Capítulo 8: El Descubrimiento y la Caza de los Fantasmas de Japón
Era un jueves cualquiera en la vida de Dimitri Ivanov. Su rutina diaria consistía en leer informes de inteligencia, supervisar la seguridad de Volk y planificar estrategias para mantener la supremacía rusa en un mundo cada vez más caótico. En sus años de servicio, había visto de todo: conspiraciones internacionales, intentos de sabotaje, avances tecnológicos que desafiaban la lógica. Pero ese día, sin saberlo aún, recibiría una noticia que cambiaría la forma en que Rusia veía el futuro de la guerra.
Mientras bebía su café negro en su despacho, decidió explorar las redes sociales, algo que consideraba una pérdida de tiempo, pero que se había convertido en una herramienta vital en el mundo de la información digital. Las guerras ya no solo se peleaban en el campo de batalla, sino en internet, donde la opinión pública podía moldear gobiernos y derribar regímenes enteros.
Lo primero que llamó su atención fue un video en tendencia: imágenes del centro de Tokio en llamas, explosiones en el aire y ciudadanos corriendo en pánico. Los subtítulos decían "Ataque terrorista en Japón", pero lo que realmente captó su interés fueron las figuras que aparecían en medio del caos. Dos individuos luchaban contra los héroes más poderosos de Japón, Aurion y Arcángel. No eran terroristas comunes; su manera de moverse, la forma en que enfrentaban a los héroes sin miedo, demostraba que eran algo más.
A medida que avanzaba el video, Dimitri observó con detenimiento. Uno de ellos, un joven con una máscara, se movía con precisión quirúrgica. Usaba martillos con una fuerza devastadora y unas dagas que parecían permitirle teletransportarse en cortas distancias. A su lado, una niña con una espada negra se regeneraba casi instantáneamente de heridas que deberían haber sido mortales.
"Esto no es normal", pensó Dimitri, pausando el video para analizar las imágenes.
Horas después, Aurion apareció en una transmisión en vivo, vestido con su uniforme de gala. Su discurso fue claro:
—Los terroristas han sido identificados. Sus nombres son Ryuusei y Aiko.
Dimitri apoyó la espalda contra su silla y entrecerró los ojos. Ryuusei y Aiko… nombres que no aparecían en ninguna de sus bases de datos. No tenían registros previos de pertenecer a una organización criminal, ejército o agencia de inteligencia. Era como si hubieran surgido de la nada.
Si algo había aprendido en su vida, era que los secretos más peligrosos eran aquellos de los que nadie tenía información.
Respiró hondo, tomó su teléfono y marcó un número que solo usaba en situaciones de máxima prioridad.
—Rubosky, necesito que actúes de inmediato.
—¿De qué se trata, Ministro? —respondió una voz firme al otro lado de la línea.
Dimitri pausó el video en un primer plano de Ryuusei y Aiko.
—Japón ha identificado a dos individuos con habilidades especiales. Sus nombres son Ryuusei y Aiko. No tienen afiliación conocida. Encuéntralos. Antes que cualquiera.
El despacho de Volk era una habitación imponente, con grandes ventanales que mostraban Moscú en toda su majestuosidad. Dimitri entró sin anunciarse, como lo hacía siempre, y tomó asiento frente al escritorio de su líder.
Volk, un hombre canoso de mirada afilada y uniforme impecable, seguía revisando documentos sin levantar la vista.
—Dimitri, si has venido hasta aquí sin previo aviso, imagino que tienes algo importante que decirme.
Dimitri deslizó una tableta sobre la mesa. En la pantalla se reproducía la pelea en Tokio. Volk observó el video sin decir una palabra. Cuando terminó, se inclinó en su silla y entrecerró los ojos.
—Dos personas. Un chico de diecisiete años y una niña de doce, enfrentándose a los dos héroes más poderosos de Japón… y sobreviviendo. —Murmuró con interés.
—Más que eso. Observa su regeneración —respondió Dimitri, avanzando el video hasta el punto en que Aiko se curaba de una herida mortal en cuestión de segundos.
Volk dejó escapar un leve suspiro.
—Esto es interesante. No estamos hablando de simples metahumanos… son algo más. ¿Qué has averiguado?
Dimitri se cruzó de brazos.
—No pertenecen a ninguna facción conocida. Aparecieron de la nada, pero tienen habilidades únicas. Ryuusei, el chico, es letal en combate. La niña, Aiko, se regenera como si la muerte no existiera para ella. Si existen más como ellos, podríamos estar ante una nueva era de guerra.
Volk sonrió levemente.
—Dices eso como si no fuera lo que siempre hemos querido. —Luego su expresión se endureció—. ¿Has tomado medidas?
—Ya asigné a Rubosky para rastrearlos. Sabe que su misión es prioritaria.
Volk asintió, pero luego su mirada se oscureció.
—Si vamos a traerlos, hagámoslo bien. Pero hay algo más que podríamos aprovechar. Sergei Volkhov.
Dimitri frunció el ceño.
—¿Volkhov? ¿El mercenario?
—Exactamente. Ha estado interfiriendo con nuestras operaciones militares durante meses. Ninguno de nuestros agentes ha podido atraparlo. Pero… estos dos, Ryuusei y Aiko, tienen habilidades fuera de lo normal. Si logramos que trabajen para nosotros, podrían encargarse de él.
Dimitri reflexionó por un momento antes de asentir.
—Entonces nuestra prioridad es capturarlos vivos. Haré que Rubosky lo tenga en cuenta.
Volk sonrió.
—Hazlo. Quiero ver hasta dónde llegan estos dos.
Desde su auto negro sin distintivos, el agente Rubosky observaba a los dos objetivos. Se habían estado moviendo por Moscú con cautela, pero no con la suficiente como para evitar ser rastreados. Conducía a una distancia prudente, sus ojos clavados en los jóvenes a través del espejo retrovisor mientras hablaba por radio con su equipo.
—Rubosky aquí. Los tengo en la mira. Están bajando por la avenida principal. —Su voz era calmada, precisa.
Del otro lado, una voz respondió.
—¿Estás seguro de que son ellos?
—Totalmente. Coinciden con los registros que nos pasó Dimitri. —Encendió un cigarro y exhaló lentamente—. Se ven relajados… como si realmente estuvieran disfrutando su estadía aquí.
Un segundo agente habló en la línea.
—¿Cuál es el plan? ¿Los capturamos ahora?
Rubosky negó con la cabeza.
—Aún no. Dejémoslos creer que están a salvo. Quiero ver qué hacen, qué buscan… Tal vez nos den más información por su cuenta.
Siguió conduciendo, manteniéndose a una distancia segura mientras los observaba entrar en un restaurante local.
—Vamos a ver qué tan bien saben actuar.
Y así comenzó la caza.