El grupo avanzó por los callejones de la Ciudad Superior, manteniéndose en la sombra para evitar ser detectados. Las calles estaban más limpias y ordenadas que en Underworld, pero la sensación de vigilancia era asfixiante.
Sampo los había guiado hasta un almacén aparentemente abandonado antes de desaparecer sin dejar rastro.
7 de Marzo cruzó los brazos con una expresión molesta.
"¿Dónde se metió ese embustero ahora?"
Dan Heng suspiró.
"Era obvio que no se quedaría más tiempo del necesario."
Seele chasqueó la lengua.
"Bueno, al menos cumplió con su parte y nos llevó aquí. Ahora veamos qué pasa."
Antes de que pudieran decir más, una puerta lateral se abrió y tres figuras emergieron del interior.
Eran dos personas vestidas con abrigos largos y guantes. Uno de ellos, un hombre de mediana edad con gafas y una cicatriz en la mejilla, se ajustó los lentes y los observó con calma.
"Así que ustedes son los que Sampo nos pidió que ayudáramos."
La otra persona, una mujer de cabello corto y mirada afilada, inspeccionó al grupo con interés.
Y Sampo con una gran sonrisa.
"Mis queridos amigos, ¿De verdad creían que Sampo los abandonaría así como así?"
"Vaya, se ven más decentes de lo que esperaba. Pensé que serían unos salvajes de Underworld."
Seele frunció el ceño, pero Dan Heng intervino antes de que pudiera responder.
"Vinimos por lo que prometieron. ¿Tienen la ropa?"
El hombre asintió y señaló el interior del almacén.
"Síganme."
El grupo entró y encontró varias cajas con ropa y otros suministros. Dentro había distintos atuendos adecuados para moverse en la Ciudad Superior sin llamar tanto la atención.
7 de Marzo sacó un abrigo blanco con adornos dorados y sonrió.
"¡Ohh, este se ve lindo!"
Stelle ya estaba probándose una chaqueta sin mangas.
"Funcional."
Aleph tomó una chaqueta negra con detalles en azul y la examinó.
"Huh, se siente extrañamente ligera."
Seele se cruzó de brazos.
"Es mejor que lo que llevamos puesto."
Dan Heng ya había cambiado sin decir nada, ajustando su nuevo abrigo oscuro.
El hombre de gafas habló nuevamente.
"Con esto podrán moverse sin atraer demasiada atención. Pero tengan cuidado, la Guardia de Belobog patrulla constantemente."
La mujer sacó un mapa de la Ciudad Superior y lo extendió sobre una mesa.
"Este es el horario de las patrullas de la Guardia. No hay muchos puntos ciegos, pero hay rutas que pueden aprovechar para moverse sin ser detectados."
Era hora de planear su siguiente movimiento.
"Entonces, ¿hacia dónde vamos primero?" preguntó Stelle, cruzando los brazos.
Seele fue la que respondió.
"Por lo que ustedes dijeron, Gepard es poco probable que nos escuché e incluso podría terminar entregandonos, no tengo mucha confianza en que Serval haga algo diferente. Pero hay que probar, siempre podemos huir."
El grupo asintió. Con su nuevo equipo y algo de información, era hora de moverse.
Sin embargo… cuando se giraron, Sampo ya no estaba.
7 de Marzo infló las mejillas.
"¡Espera! ¿dónde se metió? ¡¿Otra vez se escapó?!"
Aleph suspiró.
"En serio, este tipo es como un fantasma cuando se trata de evitar cosas problematicas."
Dan Heng miró a los contactos de Sampo.
"¿Saben algo de él?"
El hombre se encogió de hombros.
"Solo nos pidió que les entregáramos esto y que nos aseguráramos de que no los atraparan en el camino. Lo que haga después es cosa suya."
7 de Marzo se llevó una mano a la frente.
"…No sé por qué sigo esperando algo distinto de él."
Dan Heng guardó el mapa en su abrigo y miró al grupo.
"Será mejor que nos movamos antes de que alguien nos vea aquí."
