Rebelión contra el Cielo - Part 19

Capítulo 19: Masacre

Desde un rincón, Aiko cruzó los brazos y suspiró.

—Bueno, al menos ahora tienes algo que hacer con tu vida —murmuró.

Ryuusei permaneció inmóvil, observando sus manos manchadas de sangre.

No sintió satisfacción. No sintió culpa.

Solo vacío.

Haru cayó de rodillas, con la mirada perdida.

—¿Por qué…?

Ryuusei lo miró por un instante.

No tenía una respuesta.

Se giró y se alejó, dejando a Kenta y Haru con una sola pregunta retumbando en sus mentes.

¿Había manera de detenerlo?

O acaso… Ryuusei ya estaba más allá de la salvación.

El aire se tornó pesado. La tensión era densa, casi tangible. Kenta y Haru sabían que no había escapatoria. Ryuusei no era el mismo que conocían. Su postura, su presencia... todo en él gritaba peligro mortal.

Sin previo aviso, desapareció en un parpadeo. Sus dagas de teletransportación brillaron con un resplandor etéreo. Kenta apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir un corte en la mejilla. No era profundo, pero fue suficiente para entender el peligro real en el que estaban.

—¡Maldición! —gruñó Kenta, desenfundando sus Guadañas Gemelas del Eclipse.

Haru retrocedió, tensando su arco del Vacío Carmesí. Sus ojos buscaban cualquier movimiento, cualquier indicio de dónde aparecería Ryuusei.

Entonces, la tormenta comenzó.

Ryuusei emergió detrás de Kenta y lanzó una embestida con sus dagas, buscando perforar su costado. Kenta giró con precisión letal, interceptando el ataque con una de sus guadañas. Las chispas volaron cuando las armas chocaron, pero Ryuusei no se detuvo. Desapareció de nuevo, reapareciendo en el aire sobre Haru.

—¡No tan rápido! —gritó Haru, disparando una flecha envuelta en energía carmesí vibrante.

La flecha silbó en el aire y Ryuusei apenas tuvo tiempo de bloquearla con sus dagas. El impacto lo hizo retroceder, aterrizando con una voltereta ágil. Sonrió bajo la máscara.

—No están tan indefensos como pensé —murmuró con burla.

Kenta rugió de furia y se lanzó contra él. Sus guadañas cortaban el aire con velocidad feroz, generando ráfagas de viento. Ryuusei esquivaba con movimientos elegantes, deslizando sus dagas contra las hojas de su enemigo, desviando los ataques con una precisión escalofriante.

Pero Kenta no era el único problema.

Haru ya había cargado otra flecha. Esta vez, no fallaría.

—¡Impacto del Vacío! —bramó, disparando una flecha con fuerza devastadora.

Ryuusei se teletransportó en el último segundo, reapareciendo a un lado justo cuando la flecha impactaba el suelo, dejando un cráter humeante.

Entonces, un rugido estremeció el lugar.

De entre las sombras emergió Aiko, su espada del Heraldo Negro envuelta en un aura oscura. Sus ojos brillaban con una intensidad feroz.

Se encontraba en su forma Berserk.

—¿Les molesta si me uno a la fiesta? —preguntó con una sonrisa salvaje.

Kenta y Haru apenas tuvieron tiempo de reaccionar antes de que Aiko se lanzara sobre ellos con velocidad aterradora. Su espada descendió con un poder monstruoso, y solo el instinto de Kenta logró salvarlo. Se deslizó hacia un lado, pero la hoja alcanzó su hombro. La sangre brotó de inmediato.

—¡Kenta! —gritó Haru, girándose para ayudarlo.

Fue su error.

Ryuusei apareció a su espalda, sus dagas buscando su cuello. Haru apenas logró agacharse a tiempo, sintiendo el filo rozarle el cabello. Rodó por el suelo, apuntando otra flecha, pero Aiko lo interceptó con un corte descendente. Haru apenas logró desviar el golpe con su arco.

