Rebelión contra el Cielo - Part 3

Capítulo 3: Caos en el Aeropuerto

Las dos semanas de espera para sus pasaportes falsos llegaron a su fin. Ahora, Ryuusei y Aiko estaban en el Aeropuerto Internacional de Narita, listos para dejar Japón atrás. O al menos, esa era la teoría.

La práctica era muy distinta.

—¡Tengo hambre! —protestó Aiko, colgándose del brazo de Ryuusei como si fuera un peso muerto.

—Acabas de comer —resopló él, arrastrándola hacia la fila de seguridad.

—¡Eso fue hace media hora! Eso ya no cuenta.

Ryuusei exhaló pesadamente. Sabía que ignorarla no serviría de nada, así que le lanzó una mirada de advertencia.

—Si te callas hasta que pasemos migraciones, te compraré algo en la zona de embarque.

Los ojos de Aiko brillaron con malicia.

—¿Algo o cualquier cosa que quiera?

—Algo —sentenció Ryuusei.

Aiko chasqueó la lengua, pero aceptó el trato.

Pero antes de eso Ryuusei quería revisar su cuenta bancaria.

Se sentó en una banca de por ahí y accedió al sistema financiero seguro que utilizaba desde hacía años. La pantalla brilló con números que, incluso para él, eran sorprendentes.

Aiko se acercó por detrás, masticando una galleta de arroz.

—¿Cuánto tenemos? —preguntó con curiosidad.

Ryuusei parpadeó y soltó una leve risa antes de girar la pantalla hacia ella.

—Más que millonarios —dijo

— Podríamos comprar un país pequeño si quisiéramos.

Aiko casi se atraganta con su galleta.

—¿Qué? ¿Cómo? —tomó el portátil y escaneó las cifras con incredulidad—. ¿De dónde salió todo esto?

Te había comentado que "La muerte" nos había enviado la herencia de Haru y Kenta después de que los hayamos eliminado al parecer nos envió esto como un "regalo". 

Luego de todo eso por fin llegaron a la fila de control de pasaportes. Ryuusei trató de mantener la calma, pero su mente estaba alerta. Si algo salía mal, estarían jodidos.

Cuando llegó su turno, entregó su pasaporte con manos firmes. Aiko hizo lo mismo, con una expresión de absoluta inocencia.

El oficial de migraciones tomó los documentos y los revisó detenidamente. Demasiado detenidamente.

—¿Motivo del viaje a Rusia? —preguntó sin levantar la vista.

—Turismo —respondió Ryuusei con naturalidad.

Aiko asintió con demasiada energía.

—Sí, ¡queremos ver la nieve!

El oficial la miró fijamente y luego volvió a los pasaportes. Pasaron cinco largos segundos en los que Ryuusei consideró todas las formas posibles de escapar de ese aeropuerto.

Finalmente, el oficial les devolvió los documentos.

—Bienvenidos a Rusia. —Su tono sonó ligeramente sospechoso, pero no hizo más preguntas.

Aiko soltó un suspiro de alivio y tiró del brazo de Ryuusei.

—¡Vamos a la tienda! Dijiste que me comprarías algo.

Ryuusei negó con la cabeza, pero la dejó arrastrarlo.

La tienda de conveniencia de la zona de embarque era un paraíso de comida cara. Aiko agarró una caja de Pocky, dos bolsas de papas y una botella de jugo.

—No necesitas todo eso —gruñó Ryuusei, sacando su billetera.

—Sí lo necesito —respondió Aiko sin titubear.

Ryuusei pagó sin discutir más. Era mejor eso que aguantar su queja durante todo el vuelo.

Cuando se sentaron a esperar la llamada de embarque, un hombre de aspecto serio se sentó cerca de ellos y los observó con disimulo.

—¿Ese tipo nos está mirando? —susurró Aiko, masticando una papa.

—Sí —murmuró Ryuusei—. Actúa normal.

Aiko se quedó en silencio por dos segundos y luego, con una voz exageradamente alta, dijo:

—¿¡QUÉ TAL SI GRITAMOS "BOMBA" Y VEMOS QUÉ PASA!?

Ryuusei sintió cómo el alma se le salía del cuerpo.

El hombre los miró con el ceño fruncido y luego se levantó, alejándose lentamente.

—…Voy a fingir que no dijiste eso —susurró Ryuusei, masajeándose las sienes.

—Solo quería romper la tensión —dijo Aiko con una sonrisa.

Ryuusei suspiró. El viaje apenas comenzaba, y ya quería tirarla por la ventana del avión.

El avión estaba lleno. Ryuusei y Aiko tenían asientos en la fila del medio, rodeados de personas ruidosas. Para empeorar las cosas, un hombre inmensamente corpulento ocupó el asiento junto a Ryuusei, invadiendo completamente su espacio personal.