Con su nuevo equipo y la información en mano, el grupo salió del almacén y se dirigió al taller de Serval.
...
El camino hasta el taller Neverwinter fue corto pero bastante tenso.
La Ciudad Superior estaba tranquila, demasiado tranquila, casi no habi nadie circulando por las calles a excepción de los guardias.
La Guardia de Belobog patrullaba con más frecuencia y en mayor cantidad, y aunque los nuevos atuendos ayudaban a que no llamaran la atención de inmediato, no podían bajar la guardia.
"Si nos descubren, tendremos problemas," susurró Dan Heng mientras el grupo se movía por una de las rutas marcadas en el mapa.
Aleph se ajustó su nueva chaqueta negra.
"Solo asegúrense de no decir algo estúpido si nos paran. Especialmente tú, 7 de Marzo."
"¡Oye!" protestó ella, inflando las mejillas. "¡Yo sé cómo mentir si es necesario!"
Stelle le dio una palmadita en la espalda sin decir nada.
Seele, que iba al frente, alzó la mano para indicar que se detuvieran.
"Ya casi llegamos."
A la distancia, el taller de Serval estaba iluminado con una luz cálida, en contraste con el frío y rígido diseño del resto de la ciudad.
7 de Marzo sonrió al ver la entrada.
"Bueno, al menos sabemos que nos recibirá con los brazos abiertos."
"Esperemos que no con un martillo en la mano," murmuró Aleph, todavía recordaba aquella vez en la que cabreo tanto a su mejor amigo que lo recibió específicamente de esa manera para asustarlo.
Seele no perdió tiempo y tocó la puerta con firmeza.
Después de unos segundos, la puerta se abrió, revelando a una mujer de cabello rubio y largo con las puntas teñidas.
Serval los observó con sorpresa, pero rápidamente esbozó una sonrisa.
"¡Vaya, vaya! Miren a quiénes tenemos aquí. ¿Que esperan para entrar, señores forajidos?"
7 de Marzo sonrió ampliamente.
"¡Serval! Nos alegra verte."
Serval miró al grupo con curiosidad antes de abrirles la puerta.
"Entren rápido antes de que alguien los vea."
El grupo entró al taller y la puerta se cerró detrás de ellos.
"Caos" era una palabra suave para describir el Estado del lugar, Aleph no pudo hacer otra cosa más que mirar con asombró.
Herramientas, piezas de metal y esquemas mecánicos estaban esparcidos por todas partes, pero todo tenía su lugar.
Serval se apoyó en una mesa y los miró con una ceja levantada.
"Déjenme adivinar. Necesitan ayuda con algo peligroso, ¿verdad?"
Dan Heng le dirigió una mirada sería.
"Bronya dijo que podíamos confiar en tí."
"¿Eso quiere decir que tu no confías en mi? ¡Muy bien, eso es bastante inteligente! Pero no creo que debas preocuparte, Cocolia y yo ni siquiera hablamos. Fue ella quien me hecho de los Arquitectos, me niego a hacer algo como ponerme de su lado."
Seele asintió.
"Estamos aquí por el Stellaron. Necesitamos encontrarlo y sellarlo antes de que sea demasiado tarde."
Serval suspiró.
"¿Entonces fue por eso?" Serval asintió como si finalmente entendiera algo.
"Se sabe que Bronya regresó anoche luego de estar fuera por un buen tiempo, no se sabe que ocurrió pero no se la a visto desde entonces y la guardia ha regresado del fragmentum por orden de la guardiana suprema para enfrentar a unos supuestos enemigos que buscan destruir Belobog. Se referían a ustedes ¿Verdad?"
7 de Marzo parecía indignada.
"¡¿Destruir Belobog?! ¡Nosotros no haríamos tal cosa!"
Serval negó con la cabeza.
"No los conozco desde hace tanto e incluso yo puedo notar eso, también no sería la primera vez que algo como esto ocurre, solo que yo la tuve un poco más fácil que ustedes. Cocolia causó mi despido luego de llegar a la conclusión de que me estaba metiendo donde no debía ¿Saben que fue eso?"
