Capítulo 9: Un Acuerdo con la Muerte
La risa de La Muerte se fue apagando poco a poco, aunque su sonrisa maliciosa permaneció. Sus ojos vacíos lo observaban con la misma diversión cruel de siempre, como si estuviera esperando que Ryuusei explotara en cualquier momento.
Pero él no le daría ese placer.
Ryuusei se cruzó de brazos, su mandíbula aún tensa.
—Deja de jugar y dime algo útil —espetó—. No vine a que me repitas lo que ya sé.
La Muerte suspiró con fingida decepción.
—Está bien, está bien —dijo, agitando una mano como si disipara el aire—. Pero dime, Ryuusei… si estás aquí, significa que necesitas algo de mí. Y eso me intriga.
La sala se volvió más oscura. Las sombras en las paredes se movieron como si tuvieran vida propia. Ryuusei lo sintió, como si la propia Muerte estuviera envolviendo el espacio con su esencia.
—¿Qué quieres? —preguntó ella con suavidad, inclinándose un poco hacia él—. ¿Poder? ¿Venganza? ¿O acaso quieres que me lleve a alguien en especial?
Ryuusei no respondió de inmediato. Sus ojos dorados brillaron con intensidad.
—Quiero respuestas.
La Muerte arqueó una ceja.
—Interesante. ¿Sobre qué?
—Aurion. Arcángel. Lo que pasó en esa pelea… No debería haber perdido así.
La Muerte apoyó un dedo en su barbilla, fingiendo pensar.
—Ah, cierto… —susurró, alargando las palabras—. Aurion te humilló como si fueras un simple juguete. Arcángel casi te parte en dos. Y el mundo entero vio cómo caías como un saco de carne destrozado. ¿Eso quieres entender?
—Dime lo que sabes —gruñó Ryuusei, con voz firme.
La Muerte lo observó en silencio por un largo momento. Luego, su sonrisa se desvaneció.
—Aurion no es un simple héroe, Ryuusei —dijo con voz baja, casi en un susurro—. Es algo más. Algo… que no pertenece del todo a este mundo.
Ryuusei frunció el ceño.
—Explícate.
Muerte chasqueó los dedos, y en la oscuridad aparecieron imágenes flotantes, como si fueran fragmentos de recuerdos. Aurion estaba en ellas, rodeado de luz, con una presencia casi divina.
—Ese poder que viste… —continuó La Muerte— no es solo suyo. Alguien lo respalda. Alguien mucho más grande que tú o que yo.
Las imágenes se distorsionaron, mostrándole símbolos antiguos, escrituras en lenguas muertas y figuras envueltas en una luz cegadora.
—No peleaste solo contra un héroe —dijo La Muerte, clavando su mirada en él—. Peleaste contra un arma de los dioses.
Ryuusei sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no lo dejó notar.
—¿Y Arcángel?
La Muerte sonrió de nuevo.
—Un simple peón… pero un peón bien colocado. Su lealtad hacia Aurion lo hace más peligroso de lo que parece.
Ryuusei cerró los ojos un momento, procesando la información. Entonces, los abrió con determinación.
—Dime cómo derrotarlos.
La Muerte lo miró con curiosidad. Luego, se inclinó un poco hacia él y susurró:
—Eso dependerá de lo que estés dispuesto a sacrificar.
El aire en la habitación se volvió pesado. Ryuusei no apartó la mirada.
—Dímelo.
La Muerte sonrió, y por primera vez en toda la conversación, su expresión no parecía burlona, sino casi… satisfecha.
Pero primero te tengo que contar acerca de la llegada de Aurion
"Aurion no nació como los demás. No fue moldeado por el caos de la guerra, sino por el miedo de los hombres. Un símbolo, una esperanza… pero también una advertencia. Lo hicieron para proteger, pero olvidaron una verdad simple: hasta los dioses pueden caer."