El campo de batalla era un caos de velocidad y muerte.

Las guadañas de Kenta giraban en círculos, tratando de abrir espacio entre él y Aiko. Haru disparaba flechas sin descanso, buscando mantener distancia. Pero Ryuusei y Aiko eran implacables. Eran depredadores jugando con su presa, como si cada movimiento ya estuviera planeado con antelación.

Entonces, una explosión de luz.

Daichi irrumpió en la escena, su Lanza del Juicio en mano. Su energía irradiaba una intensidad brillante, iluminando la oscura calle.

Pero había algo más.

Su cuerpo, cubierto de heridas mortales hace apenas unos minutos, estaba completamente regenerado. Su piel volvía a estar intacta, y sus ojos brillaban con un fulgor dorado.

Kenta se quedó sin aliento.

—No puede ser… ¿Cómo sigues vivo?

Daichi sonrió con una calma feroz, sosteniendo su lanza con firmeza.

—No voy a caer tan fácil.

El aire vibró con energía. El suelo se agrietó bajo sus pies mientras la luz dorada lo envolvía. Ryuusei entrecerró los ojos, su sonrisa desapareciendo por primera vez.

—Interesante…

Aiko, aún en su forma Berserk, soltó una carcajada ronca.

—Esto se está poniendo bueno.

Daichi no esperó más. En un parpadeo, desapareció y reapareció frente a Ryuusei, su lanza descendiendo como un relámpago. Ryuusei apenas tuvo tiempo de cruzar sus dagas para bloquear, pero el impacto lo hizo retroceder varios metros, dejando surcos en el suelo.

—Tienes más fuerza de la que recordaba —murmuró Ryuusei, girando su muñeca para aliviar el impacto.

Daichi no respondió. Solo atacó de nuevo.

Esta vez, no estaba peleando para ganar tiempo.

Estaba peleando para terminarlo.

Kenta y Haru aprovecharon la distracción y se lanzaron sobre Aiko. Sus ataques combinados eran rápidos, certeros, pero Aiko no era fácil de derrotar. Con un rugido, desató un torbellino de oscuridad con su espada, obligándolos a retroceder.

Pero Haru ya tenía una flecha cargada.

—¡Impacto del Vacío!

La flecha surcó el aire, golpeando de lleno el pecho de Aiko.

Pero ella no cayó.

La oscuridad en su cuerpo pareció absorber parte del daño. Sonrió, aunque un hilo de sangre le corría por la comisura de los labios.

—Lindo intento.

Aiko cargó contra ellos de nuevo.

Mientras tanto, Ryuusei y Daichi seguían intercambiando golpes. Cada choque de sus armas hacía vibrar el aire, cada destello de luz y sombra pintaba un espectáculo mortal.

Pero Ryuusei no mostraba signos de agotamiento.

Y Daichi lo notó.

—¿Cuánto más vas a seguir así? —gruñó Daichi, su aliento pesado.

Ryuusei giró una de sus dagas y se encogió de hombros.

—Hasta que uno de nosotros ya no pueda levantarse.

Daichi apretó los dientes.

Si quería acabar con esto, tenía que hacerlo ahora.

Sin dudarlo, elevó su lanza y la envolvió en su máximo poder. El suelo tembló. La energía dorada crepitó a su alrededor.

—¡Lanza del Juicio Final!

La lanza explotó en un destello cegador y descendió con furia absoluta.

Ryuusei sonrió.

Y luego desapareció.

Daichi apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir el frío acero de una daga en su costado.

Ryuusei había aparecido a su espalda.

—Demasiado lento —susurró.

Daichi escupió sangre.

Su regeneración era rápida, pero… ¿era suficiente contra alguien que no dejaba de atacar?

Kenta y Haru vieron con horror cómo Daichi caía de rodillas.

Y Ryuusei, aún sin una sola herida, se giró para mirarlos.

—¿Quién sigue?

El verdadero infierno apenas comenzaba.