Rebelión contra el Cielo - Part 7

Capítulo 7: El Nacimiento de una Nueva Rusia: Superhumanos, Poder y Control

Desde tiempos inmemoriales, Rusia ha sido una nación forjada en la adversidad. Su historia está marcada por conflictos, resistencia y una búsqueda constante de la supremacía. Sin embargo, en la era moderna, el poder ya no solo se medía en ejércitos y armas nucleares, sino en algo mucho más complejo: la evolución del ser humano.

Durante la Guerra Fría, el gobierno soviético inició una serie de experimentos para crear el primer supersoldado ruso. La idea era simple pero ambiciosa: mejorar la biología humana hasta alcanzar niveles sobrehumanos. A diferencia de Estados Unidos, que experimentaba con sueros y modificaciones genéticas controladas, la Unión Soviética optó por métodos más extremos y menos éticos.

El resultado de estos experimentos fue Ivan Stravinsky, un hombre que, aunque físicamente superior a cualquier soldado promedio, sufría de inestabilidad mental. Su resistencia era formidable, su fuerza sobrehumana, pero su mente terminó quebrándose con el tiempo. Fue confinado a una instalación secreta hasta su muerte, convirtiéndose en el recordatorio de un experimento fallido.

El gobierno ruso aprendió una lección clave: la fuerza sin estabilidad no es útil. A partir de ese momento, dejaron de buscar meros soldados mejorados y comenzaron a observar a los que ya habían nacido con habilidades.

A lo largo de los años, se registró que Japón tenía una tasa anormalmente alta de nacimientos de individuos con habilidades especiales. Algunos científicos lo atribuían a la genética, otros a factores ambientales, pero nadie podía dar una explicación definitiva. Mientras otras naciones veían esto con interés, Rusia vio una oportunidad.

Si no podían crear superhumanos, los buscarían, los entenderían y, si era posible, los controlarían. En la década de los 2000, se establecieron múltiples proyectos de vigilancia para rastrear cualquier anomalía genética a nivel mundial. Japón, Estados Unidos y algunas regiones de Europa se convirtieron en el centro de su atención.

La política en Rusia siempre ha sido una guerra en las sombras. Durante décadas, Vladimir Putin fue el rostro indiscutible del poder, pero todo cambió cuando surgió un rival inesperado: un hombre conocido hoy solo como Volk.

Putin, confiado en su dominio, convocó elecciones estratégicas para asegurar su permanencia en el poder. Sin embargo, no contaba con la aparición de un candidato que, no solo igualaba su ambición, sino que la superaba. Este hombre, cuyo nombre original ha sido deliberadamente eliminado de los registros, tenía una visión clara: Rusia debía convertirse en el epicentro de la evolución humana.

Durante su campaña, expuso cómo el país estaba quedando atrás en la carrera de los metahumanos. Japón y Estados Unidos ya integraban a individuos con habilidades en sus sistemas de defensa y economía, mientras que Rusia aún se aferraba a viejas estrategias militares. Mostró pruebas de los fracasos de Putin en la modernización del ejército, filtró información sobre experimentos fallidos y reveló planes secretos que el gobierno había intentado ocultar.

Finalmente, cuando llegaron las elecciones, el resultado fue un terremoto político: Volk arrasó con un 75% de los votos. Putin, sin más opciones, fue forzado a retirarse. Así comenzó una nueva era para Rusia.

Desde antes de su ascenso, Volk ya había identificado a su futuro aliado más valioso: Dimitri Ivanov. Un estratega brillante, maestro en manipulación y operaciones encubiertas. Dimitri había intentado en el pasado postularse como líder de Rusia, pero al igual que Putin, fue superado por alguien más astuto. Sin embargo, su talento no pasó desapercibido.

Cuando Volk tomó el poder, Dimitri fue colocado en la posición de Ministro de Seguridad Nacional y Director de Inteligencia. Su misión era clara: supervisar la expansión de Rusia en el campo de los superhumanos. Bajo su liderazgo, se intensificaron los programas de vigilancia y espionaje, asegurando que Rusia estuviera un paso adelante en la nueva era.

El destino les entregó su primera gran oportunidad cuando aparecieron reportes desde Japón sobre una batalla entre dos individuos desconocidos contra los héroes más poderosos de la nación, Aurion y Arcángel. Las grabaciones mostraban a un joven con un par de martillos de guerra y dagas de teletransportación, acompañado de una niña con una espada negra. Sus habilidades no solo eran inusuales, sino que desafiaban la lógica misma.

Dimitri analizó la información y comprendió el valor de esos dos sujetos.

—Dos seres con regeneración acelerada, sin afiliación política, sin protección diplomática… No pertenecen a nadie. Si los tomamos primero, Rusia estará un paso adelante —dijo Dimitri a Volk.

Volk no tardó en responder.

—Tráiganlos aquí.

Para llevar a cabo la misión, Dimitri contactó a su mejor agente, Rubosky, un hombre conocido por su eficiencia y falta de escrúpulos. Durante dos semanas, investigó cada vuelo proveniente de Japón, rastreando a cualquier pasajero con características similares a las de Ryuusei y Aiko.

Finalmente, los encontró. Un vuelo con un joven de 17 años y una niña de 12 con pasaportes falsificados.

Rubosky no dudó.

El plan era simple: seguirlos, esperar el momento adecuado y capturarlos sin levantar sospechas. Así, se inició la Operación 24. Ryuusei y Aiko fueron seguidos hasta un restaurante local, donde Rubosky los enfrentó y ofreció un trato… solo para luego traicionarlos y sedarlos.

Ahora, con Ryuusei y Aiko en sus manos, Volk tenía en su poder algo más valioso que simples prisioneros. No se trataba solo de sus habilidades, sino de la posibilidad de convertirlos en el símbolo de la supremacía rusa.

Dimitri y Volk sabían que el mundo estaba cambiando. Ya no se trataba solo de dominar la política o la economía.

La guerra del futuro no se libraría con tanques ni misiles.

Se libraría con superhumanos.

Y Rusia no iba a quedarse atrás.