Aurion: El Hijo de la Luz
Japón siempre había sido una tierra bendecida por los dioses. Desde tiempos inmemoriales, las leyendas hablaban de seres divinos que moldearon la nación, de espíritus que protegían a los humanos y de héroes que surgían en tiempos de crisis. Pero en la era moderna, esas historias eran solo mitos… hasta que él apareció.
Todo comenzó hace treinta años, cuando una anomalía luminosa cruzó los cielos de Japón. Los radares militares detectaron una esfera de energía moviéndose a una velocidad imposible, dejando tras de sí una estela de radiación inofensiva, pero inexplicable. Los científicos de la Agencia Espacial Japonesa (JAXA) y del Departamento de Defensa entraron en alerta.
El fenómeno terminó en el Monte Aso, uno de los volcanes más antiguos de Japón. En su cráter, en lugar de lava y cenizas, se encontraba un niño. Su piel brillaba levemente bajo la luz de la luna, y sus ojos dorados reflejaban algo más que humanidad.
El gobierno actuó de inmediato. El niño fue llevado a una instalación secreta, donde se realizaron pruebas para determinar su origen. No había registros de su ADN en ninguna base de datos mundial. Su fisiología, aunque en apariencia humana, poseía células con una capacidad regenerativa fuera de cualquier escala conocida. Su fuerza, incluso de bebé, era suficiente para deformar el acero con un simple apretón.
Lo llamaron Proyecto Aurion.
Durante su crecimiento, se le enseñó que era el símbolo del futuro, el guardián de Japón. Fue criado en un ambiente de disciplina extrema, rodeado de los mejores científicos, estrategas y filósofos. No solo aprendió a controlar sus poderes, sino que también fue adoctrinado en los ideales del heroísmo.
Pero Aurion no era solo un arma. Con el tiempo, desarrolló un sentido de justicia propio. Al alcanzar la adolescencia, decidió salir al mundo y convertirse en el protector que la humanidad necesitaba.
Cuando cumplió 20 años, el gobierno lo presentó al público como el primer héroe real del mundo. Su llegada fue celebrada con desfiles, su imagen apareció en todos los medios, y el pueblo japonés encontró en él un símbolo de esperanza. Su poder era absoluto: podía volar más rápido que el sonido, detener un tren con una mano y enfrentarse solo a ejércitos enteros.
Pero con el tiempo, el peso de su papel se hizo más difícil de llevar. Los enemigos de Japón lo llamaban un "dios falso", las naciones extranjeras lo veían como una amenaza, y dentro del propio gobierno, algunos comenzaron a temer que un hombre con tanto poder no debía responder solo a su conciencia.
A pesar de ello, Aurion permaneció firme. Su misión era proteger, sin importar el costo.
Sin embargo, cuando aparecieron seres como Ryuusei y Aiko, todo cambió. Ya no se trataba solo de salvar a la gente, sino de enfrentar a aquellos que podían desafiarlo.
Y así, en el presente, mientras las llamas consumen la ciudad y las noticias lo muestran como el líder de la resistencia contra el caos, Aurion se mantiene en pie, observando el mundo que juró proteger.
El símbolo de la luz……o el emperador de un nuevo orden.
La Muerte suspiró con nostalgia, como si estuviera a punto de relatar una historia que había visto repetirse innumerables veces.
—Aurion no siempre fue el dios que ves hoy. Hubo un tiempo en que incluso yo pensaba que sería diferente.
Ryuusei no dijo nada. Solo esperó.
—Él fue moldeado por el gobierno Japones. Un experimento del gobierno, una respuesta a una guerra que aún no había comenzado. Imagínalo… una figura perfecta, un símbolo para la humanidad. Lo moldearon con un propósito: ser el protector supremo, el ángel guardián que vigilaría a los suyos desde los cielos.
La Muerte sonrió con frialdad.
—Pero hay un problema con los dioses moldeados por los hombres. No tienen límites. No tienen miedo. Y sin miedo… no hay compasión.
