear y luchar, pero su cuerpo no se movía. Todo lo que podía hacer era soportar el dolor en silencio.

—Espero que lo estés disfrutando; yo tuve que lidiar con algo similar durante años.

No era totalmente cierto; cada vez que Willy tenía a los Glotones dentro de su cuerpo, él tomaba el control de ellos, y el dolor que sentía era solo una fracción de lo que los Glotones mismos estaban sintiendo. Lo que estaba pasando por la mente de Elizabeth en este momento era mucho más de lo que Willy jamás había sentido.

Willy salió de la habitación. El cuerpo inmovilizado de Elizabeth estaba suspendido en el aire por sus largas lenguas y flotaba por el pasillo. Willy caminó directamente hacia la sala de máquinas, donde solía estar el generador. Se agachó y su mano atravesó el suelo. Un fuerte ruido como de engranes se escuchó en todo el edificio. El ruido era tan intenso que tal vez lo hubieran escuchado los vivos si hubiera alguno cerca. Las lenguas de Willy bajaron el cuerpo de Elizabeth a través del suelo hasta que solo su cabeza quedó afuera.

—Vas a ser una batería estupenda.

Willy tomó la cabeza de la chica entre sus manos; sus lenguas se retiraron, alzó la cabeza y miró hacia el techo.

Una sustancia negra y viscosa se formó alrededor de la piel de Willy y como una baba viva empezó a moverse y entrar en los orificios naturales de la cara de la chica. Como si la despertaran de repente; el cuerpo de Elizabeth se volvió rígido, sus ojos se abrieron de par en par y un grito escapó de su boca. Mientras tanto, Willy tenía una expresión de alivio y satisfacción. El peso de cientos de almas torturadas: miedo, hambre, dolor, desesperación y el ciclo interminable de canibalismo de los Glotones, que había estado funcionando durante casi cincuenta años; fueron liberados de Willy y arrojados al interior del alma de Elizabeth. Sin embargo, la pobre chica no tenía control sobre los Glotones; no tenía la energía necesaria para mantenerlos a raya. Empezaron a devastar su alma; la cara de Elizabeth se estaba deformando a una velocidad visible y convirtiéndose en una Glotona. Una vez que todos los Glotones salieron de su cuerpo, y antes de que la chica se convirtiera en uno, Willy soltó la cabeza de Elizabeth; la cual cayó en un espacio completamente oscuro. El sonido de algún mecanismo de engranaje metálico resonó en la sala de máquinas; luego una pequeña vibración sacudió todo el edificio.

El retumbar se intensificó a lo largo de las paredes, y se podía escuchar el sonido de los engranajes girando. Mientras tanto, en la oscuridad, Elizabeth gritaba. Los Glotones estaban sufriendo como nunca antes; para ellos, era como si hubiera cien soles bañándolos con su luz. Para aliviar el sufrimiento, comenzaron a comerse a sí mismos dentro del cuerpo de Elizabeth.

Elizabeth estaba a medio camino de convertirse en una Glotona. Su alma intentaba defenderse de lo que le estaba haciendo daño y, al mismo tiempo, intentaba transformarse en algo más. Se deformaba, y se reformaba de nuevo en un ciclo rápido y doloroso. Los Glotones dentro de ella luchaban por una posición más alejada de su piel mientras se comían entre ellos. Junto a ella, los monstruos se convirtieron en una masa deformada de dolor, sufrimiento, desesperación, hambre y locura.

Después de unos minutos, el retumbar en el edificio se detuvo. Willy sonrió y luego comenzó a bailar y reír.

—Para ra, parapa, parara raran,— repetía mientras bailaba por el pasillo.

Una vez en la entrada del edificio, miró hacia atrás.

—No está mal.

Su creación aberrante y antinatural funcionaba con la precisión de un reloj suizo.

Willy salió del edificio, atravesando la puerta como si no existiera. Una vez afuera, se tomó un minuto para mirar el cielo y el mundo que lo rodeaba. Era la primera vez que estaba afuera en cincuenta años desde que murió. Una luna nueva y un mar de estrellas adornaban el cielo. Las luces de las farolas de la calle iluminaban el camino. Sin mirar atrás, comenzó su caminata. Todavía estaba muerto, pero era libre, un fantasma sin ataduras; podía ir a donde quisiera. Pero ya sabía a dónde tenía que ir. Su siguiente destino, su mejor obra, su Magnus Opus. El Hospital General de Atocha. Ese edificio fue la cúspide de su carrera como arquitecto. Todo este infierno por el que pasó en este patético asilo fue con el único propósito de liberar su alma. Ahora, con su nueva libertad, podría intentar tener otra oportunidad, una nueva vida.