Rebelión contra el Cielo - Part 20

Capítulo 20: Masacre II

El verdadero infierno apenas comenzaba.

La tensión en el aire se volvió insoportable. La tenue luz de la Lanza del Juicio iluminaba los rostros ensangrentados de sus amigos. Kenta jadeaba por el dolor de su herida, Haru apenas podía sostener su arco, y Ryuusei… simplemente sonreía bajo su máscara.

—Si van a pelear en serio… —murmuró Ryuusei, levantando sus dagas—. Entonces, yo también lo haré.

Sin previo aviso, una aura oscura y caótica envolvió su cuerpo. Sus ojos, ocultos tras la máscara, se tornaron en pozos sin fondo. El aire vibró con energía maldita, el suelo se resquebrajó y las farolas parpadearon antes de apagarse.

—¡Se está preparando para algo grande! —gritó Kenta, poniéndose en guardia.

Pero ya era tarde.

Ryuusei desató todo su poder de una sola vez.

(Toque de la Entropía) — Su propia existencia se convirtió en un punto de colapso. Las piedras bajo sus pies crujieron y se resquebrajaron en un parpadeo, reducidas a polvo sin forma. El suelo, antes sólido, ahora se hundía bajo su presencia. La energía de la vida misma se descomponía al entrar en contacto con él.

Haru sintió un escalofrío recorrerle la espalda.—Eso no es normal…

(Visión del Abismo) — Los ojos de Ryuusei, ocultos tras su máscara, destellaron con un resplandor antinatural. No necesitaba ver físicamente a sus enemigos. Ahora podía percibir el flujo de su energía vital, anticipando cada movimiento antes de que siquiera lo pensaran.

Daichi intentó moverse, cambiar de táctica… pero sus ataques eran inútiles. Cada tajo de su lanza golpeaba el aire vacío. Ryuusei ya no era un simple guerrero, era un espectro en la batalla.

Sin previo aviso, alzó sus dagas. Un fuego oscuro y devorador emergió de ellas, ardiendo con una intensidad que no irradiaba calor, sino una sensación de absoluto peligro.

(Llamas del Ocaso) — Con un solo movimiento, lanzó un arco de llamas negras que se desplazó como una guadaña cortando el viento. Kenta reaccionó instintivamente, alzando sus propias guadañas para bloquear el ataque.

Pero la potencia de las llamas era abrumadora. El impacto lo lanzó por los aires, haciéndolo estrellarse contra una pared con un estruendo seco. El aire escapó de sus pulmones en un quejido ahogado.

—¡Kenta! —gritó Haru, pero no había tiempo para preocuparse.

Ryuusei no se detuvo.

(Distorsión del Destino) — El tiempo alrededor de su cuerpo comenzó a distorsionarse. Cada uno de sus movimientos dejaba un eco tras de sí, imágenes residuales que confundían la vista. Para Daichi, era como ver múltiples versiones de Ryuusei atacando al mismo tiempo desde diferentes ángulos.

Intentó lanzar un contraataque con su lanza, apuntando directo al torso del enemigo… pero solo atravesó sombras.

—No puede ser… —murmuró Daichi, apretando los dientes.

Pero Ryuusei tampoco estaba ileso. La sobrecarga de poder comenzaba a pasarle factura. Las heridas que le infligían se cerraban al instante, pero su cuerpo sufría.

(Regeneración Dolorosa) — Un don absoluto, pero con un precio impensable. La carne se regeneraba, sí, pero el dolor permanecía, acumulándose con cada segundo. Ryuusei tembló levemente, pero ni siquiera eso detuvo su avance.

De repente, una calma antinatural se extendió por el campo de batalla. El sonido del viento desapareció. La presión del combate se disipó en un instante.

Pero Daichi lo supo de inmediato. No era un respiro. Era la antesala de algo peor.

(Poderes de Paz) — Un estallido de energía devastadora irrumpió en el aire, una explosión invisible que los alcanzó sin advertencia. Kenta, Haru y Daichi fueron arrojados hacia atrás, sintiendo un vacío en su interior, como si algo les arrancara la voluntad de luchar.

—¡N-no puedo moverme! —jadeó Haru, intentando recuperar el aliento.

Ningún ataque parecía surtir efecto.

Las flechas de Haru se deshacían antes de llegar a su objetivo. Los golpes de Daichi apenas dejaban un rasguño en la piel de Ryuusei, y cuando lograban tocarlo, era como si la energía misma se negara a dañarlo.

(Aura de Resistencia) — Su defensa era impenetrable.

Pero lo peor vino después.

Cada vez que Ryuusei recibía un golpe, su energía no se disipaba… sino que se propagaba.

(Eco de la Vida) — Daichi sintió un dolor agudo recorrer su costado… pero no lo habían golpeado. Era el mismo dolor que Ryuusei había sufrido.

Las heridas que él soportaba, ahora también las sentían sus enemigos. Cada corte, cada quemadura, cada fractura… todo se reflejaba en sus cuerpos.

Kenta se sujetó el pecho, sintiendo un ardor que no debería estar ahí.—¿Qué… es esto…?

Pero entonces, algo cambió.

Ryuusei jadeó. Sus piernas temblaron. Su piel ennegrecida comenzó a mostrar grietas, como si la misma entropía estuviera volviéndose contra él.

Los efectos de sus propias habilidades empezaban a destruirlo desde dentro.

—¡Está perdiendo el control! —gritó Daichi.

Ryuusei intentó moverse, pero sus propios músculos se resistían. Sus dagas temblaron en sus manos. La distorsión de la realidad se volvía inestable, amenazando con colapsar.

Y fue entonces cuando sus enemigos vieron la oportunidad.

—¡AHORA! —rugió Kenta, usando sus últimas fuerzas para lanzarse hacia adelante.

Haru, aún con el cuerpo adolorido, alzó su arco. Su flecha voló directo al corazón de Ryuusei.

Y Daichi, con la Lanza del Juicio envuelta en luz, se preparó para el golpe final.

Pero Ryuusei, con los labios cubiertos de sangre, solo sonrió.

—Vengan… a por mí…

Y la batalla alcanzó su clímax.