Ryuusei frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Que Aurion no se corrompió por accidente. No fue la codicia, no fue la ira. Fue algo peor… fue la certeza de que solo él tenía la razón.
La habitación pareció oscurecerse. La Muerte continuó, con voz tranquila pero afilada como una cuchilla:
—Al principio, cumplió su propósito. Derrotó a enemigos, salvó ciudades, y el mundo lo adoró. Pero con el tiempo, dejó de ver personas y comenzó a ver números. Sacrificios necesarios. Colaterales aceptables. Cuando el gobierno le dio órdenes con las que no estaba de acuerdo, no se rebeló… los superó. Se convirtió en juez, jurado y verdugo.
La Muerte se cruzó de brazos.
—Y cuando comprendió que la humanidad era incapaz de salvarse a sí misma, decidió hacer lo que cualquier dios haría… gobernarla.
Ryuusei permaneció en silencio.
—Aurion no es un héroe, Ryuusei. Es un rey sin corona. Un dios sin fe. Y lo que más odia, lo que más teme, es la idea de que alguien como tú pueda desafiarlo.
La Muerte exhaló con una sonrisa amarga.
— ¿Sabes qué pedía a cambio de su "protección"? No oro, no reconocimiento, no riquezas… sino algo mucho más retorcido.
Se inclinó hacia Ryuusei, como si le confiara un secreto prohibido.
—Cada vez que salvaba una ciudad, una familia, una nación, exigía su recompensa. No dinero, sino compañía. Una pareja, alguien a su gusto, alguien que "entregara su gratitud" por la noche.
Los ojos de Ryuusei se entrecerraron con asco.
—¿Me estás diciendo que…?
—Exacto Aurion violaba a chicas inocentes solo por placer y les encantaba verlas sufrir —asintió Muerte con una sonrisa cruel—. El gran héroe, el dios de la justicia, no solo disfrutaba ser adorado… se alimentaba de ello. La adoración no era suficiente. Necesitaba posesión. Control. Y lo peor… le gustaba ver la desesperación en los ojos de aquellos que no podían negarse.
Muerte dejó escapar una carcajada oscura.
—¡Oh, Ryuusei! Te lo digo… la gente lo sabía. Gobiernos, líderes, familias enteras… pero, ¿ quién se atrevería a desafiar a un dios? "Es el precio de la paz", decían. "Un sacrificio necesario".
Ryuusei apretó los puños.
Y dijo — Dime como empezó todo esto, como un héroe puede caer tan bajo.
La Muerte le respondió.
Todo empezó cuando Aurion tenía tu edad, 17 años. Durante sus momentos libres, solía ver películas románticas. Sin embargo, cada vez que aparecían escenas más intensas, aquellas que rozaban lo prohibido, los científicos del laboratorio cambiaban rápidamente la película por dibujos animados, como si quisieran mantenerlo en una burbuja de pureza.
Al principio, solo se molestaba, fruncía el ceño y cruzaba los brazos con fastidio. Pero con el tiempo, la ira fue creciendo dentro de él como una tormenta. ¿Por qué le ocultaban esas escenas? ¿Por qué decidían qué podía ver y qué no? Cada censura era una afrenta a su autonomía, un recordatorio de que era solo un experimento más en manos de otros.
Y entonces, su furia se desbordó. Cuando la frustración lo consumía, sus rayos de luz brotaban de manera descontrolada, reduciendo a cenizas cualquier cosa a su alrededor. Las paredes del laboratorio quedaban marcadas con grietas y quemaduras, y en más de una ocasión, un guardia terminó desmembrado, su cuerpo reducido a un borrón de carne carbonizada.