Dan Heng cruzó los brazos.
"¿Que fue?"
"El Stellaron, quería descubrir si de alguna manera estaba relacionado con el estado del planeta y el fragmentum."
Seele miró a Serval con una expresión sería.
"¿Nos ayudarás?"
La mujer sonrió.
"Siempre me han gustado las causas perdidas. Pero si voy a arriesgarme, quiero ver ese Stellaron con mis propios ojos. Quiero saber qué tan peligrosa es realmente esa cosa."
Aleph asintió.
"Nos parece justo."
Justo cuando parecía que tenían todo bajo control…
Toc. Toc. Toc.
El sonido de golpes firmes en la puerta congeló a todos en su lugar.
Serval se giró con una expresión tensa.
"…No puede ser."
"¿Quién es?" susurró 7 de Marzo.
Antes de que Serval pudiera responder, una voz firme se escuchó del otro lado.
"Serval. Soy yo."
El grupo sintió un escalofrío.
Era Gepard Landau.
El comandante de la Guardia de Belobog y el hermano menor de Serval.
"Vine a visitarte, recordé que olvidé aquí mi termo de edición limitada. Ábreme la puerta."
Los ojos de Serval se abrieron con alarma y rápidamente miró al grupo.
"¡Escóndanse!"
Sin dudar, todos buscaron un lugar para ocultarse.
Seele y 7 de Marzo se lanzaron detrás de una pila de cajas.
Dan Heng se movió hacia una esquina oscura del taller.
Stelle simplemente se dejó caer detrás de una mesa con su bate en mano.
Aleph, por otro lado, no tuvo tanta suerte.
Antes de que pudiera reaccionar, Serval lo agarró del brazo y lo empujó hacia el sofá, sentándolo con fuerza.
"¡Tú quédate aquí y cállate!"
Aleph parpadeó confundido.
"¿Qué—?"
Pero antes de que pudiera preguntar, la puerta se abrió y Gepard entró..
Su armadura relucía bajo la luz del taller, y su mirada era severa como siempre.
Su vista recorrió el lugar y finalmente se posó en Aleph y Serval, ambos congelados en una posición un tanto... Comprometedora.
Los dos se miraron en silencio.
Gepard frunció el ceño.
"…¿Quién es él?"
Serval sintió su corazón detenerse por un segundo.
En un intento desesperado por evitar sospechas, dijo lo primero que se le ocurrió.
"Él es… mi novio."
El taller quedó en completo silencio.
El grupo, oculto en sus respectivos escondites, abrió los ojos con incredulidad.
Dan Heng se cubrió la cara con una mano.
Seele y 7 de Marzo intercambiaron miradas de absoluta confusión.
Stelle observaba la escena con una ligera sonrisa, disfrutando del caos.
Y Aleph…
Aleph sintió que su alma dejaba su cuerpo.
"…¿Qué?"
Gepard entrecerró los ojos, cruzando los brazos.
Su expresión se tornó un tanto hostil.
"…¿Tu qué?"
Serval se obligó a sonreír.
"Mi novio. ¿No te lo había dicho?"
Aleph abrió la boca para protestar, pero Serval le clavó el codo en las costillas antes de que pudiera hablar.
Gepard miró a Aleph de arriba abajo con sospecha.
"¿Y desde cuándo exactamente están juntos?"
Aleph tragó saliva.
¿Por que sentía como si lo estuvieran por enviar a la guillotina?
Aleph sintió que el mundo se ralentizaba mientras Gepard lo analizaba con una mirada severa.
Dan Heng, desde su escondite, se masajeó las sienes con resignación.
7 de Marzo luchaba por contener la risa, mientras Seele observaba con el ceño fruncido, estaban perdiendo tiempo valioso, no importa cuan gracioso fuera ver la expresión en el rostro de Aleph.
"Desde hace…" Aleph intentó ganar tiempo, pero Serval le apretó el brazo disimuladamente.
"Desde hace unos meses," intervino ella con una sonrisa forzada. "No había tenido oportunidad de contarte."
Gepard no parecía muy convencido.
