Capítulo 10: Collares
Después de semanas de investigación y desarrollo, Dimitri finalmente completó su invención: un collar de supresión regenerativa. Su propósito era simple pero letal. Mientras estuviera activado, anulaba cualquier capacidad regenerativa en su portador. Y si intentaban retirarlo a la fuerza o desobedecer… detonaría, destruyendo sus cabezas al instante.
Volk no escatimó recursos en las pruebas. Se realizaron múltiples experimentos con sujetos de prueba bajo la supervisión de científicos militares. En todos los casos, la supresión fue absoluta. Ninguna célula regenerativa pudo resistir la tecnología. Dimitri había logrado un avance sin precedentes en el control de individuos con habilidades excepcionales.
Aiko se regeneraba sin dolor, mientras que Ryuusei sufría cada vez que su cuerpo se restauraba. Dimitri tomó nota de este fenómeno y diseñó el collar para adaptarse a sus diferencias biológicas. Si la teoría era correcta, Ryuusei sentiría un dolor insoportable si intentaba regenerarse, mientras que Aiko, aunque más resistente, quedaría vulnerable.
Cuando los informes finales fueron entregados, la conclusión fue clara: Volk tenía en sus manos el primer artefacto capaz de anular la regeneración de seres sobrehumanos. Ahora poseía un arma para someter incluso a los más poderosos.
Dimitri ajustó el collar en la mesa de pruebas y lo observó con orgullo. Sabía que este invento cambiaría el rumbo de la historia. Lo que no podía prever… era el impacto que tendría sobre Ryuusei y Aiko.
El día en que los collares de supresión regenerativa fueron aprobados, Dimitri recibió la orden directa de Volk:
—Pónselo. Ahora son míos.
Sin ceremonias ni discursos, solo un mandato.
Junto con un equipo de científicos y guardias armados, descendió a la prisión subterránea donde los dos jóvenes estaban retenidos. Los pasillos de concreto eran fríos y silenciosos. Todos sabían que estos prisioneros no eran comunes. No eran humanos. Eran anomalías. Y estaban a punto de ser sometidos.
Aiko, la niña de cabello plateado, estaba sentada en su litera, balanceando los pies con su indiferencia habitual. Cuando la puerta se abrió, alzó la vista con una ceja arqueada.
—¿Vienes a jugar conmigo, Dimitri? —preguntó con una sonrisa burlona.
Dimitri no respondió de inmediato. Sostenía el collar negro con un pequeño dispositivo en el centro. Aiko lo observó y su expresión cambió. No era miedo. Solo comprensión.
—¿Qué es eso? —preguntó, aunque ya lo sospechaba.
—Un seguro. —Dimitri avanzó con calma—. Anula tu regeneración. Si intentas quitártelo, explotarás.
Su voz era fría, sin emoción.
Aiko entrecerró los ojos, pero no se resistió. Sabía que discutir con él era inútil. Dejó que le colocara el collar alrededor del cuello y sintió un leve escalofrío cuando el mecanismo se activó con un chasquido metálico.
—¿Y ahora qué? —preguntó, rozando el dispositivo con la yema de los dedos.
Dimitri la observó por unos segundos antes de responder.
—Ahora eres oficialmente propiedad de Volk.
Aiko esbozó una sonrisa pícara.
—Qué romántico.
Dimitri no respondió y salió de la celda, dejando a Aiko sola con sus pensamientos.
Ryuusei estaba en su posición habitual, sentado en la oscuridad con la espalda apoyada en la pared. Cuando la puerta se abrió y Dimitri entró con el collar en la mano, el joven no mostró reacción alguna.
—¿Así que finalmente nos domesticarán? —dijo con tono neutral, pero con un brillo peligroso en los ojos.
Dimitri avanzó con cautela. Aunque Ryuusei estaba desarmado y rodeado de guardias, siempre existía la posibilidad de que intentara algo.
—Esto no es una negociación —dijo Dimitri—. Te lo pondrás y con esto se acabó cualquier intento de rebelión.
Ryuusei rió por lo bajo.
—Siempre hay una manera, Dimitri. —Se inclinó ligeramente hacia adelante—. Y cuando la encuentre… serás el primero en saberlo.
Dimitri ignoró sus palabras. Levantó el collar y se lo colocó alrededor del cuello. Apenas el mecanismo hizo clic, el joven sintió un ardor extraño recorrer su cuerpo. No era dolor, pero sí una sensación incómoda, como si algo estuviera bloqueando su propia existencia.
Ryuusei respiró hondo y cerró los ojos por un momento.
—¿Cómo se siente? —preguntó Dimitri con genuina curiosidad.
Ryuusei abrió los ojos y sonrió levemente.
—Como si me hubieras encadenado con papel.
Su voz sonaba confiada, pero Dimitri notó el ligero sudor en su frente.
Sin decir más, Dimitri giró sobre sus talones y salió de la celda, dejando a Ryuusei en la penumbra con una única certeza:
Debía encontrar la manera de liberarse.
Horas más tarde, Dimitri se encontraba nuevamente en la sala de reuniones, acompañado por Rubosky y el propio Volk. Sobre la mesa, los informes de los collares y las reacciones de los prisioneros estaban abiertos.
—Los collares funcionan a la perfección —informó Dimitri—. No hay posibilidad de escape sin que paguen el precio con su vida.
Volk asintió lentamente, cruzando los dedos sobre la mesa.
—Bien. Ahora que los tenemos bajo control, es momento de utilizarlos. Ryuusei y Aiko irán tras Sergei Volkhov.
Rubosky exhaló lentamente, sin apartar la vista de Volk.
—Señor… ¿estamos seguros de esto? Ryuusei no es alguien que acepte ser una marioneta. Si sospecha que planeamos deshacernos de él después de que atrape a Volkhov, hará lo imposible por adelantarse a nosotros.
Volk sonrió con calma.
—Lo sé. Y por eso, tenemos que asegurarnos de que siga creyendo que tiene el control. Hazle creer que lo necesita tanto como nosotros necesitamos su ayuda.
Dimitri y Rubosky intercambiaron miradas. Sabían que estaban jugando con fuego, pero si lo manejaban bien, podrían convertir a Ryuusei en el arma más letal que Volk jamás había visto.
Dimitri cerró los informes y se puso de pie.
—Entonces, pondremos en marcha la cacería de Sergei Volkhov.
Volk asintió.
—Hazlo. Y no olvides, Dimitri… el futuro de todo esto depende de ti.
La reunión terminó, y con ella, comenzó la fase final del plan: la caza de Sergei Volkhov, el mercenario más letal de Rusia.