Pero la verdadera transformación ocurrió una noche en la que logró escapar del laboratorio. Se coló en un viejo cine abandonado y, con las manos temblorosas, reprodujo todas aquellas películas que le habían prohibido ver. Sus ojos brillaban con un fulgor dorado mientras devoraba cada imagen, cada susurro, cada contacto prohibido en la pantalla. Y fue en ese momento cuando su percepción del amor se distorsionó por completo.
Para él, el amor no era más que el deseo carnal, el roce de la piel, el jadeo contenido entre labios entreabiertos. No entendía de sentimientos, de ternura ni de conexión. Solo veía cuerpos entrelazados, pasión desbordada y posesión absoluta.
—Así fue como Aurion cayó —susurró Muerte con una sonrisa sombría—. Creció sin conocer el amor real, y cuando lo encontró, fue una versión rota y corrupta.
Ryuusei sintió un escalofrío recorrer su espalda. Ahora entendía que Aurion no solo era un monstruo creado por el laboratorio… sino también por su propia obsesión.
Hubo un día en el que Aurion escapó nuevamente. Esta vez, no lo hizo por simple curiosidad, sino con un propósito claro. En una de las películas que había visto en secreto, un chico con confianza arrolladora compraba los servicios de una chica, y en su mente distorsionada, aquello parecía la representación máxima del amor.
Si eso era el amor, él también debía experimentarlo.
Esa noche, las calles brillaban con luces de neón y el aire estaba impregnado de una mezcla de perfume barato y promesas vacías. Aurion no tardó en llamar la atención. Su cabello resplandecía con un halo dorado bajo las farolas, su porte era imponente, y sus ojos, llenos de un fulgor casi hipnótico, hacían que cualquier chica lo viera como el protagonista de un cuento de hadas prohibido.
—¿Quieres pasarla bien? —susurró una de ellas con una sonrisa provocadora.
Aurion no respondió. Solo asintió y la tomó de la mano, tal como había visto en la película. La chica se emocionó. Era raro encontrar clientes con su atractivo, y aún más con ese aire de misterio que parecía envolverlo.
Cuando llegaron a la habitación, Aurion replicó cada movimiento que recordaba de la escena: la caricia en el rostro, el beso robado, el susurro al oído… pero cuando llegó el momento del acto, algo dentro de él se rompió.
No sentía nada.
No sentía la calidez, ni la conexión, ni el éxtasis que la película le prometía. Solo un vacío abismal. Sus manos temblaron al recorrer la piel de la chica, y en su mente solo había una pregunta:
"¿Por qué no se siente como en la película?"
La frustración lo consumió. Su confusión se convirtió en rabia. No entendía por qué el amor se sentía tan… incompleto. No entendía por qué la realidad no coincidía con la fantasía.
—¿Pasa algo? —preguntó la chica, extrañada por su expresión de ira contenida.
Aurion no respondió. Su luz titiló con violencia y, en un instante, la habitación se iluminó con un destello cegador. Un grito ahogado, una explosión de calor… y luego, solo silencio.
Cuando la luz se disipó, Aurion se quedó de pie en medio de un escenario devastado. La cama había sido reducida a cenizas, las paredes estaban cubiertas de grietas humeantes, y la chica… la chica ya no estaba.
Había desaparecido. O mejor dicho, había sido desintegrada en el instante en que su furia alcanzó su punto máximo.
Aurion miró sus propias manos con horror.
"¿Esto es el amor?"
Esa noche, comprendió que su concepto del amor no era más que una sombra distorsionada de la realidad. Y con ello, aceptó su verdadera naturaleza.
Aurion se volvió un ser de pura destrucción. Con el tiempo, su obsesión por entender el amor se convirtió en una sombra de lo que alguna vez fue. Dejó de buscar respuestas y comenzó a abrazar la lujuria, la violencia y la supremacía de su propio poder. Si el amor no era más que un espejismo, entonces lo mejor era arrasar con todo a su paso.
Sin embargo, hubo alguien que logró atravesar su coraza.