"¿Meses? Curioso que nunca mencionaras algo así antes."
"¡Bueno, tú nunca preguntas sobre mi vida personal!" Replicó Serval con fingida indignación.
"No puedo creerlo, pequeño Geppy ¡Que adorable eres! ¿Sientes celos por tu hermana mayor?"
Gepard exhaló con frustración.
"No es eso, es solo que me preocupa que no sea alguien confiable."
Aleph carraspeó, intentando recuperar la compostura.
"Soy una persona completamente decente y respetable, lo prometo."
Gepard se cruzó de brazos.
"¿De qué trabajas?"
Aleph se detuvo a medio camino.
"No puedo decir que soy un universitario sin mis viejos papeles, ¿jugador? Alguien como él seguro los desprecia ¿Invocador de demonios? Ni de chiste... Piensa, piensa ¿Que sería lo más adecuado?"
"Eh… soy… mecánico."
Serval casi se atraganta.
"¿Mecánico?"
Aleph forzó una sonrisa.
"Sí, por eso estoy aquí en el taller de Serval. Nos conocimos hablando sobre… engranajes."
Gepard lo miró fijamente con una ceja levantada.
"¿Engranajes?"
"Sí… grandes, pequeños, circulares, cuadrados…"
7 de Marzo tuvo que morderse el puño para no soltar la carcajada, Seele intentaba con todas sus fuerzas contener la risa y mantener su expresión sería pero era increíblemente difícil.
Gepard no parecía convencido, pero al final suspiró.
"Bien. Confío en el juicio de mi hermana, pero quiero dejar algo en claro."
Se inclinó un poco hacia Aleph y le susurro lo suficientemente bajo como para que Serval no lo escuchará, sus ojos eran fríos.
"Si le rompes el corazón…"
Colocó su mano en la empuñadura de su espada.
"Yo te rompo las piernas."
Aleph sintió un sudor frío recorrer su espalda.
"¡No lo haré, lo juro!"
Gepard lo miró un momento más antes de asentir con aprobación.
"Más te vale."
Seele susurró desde su escondite.
"Esto es glorioso."
Después de unos minutos, Serval logró desviar la conversación a otro tema menos peligroso.
Finalmente, Gepard se despidió.
"Regresaré otro día, Serval. Cuídense."
Miró a Aleph una última vez.
"Y tú… compórtate."
Aleph tragó saliva y asintió rápidamente.
Cuando la puerta finalmente se cerró, hubo un momento de silencio absoluto.
Luego…
"Jajajajajajajajaja."
7 de Marzo y Stelle estallaron en carcajadas.
Seele sonrió con diversión, mientras Dan Heng suspiraba con un leve gesto de resignación.
Aleph se dejó caer en el sofá, cubriéndose el rostro con las manos.
"Quiero morir. No debi salir de Underworld."
Serval, con las mejillas rojas, lo miró con una mezcla de culpa y diversión.
"Bueno… al menos funcionó."
Aleph se giró hacia ella con incredulidad.
"¡¿Funcionó?! ¡Tu hermano ahora cree que estamos saliendo!"
"Hey, podrías haberme seguido el juego mejor," dijo Serval con una sonrisa burlona.
Seele se acercó, aún divertida.
"Pff No te preocupes, Aleph. Si alguna vez te rompen las piernas, Natasha podría arreglarte o en su defecto podríamos pedirle a Clara que negocie con Svarog para hacerte unas robóticas."
7 de Marzo le dio una palmada en la espalda.
"¡Deberías estar feliz! Ahora tienes un cuñado en la Guardia."
Stelle solo se acercó y le susurró a Aleph con una expresión bastante burlona dentro de sus estándares.
"Podrías hacer que sea real."
Aleph se quedó sin palabras... Bueno, Serval es muy hermosa.
No, no ese no era el punto.
Serval chasqueó la lengua.
"Bueno, basta de bromas. Regresemos a lo importante."
Se cruzó de brazos y los miró con seriedad.
"Los ayudaré, pero con una condición."
El grupo recuperó la compostura y la miró atentamente.