Genial… —murmuró Ryuusei, mientras intentaba acomodarse sin quedar atrapado entre la ventana y el hombro de su nuevo vecino.

El hombre le sonrió con un entusiasmo desbordante.

—¡Hola, amigo! ¡Primera vez en Rusia? —preguntó en japonés con un fuerte acento.

Ryuusei no respondió de inmediato. Aiko, sin embargo, asintió con entusiasmo.

—¡Sí! ¡Estamos muy emocionados! —mintió con una sonrisa deslumbrante.

El hombre comenzó a hablar sin parar sobre Rusia, las temperaturas, los lugares turísticos y su amor por la comida local. Ryuusei simplemente cerró los ojos y dejó que Aiko manejara la conversación.

—Esto va a ser un vuelo muy largo… —susurró para sí mismo.

Luego de eso Ryuusei puedo cambiarse de sitio para estar al costado de Ryuusei y por fin estar tranquilo.

Aiko se acomodó con su comida y revisó la pantalla de entretenimiento.

—¿Qué vas a ver? —preguntó Ryuusei.

—No sé… hay muchas opciones —respondió ella, explorando la lista de películas—. ¡Oh! ¡Voy a ver "El Resplandor"!

Ryuusei la miró con incredulidad.

—¿Sabes de qué trata?

—No, pero la portada se ve divertida.

Cuarenta minutos después, Aiko estaba aferrada al brazo de Ryuusei, con la cara pálida.

—No quiero ir a hoteles nunca más —susurró.

Ryuusei sonrió con burla y apoyó la cabeza en el asiento.

—Bienvenida al cine de calidad, enana.

Después de lo que sintieron como siglos atrapados en un tubo de metal con desconocidos, el avión finalmente aterrizó en Moscú. El frío los golpeó de inmediato en cuanto salieron del aeropuerto, un cambio drástico comparado con el clima templado de Tokio.

Dios, ¿por qué no traje más ropa abrigada? —se quejó Aiko mientras se abrazaba a sí misma.

—Porque gastaste media hora eligiendo una maleta en lugar de pensar en el clima —respondió Ryuusei con una sonrisa burlona.

Aiko le dio un codazo.

Recogieron su equipaje y se dirigieron a un taxi, listos para iniciar la siguiente fase de su viaje. Su primer objetivo estaba en Rusia. Y el juego apenas comenzaba.

Tomaron un taxi después de salir del aeropuerto. 

El taxi avanzaba por las amplias avenidas de Moscú, con la nieve acumulada en las aceras y un frío que calaba hasta los huesos. Aiko miraba por la ventana con fascinación, observando las luces de la ciudad contrastar con la blancura del invierno ruso. Ryuusei, en cambio, estaba concentrado en el teléfono, revisando las instrucciones que Lara le había dejado sobre sus próximos objetivos.

—Así que... ¿a quién buscamos primero? —preguntó Aiko, abrazándose a sí misma para entrar en calor.

—Sergei Volkhov —respondió Ryuusei sin levantar la vista—. Exsoldado, mercenario, especialista en combate con cuchillos y líder de un pequeño grupo de paramilitares. Lo último que sabemos de él es que se esconde en las afueras de Moscú, oculto en las montañas, lejos del alcance de las autoridades y cualquier posible amenaza.

Aiko suspiró.

—Genial, más escondites en medio de la nada. ¿No puede haber un objetivo que viva en un resort de lujo? ¿O por lo menos en un sitio donde no haya que congelarse hasta la muerte?

Ryuusei sonrió de lado.

—Si fuera fácil, no valdría la pena.

El taxi los dejó en un hotel discreto en el centro de Moscú. No era lujoso, pero tampoco era un agujero infestado de ratas. Era lo suficientemente cómodo como para que nadie hiciera preguntas sobre dos turistas japoneses con maletas.

Al hacer el check-in, el recepcionista los observó con curiosidad.

—¿Negocios o placer? —preguntó con un tono educado.

Aiko sonrió con naturalidad.

—Turismo. Nos dijeron que Moscú en invierno es hermoso.

El hombre asintió y deslizó las llaves sobre el mostrador.

—Espero que disfruten su estadía. Pero tengan cuidado, hay ciertos barrios que no son seguros para los extranjeros.

—Lo tendremos en cuenta —respondió Ryuusei, tomando las llaves.

Subieron a su habitación, donde el calor de la calefacción los recibió con un alivio inmediato. Aiko prácticamente se lanzó sobre la cama con un suspiro satisfecho.

—Este será mi nuevo refugio hasta que nos vayamos.

—No te acostumbres —advirtió Ryuusei, revisando su equipo—. Mañana en la noche iremos por Volkhov.

Aiko rodó los ojos, pero no discutió.