Una noche, en medio de una de sus incursiones por la ciudad, Aurion entró en un bar clandestino, un sitio donde los marginados y rebeldes se refugiaban. No era el tipo de lugar que le interesara, pero algo lo atrajo allí… o más bien, alguien.
En el escenario, con una presencia que eclipsaba incluso las luces de neón, una chica morena cantaba con una voz que parecía tocar el alma misma. Su cabello caía en suaves ondas sobre sus hombros, sus ojos oscuros brillaban con intensidad, y su sonrisa tenía algo que Aurion no lograba descifrar.
No era la belleza lo que lo atrapó. Era algo más profundo. Algo que no había sentido en toda su existencia.
La observó en silencio, hipnotizado por cada nota que salía de sus labios. No entendía por qué su corazón latía con tanta fuerza ni por qué su luz titilaba de una forma diferente.
Cuando la chica terminó su canción, sus miradas se cruzaron.
—No pareces del tipo que frecuenta lugares como este —dijo ella, acercándose con una curiosidad descarada.
Aurion la miró con frialdad, pero no respondió.
—¿No hablas mucho? Me gusta.
Por primera vez en años, alguien no lo trataba con miedo, ni con deseo, ni con sumisión. Ella solo lo veía como un hombre más, y eso lo descolocó.
—Soy Leila —se presentó, extendiendo su mano.
Aurion la miró con desconfianza, pero algo en su interior lo empujó a estrecharla.
Desde esa noche, Leila se convirtió en la única persona que lograba hacer que Aurion se cuestionara a sí mismo. Su risa era una melodía que apagaba su furia, su presencia era un refugio en el caos que él mismo había creado.
El Rugido de un Dios Caído
Aurion tenía 21 años cuando por fin sintió que había encontrado lo que tanto buscaba.
Leila no solo era su amante, era su refugio, su equilibrio. Con ella, la tormenta dentro de su alma se calmaba, su luz ya no era solo un arma de destrucción, sino un faro que iluminaba su camino. Por primera vez en su existencia, Aurion creyó haber comprendido el amor.
Esa noche, en la habitación de un lujoso hotel, sus cuerpos se unieron en un acto que él jamás había entendido hasta entonces. No era lujuria, no era un simple deseo carnal… era amor. Lo que sentía por Leila iba más allá de todo lo que le habían enseñado, más allá de la furia y la muerte que siempre lo habían rodeado.
Pero el destino es cruel.
Cuando sus respiraciones aún se mezclaban en la habitación, la puerta explotó en mil pedazos. Un escuadrón de militares altamente entrenados irrumpió en el cuarto como bestias hambrientas. Aurion apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando vio a Leila girarse, con los ojos llenos de pánico.
—¡Aurion!—
El estruendo de los disparos llenó el aire.
La sangre salpicó las sábanas blancas.
El tiempo pareció detenerse cuando Leila cayó en sus brazos, su cálida piel enfriándose con cada segundo que pasaba. Sus labios, que antes le susurraban canciones y palabras de amor, ahora solo dejaron escapar un último aliento.
Aurion no pudo moverse. No pudo gritar. No pudo llorar. Solo sintió cómo algo dentro de él se rompía, algo que jamás podría repararse.
Los soldados se rieron.
Uno de ellos, con una sonrisa burlona, se acercó al cuerpo de Leila y lo empujó con la punta de su bota.
—Vamos, Aurion —dijo con un tono de desprecio—, te podemos conseguir un montón de estas.
El aire se volvió pesado.
La habitación entera comenzó a iluminarse con un resplandor cegador.
Aurion, temblando de rabia, apretó los dientes con tanta fuerza que su mandíbula crujió. Sus ojos dorados brillaban como soles ardientes, y su cuerpo comenzó a emitir un calor insoportable.
El soldado dio un paso atrás, sintiendo por primera vez el miedo en su piel.
Aurion levantó la mirada, con sus pupilas encendidas como dos brasas infernales. Su voz retumbó como un trueno.
