Capítulo 11: Supresión
Dimitri se encontraba en su laboratorio privado dentro de la fortaleza de Volk, observando con atención el collar de supresión regenerativa que había desarrollado. A su alrededor, científicos militares tomaban notas y revisaban los últimos resultados de las pruebas. El dispositivo, aunque pequeño, representaba un avance sin precedentes en la contención de individuos con habilidades regenerativas.
—Los resultados son concluyentes —dijo uno de los investigadores, ajustando sus gafas mientras miraba la pantalla con los datos de las pruebas—. El collar anula completamente la regeneración celular en sujetos con habilidades sobrehumanas. Además, el detonador integrado asegura que cualquier intento de remoción resulte en una ejecución inmediata.
Dimitri asintió lentamente. Sabía que esto era necesario, pero una parte de él no podía evitar preguntarse qué tan lejos estaban yendo. Se giró hacia los guardias que estaban en la habitación.
—Prepárenlos —ordenó con voz firme—. Es hora de probarlo en los sujetos principales.
Ryuusei y Aiko fueron escoltados a una sala blindada dentro de la fortaleza de Volk. Las esposas de acero reforzado en sus muñecas indicaban la seriedad de la situación. A pesar de todo, Ryuusei mantenía una sonrisa despreocupada, mientras que Aiko, aunque en silencio, lanzaba miradas desafiantes a los guardias.
Dimitri los observó en silencio antes de hablar.
—Han demostrado ser individuos excepcionales —dijo, cruzando los brazos—. Pero su libertad viene con condiciones. No podemos permitirnos correr riesgos innecesarios.
Ryuusei arqueó una ceja.
—¿Así que este es el momento en el que nos ponen collares explosivos y nos convierten en sus perros? —preguntó con una sonrisa sarcástica.
Dimitri no reaccionó a la provocación. Hizo un gesto con la mano y un científico se acercó con los dispositivos.
—No somos tan primitivos como para simplemente encadenarlos sin control. Este dispositivo no solo restringirá sus habilidades regenerativas, sino que también garantizará su cooperación. No necesitamos su lealtad, solo su utilidad.
Aiko miró el collar con desconfianza.
—¿Y si nos negamos?
Dimitri la miró fijamente antes de responder.
—Entonces consideraremos que han dejado de ser útiles para nosotros.
El aire en la sala se volvió pesado. Ryuusei, aunque aún sonriendo, entrecerró los ojos con un destello de frialdad. Sabía que no tenían otra opción. Sin más palabras, extendió el cuello con una sonrisa burlona.
—Hazlo. Pero te advierto algo, Dimitri. Nada es eterno.
El científico ajustó el collar alrededor de su cuello, asegurándose de que estuviera bien sujeto. Cuando lo activó, Ryuusei sintió una presión alrededor de su garganta y una sensación helada recorrió su columna. Un leve pitido indicó que el dispositivo estaba en funcionamiento.
Aiko apretó los dientes, pero no opuso resistencia cuando le colocaron el suyo. Sentía que su cuerpo se volvía más… frágil. La sensación era extraña, como si una parte de ella hubiera sido arrancada.
Dimitri observó sus reacciones y asintió con satisfacción.
—Bien. Ahora están listos para la misión. Tienen un objetivo claro: Sergei Volkhov. Encuéntrenlo y tráiganlo ante nosotros… vivo o muerto.
Ryuusei rodó los ojos.
—Siempre tan dramáticos. Está bien, atraparemos a su perrito salvaje.
Dimitri se giró hacia Rubosky, quien había estado observando la escena con los brazos cruzados.
—Asegúrate de que no haya fallas. No quiero sorpresas.
Rubosky asintió lentamente, pero su mirada se posó en Ryuusei con un matiz de curiosidad.
—No las habrá. Pero tengo la sensación de que este chico aún tiene muchos trucos bajo la manga.
Dimitri sonrió de lado.
—Entonces será mejor que estemos preparados para cuando intente jugarnos.
Volk no confiaba en aliados débiles. Y Rubosky, tras analizar los reportes de la pelea entre Ryuusei y Aurion, lo dejó en claro frente a Dimitri y al líder de Volk.
—No hay otra forma de decirlo: Ryuusei pelea como una niña —afirmó con una frialdad absoluta, arrojando un archivo sobre la mesa.
Dimitri levantó una ceja, hojeando las imágenes y los reportes. En cada una, se veía a Ryuusei atacando a Aurion con una técnica rudimentaria y fuerza insuficiente.
—Aiko, por otro lado —continuó Rubosky—, depende más de su regeneración que de sus habilidades de combate. Si la regeneración no funcionara, la niña duraría menos de un minuto en una pelea real.
Volk observó los documentos y luego dirigió una mirada calculadora a Dimitri.
—Podemos dejarlos así y ver cómo mueren en la caza de Volkhov… o podemos convertirlos en armas reales.
Dimitri sonrió de lado.
—En Volk, la fuerza se forja en el fuego y el hielo.
La nieve cubría el campo de entrenamiento como un manto blanco. Ryuusei y Aiko, vestidos con ropa térmica ajustada y botas reforzadas, se encontraron rodeados por instructores militares rusos que no parecían impresionados en lo absoluto por ellos.
—Bienvenidos a su verdadero infierno —dijo un hombre de aspecto imponente con un uniforme negro y cicatrices en el rostro—. Aquí no nos interesan sus poderes. Nos interesa si pueden pelear como verdaderos guerreros.
Los primeros días fueron brutales.
Los instructores lo hicieron cargar pesas de acero en la espalda mientras corría sobre la nieve profunda. Le vendaron los ojos y lo obligaron a esquivar golpes sin ver, confiando solo en su instinto. Le lanzaron cuchillos reales para que aprendiera a reaccionar con rapidez y reflejos.
—Eres rápido, pero no tienes fuerza —le espetó uno de los instructores tras verlo fallar un golpe contra un saco de arena—. Si fueras un soldado de Volk, morirías en la primera semana.
Le dijeron que invocara sus martillos. En cuanto los sostuvo, sintió el peso abrumador amenazando con destrozar sus brazos. No había comparación con cualquier otra arma que hubiera usado antes.
—Golpea hasta que sientas que tus huesos se quiebran —le ordenaron—. Y luego sigue golpeando.
A Aiko la lanzaron sin aviso a un combate contra tres soldados entrenados.
—¡Vamos, princesa, usa tu espada! —se burló uno antes de derribarla de una patada en el pecho.
Se levantó furiosa, pero los golpes seguían llegando. Una y otra vez.
—Tu regeneración te hace arrogante —gruñó el instructor, sujetándola por el cuello de la camisa y arrojándola contra la nieve—. Un soldado de Volk que confía solo en su armadura es un soldado muerto.
Días Después…
Ryuusei golpeó un tronco con su martillo de guerra. Una, dos, tres veces. Ya no temblaba. Ya no dudaba.
Aiko se movía entre los soldados como una sombra. Esquivaba, contraatacaba, golpeaba. Su espada negra no dejaba espacio para errores.
Rubosky los observó desde la distancia y sonrió con satisfacción.
—Parece que hemos dejado de tener niños en nuestro campamento —comentó a Dimitri.
Dimitri asintió, cruzándose de brazos.
—Ahora, están listos para cazar a Volkhov.
El 15 de diciembre de 2018 estaba marcado en el calendario.
Esa sería la fecha en que Ryuusei y Aiko serían enviados a las montañas, donde Sergei Volkhov los esperaba.
Ya no eran los mismos que llegaron aquí. Volk los había convertido en algo más.