"Quiero ver el Stellaron con mis propios ojos."
Aleph asintió.
"Trato hecho."
Dan Heng intervino.
"Entonces, ¿cómo nos movemos sin ser detectados?"
Serval sonrió.
"Tengo un plan."
Serval se apoyó en su mesa de trabajo, evaluando al grupo con una expresión pensativa.
"Bien. Si quieren moverse sin ser detectados, lo primero es evitar la Guardia de Belobog. Gepard no debería ser un problema ya que le tomara un tiempo regresar al frente."
Seele se cruzó de brazos.
"Más fácil decirlo que hacerlo."
Dan Heng asintió.
"Con lo que dijo Cocolia sobre nosotros, la Guardia debe estar en máxima alerta."
Serval sonrió con un brillo astuto en los ojos.
"Es por eso que no nos infiltraremos a escondidas… sino con estilo."
7 de Marzo inclinó la cabeza.
"¿Qué quieres decir con 'con estilo'?"
Aleph sintió un escalofrío.
"No me gusta a dónde va esto…"
Serval se alejó un momento y regresó con un par de trajes industriales.
"Nos haremos pasar por técnicos de mantenimiento. La Ciudad Superior siempre tiene gente arreglando sus sistemas, y con las conexiones adecuadas, nadie hará preguntas."
Dan Heng examinó los uniformes.
"Esto… podría funcionar."
Seele miró el atuendo con desconfianza.
"Espero que no esperes que use esto."
Serval le lanzó un uniforme.
"Pues sí, porque no hay alternativa."
7 de Marzo tomó el suyo y lo sostuvo frente a ella.
"¡Wow, esto tiene estilo!"
Aleph miró su uniforme con resignación.
"Al menos no es un vestido."
Stelle ya se lo estaba poniendo sin hacer preguntas.
Serval ajustó su propio atuendo y se puso unas gafas protectoras.
"Bien. Ahora, la clave de este plan es que caminemos con confianza. Si actuamos como si pertenecemos, nadie nos cuestionará."
Aleph suspiró.
"Sí, claro. Como si eso siempre funcionara."
7 de Marzo le dio un codazo con una sonrisa.
"Vamos, chico nuevo. Disfruta el espectáculo."
Con el plan en marcha, el grupo se preparó para infiltrarse en el corazón de la Ciudad Superior.
****************
El grupo, ahora vestido con los uniformes de técnicos de mantenimiento, se dirigió hacia la zona restringida de los guardias con una confianza forzada.
Serval lideraba el grupo, caminando con la actitud relajada de alguien que tenía derecho a estar ahí. Aleph iba a su lado, aún sintiendo la mirada molesta de Seele por todo el asunto del "novio falso" y como la habían hecho perder tiempo valioso.
Dan Heng y Stelle mantenían la calma, mientras que 7 de Marzo parecía disfrutar demasiado del disfraz.
"¡Wow, esto sí que se siente oficial! ¡Voy a hablar con jerga técnica para que suene más real!"
Aleph suspiró.
"Por favor, no hagas eso."
A medida que se acercaban a la zona de control, los guardias de la Ciudad Superior revisaban a cada persona que intentaba cruzar.
Seele se tensó.
"Si nos descubren, será un desastre."
Serval sonrió con confianza.
"Tranquilos, confíen en su líder de equipo."
Se acercaron a un puesto de control donde un guardia miró sus identificaciones falsas.
"¿Motivo de entrada?"
Serval le dedicó una sonrisa amigable.
"Inspección rutinaria de la red de energía. Hubo algunas fluctuaciones extrañas cerca del Motor de la Creación."
El guardia revisó una terminal.
"…No tengo registro de una inspección programada."
7 de Marzo se inclinó hacia Aleph.
"¿Ves? Es aquí donde metemos tecnicismos y—"
Aleph le tapó la boca antes de que pudiera hablar.
"Silencio Pinkie Pie."
Serval se encogió de hombros.
"Bien, si prefieren que esperemos una aprobación oficial, háganlo, pero si luego hay un apagón inesperado, no vengan a quejarse conmigo."