—¡ELLA ERA LO QUE YO LLAMABA AMOR!
Y entonces, todo estalló.
La luz emergió de su cuerpo como una supernova, arrasando todo a su alrededor. Los soldados gritaban, pero sus voces fueron silenciadas por la energía descomunal que los convirtió en cenizas en cuestión de segundos. Las paredes del hotel se derrumbaron, los vidrios estallaron en millones de fragmentos, y la ciudad entera tembló bajo la ira de un ser que ya no tenía nada que perder.
Aurion no era un héroe.
No era un salvador.
No era un hombre.
Era la ira encarnada.
Y esa noche, el mundo entendió el verdadero significado de la destrucción.
Cuando la luz finalmente se disipó, la destrucción era absoluta.
El hotel era ahora un cráter humeante, y los soldados no eran más que sombras carbonizadas en el suelo. Solo quedaba un hombre en pie.
El jefe de la operación.
Vestía un uniforme impecable, sin una sola arruga, como si la catástrofe a su alrededor no le afectara en lo más mínimo. Sus ojos fríos se posaron en Aurion, que respiraba agitadamente, su cuerpo aún envuelto en un resplandor dorado.
—Oye, Aurion —dijo con voz firme—. Deja de comportarte como un niño llorón y ven acá.
Aurion apretó los puños, su rabia aún ardiendo con fuerza. Pero, por alguna razón, no atacó. Su instinto le decía que ese hombre era diferente, que no era como los otros soldados que había reducido a cenizas.
Había algo en su postura, en su tono autoritario.
Respeto.
El jefe continuó, con una sonrisa fría.
—La eliminamos porque era una distracción. Tú eres el ejemplo de Japón, la prueba de nuestro poder. No puedes darte el lujo de perderte en sentimentalismos baratos.
Aurion sintió su sangre hervir, pero antes de que pudiera responder, el hombre agregó:
—Como dijo el soldado Solly… te podemos conseguir un montón de esas.
Los ojos de Aurion se abrieron con furia.
Su luz volvió a intensificarse, y el suelo bajo sus pies comenzó a resquebrajarse.
—¡CÁLLATE!
El jefe simplemente suspiró.
—Ya que te descubrimos, tenemos un regalo para ti.
Aurion no entendió. Pero no importaba. Solo quería borrar a ese hombre de la faz de la Tierra.
Dio un paso al frente, listo para lanzar toda su ira contra él.
Pero en un instante, todo cambió.
—Tch, qué niño llorón… —murmuró el jefe con desprecio—. Ya duérmanlo.
El disparo sonó como un trueno en la noche.
Aurion sintió un impacto en su cuello. Miró hacia abajo y vio la aguja de un dardo clavada en su piel.
Sus fuerzas comenzaron a desvanecerse. Sus piernas flaquearon. Intentó mantenerse de pie, pero el mundo giraba a su alrededor.
Su luz, aquella energía incontenible, se apagó.
Su cuerpo cayó al suelo con un golpe seco.
La última imagen que vio antes de perder el conocimiento fue el rostro del jefe, mirándolo con la misma frialdad con la que un cazador observa a su presa.
Aurion sintió el frío del suelo bajo su cuerpo. Aún estaba aturdido, su cabeza daba vueltas y un dolor punzante palpitaba en su cuello, justo donde la aguja del dardo lo había alcanzado.
La oscuridad cubría sus ojos, una venda gruesa le impedía ver. Su respiración era pesada, sus sentidos embotados, pero su piel desnuda podía sentir el aire helado del laboratorio.
Entonces, una voz.
—Aurion, ahorita estás desnudo… y te daremos tu regalo.
Era el Jefe de la operación, el Doctor Cooper. Su tono era seco, carente de emoción, como si estuviera anunciando un simple procedimiento médico.
Aurion intentó moverse, pero sus muñecas y tobillos estaban sujetos con correas metálicas. Algo dentro de él se retorció, una sensación de vulnerabilidad que nunca antes había sentido.
—Háganla pasar.
El sonido de una puerta deslizándose. Pasos delicados.
Aurion sintió un escalofrío recorrer su espalda. No era miedo… era una extraña incomodidad.
Entonces, escuchó su voz.
—Yo te atenderé esta noche, Aurion.
El tiempo se detuvo.
El mundo entero dejó de existir por un momento.
Porque él conocía esa voz.
Era cálida, suave, con un leve tono de ternura… pero en ese momento, le pareció helada como la muerte.
—Ma… má… —susurró, con un hilo de voz.
El peso de esa palabra cayó como una losa en el laboratorio.
La Dra. Angie, la mujer que lo había cuidado desde que tenía memoria, la única persona que le brindó consuelo en ese infierno… estaba allí.
Era su "regalo". Se tenia que acostar con ella
— Eres un maldito enfermo, Doctor Cooper, porque me haces esto - Dijo llorando
Aurion sintió cómo algo dentro de él se quebraba irreparablemente. No podía ver, pero sentía el temblor en la voz de la Dra. Angie, el dolor en cada palabra que pronunciaba.
—No… por favor… por favor, no… —suplicó con la voz rota, pero las ataduras lo mantenían indefenso.
—Lo siento… por favor, perdóname… —Angie sollozaba—. Tengo que hacer esto… amenazaron a mi familia… por favor… perdóname…
Y empezaron el acto carnal, algo dentro de Aurion había sido roto
El tiempo se volvió borroso. El frío del laboratorio, el olor estéril de los químicos, la presión de las correas contra su piel… todo se mezcló en una pesadilla distorsionada.
Cuando todo terminó, Aurion sintió su cuerpo temblar. Lágrimas silenciosas rodaban por su rostro. Algo dentro de él, algo que aún lo hacía humano, murió en ese momento.
Aurion, agotado por el dolor y la desesperación, cayó en un sueño pesado, sus lágrimas aún secándose en su rostro. Su mente vagaba en un vacío oscuro, donde la risa cruel del Dr. Cooper resonaba como un eco lejano.
Mientras tanto, la Dra. Angie salió del laboratorio con pasos inestables. Su cuerpo temblaba, y su alma estaba destrozada. Miró a los guardias con ojos rojos de tanto llorar y, con la voz quebrada, dijo:
—Ya cumplí con mi parte… ahora liberen a mi familia…
El Dr. Cooper, apoyado contra una pared, encendió un cigarro y exhaló con calma antes de responder:
—Bien hecho, doctora Angie… Pero ya no me sirves.
Angie sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
—¿Q-qué quieres decir…?
—Aurion ya está bajo mi control. Ahora me teme. Ahora es mi perro. —Cooper hizo una pausa y miró a los guardias—. Mátenla… y de paso, acaben con su familia.
Los soldados levantaron sus armas, listos para disparar. Angie cerró los ojos, aceptando su destino, pero entonces Cooper levantó una mano, deteniéndolos.
—Esperen… mejor duérmanla primero.
Uno de los guardias sacó una jeringa y le inyectó un sedante en el cuello. Angie apenas tuvo tiempo de soltar un jadeo antes de desplomarse en el suelo.
El Dr. Cooper sonrió con satisfacción y tiró su cigarro al suelo, aplastándolo con el pie.
—Si todo sale bien… y la doctora está embarazada… tendré mi siguiente proyecto.
Se giró y comenzó a caminar por el pasillo, con su voz resonando en la oscuridad.
— A-21… mi otro Aurion.
Ryuusei quedo totalmente paralizado, Aurion no era malo por naturaleza sino que lo rompieron mentalmente quitándole lo que más amaba Leila y luego hacer el amor con su madre y ese hijo sea un experimento del Doctor Cooper.
Continuara....