El guardia dudó.
Los problemas con la energía no eran raros últimamente…
Finalmente, suspiró y los dejó pasar.
"Bien, pero no se metan en problemas."
Serval le guiñó un ojo.
"Siempre me porto bien."
El grupo cruzó la entrada con éxito.
Cuando ya estaban lejos, 7 de Marzo se soltó de Aleph.
"¡Oye! ¿Por qué me callaste?"
Aleph la miró con cansancio.
"Porque hubiera sido un desastre."
Dan Heng suspiró.
"Dejemos la discusión para después. Ya estamos dentro."
Seele miró el horizonte con una expresión seria.
"Bien… Ahora es cuando realmente comienza nuestra misión."
Ahora que habían infiltrado en el área restringida, su siguiente objetivo era claro:
Llegar al Stellaron.
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La Epopeya de Aleph y 7 de Marzo: El Origen de la Contienda
"Un relato de gloria y ruina, de astucia y venganza, de caos y justicia."
"En un tiempo de paz y relativa armonía dentro del Expreso Astral, surgió un conflicto que sacudiría los cimientos del mismísimo cosmos. No fue la obra de un dios caído ni la ira de un emperador galáctico. No. Su origen fue mucho más pequeño, y a la vez, infinitamente más peligroso: el nacimiento de una rivalidad."
Todo comenzó con un simple acto.
Aleph, en su infinita sabiduría (o falta de ella), decidió que sería una idea brillante jugar una pequeña broma a 7 de Marzo.
"¿Qué es lo peor que podría pasar?" pensó con una sonrisa de autosatisfacción mientras ajustaba la configuración del control de temperatura de la ducha de la joven fotógrafa.
El escenario estaba listo.
Cuando 7 de Marzo entró en el baño esa mañana, esperaba una ducha relajante y cálida.
Lo que recibió fue un asalto helado que desafió todas las leyes de la misericordia.
"¡ALEEEEEEEPH!"
El grito de indignación resonó por todo el Expreso Astral, haciendo temblar los cristales y perturbando la paz de los viajeros desprevenidos.
Dan Heng, quien en ese momento disfrutaba de una lectura tranquila en su habitación, sintió un escalofrío recorrer su espalda.
"Tengo un mal presentimiento…" murmuró con la voz llena de incertidumbre.
7 de Marzo emergió del baño envuelta en una toalla y con una expresión que haría temblar incluso al mismísimo Nanook.
"Voy a matarlo."
Aleph, quien ya anticipaba la represalia, se había atrincherado estratégicamente detrás del sofá del salón común.
"¡Fue un experimento social! ¡Piensa en la ciencia, 7 de Marzo!"
"¡Piensa en el agua helada en me cuerpo!"
"... No es mala idea."
Y así, con esa proclamación de guerra, la batalla comenzó.
Fue la primera de muchas.
Los engranajes del destino habían girado. El Ciclo Infinito de Venganza había sido puesto en marcha.
El Expreso Astral jamás volvería a ser el mismo.
Acto 2 – La Primera Gran Ofensiva
"La guerra estaba declarada. No habría piedad, solo ingenio y caos."
"Y así fue como la paz del Expreso Astral fue destrozada por la chispa de una batalla sin cuartel. Como en las epopeyas de antaño, los guerreros no se enfrentaban por reinos ni tesoros, sino por el honor… y la satisfacción de ver al otro sufrir en el ridículo."
7 de Marzo no era alguien que se dejara humillar sin consecuencias.
Era una artista, una maestra de la creatividad. Y si Aleph creía que podía atacarla con una simple ducha helada y salir ileso, estaba gravemente equivocado.
El contraataque fue orquestado con una precisión milimétrica digna de un general legendario.
Primero, el escenario debía prepararse.
Aleph, confiado en su victoria, se había relajado demasiado. Después de un día entero sin represalias, bajó la guardia.
Grave error.
El ataque de 7 de Marzo llegó en la noche, cuando el guerrero enemigo más vulnerable se hallaba en los dominios del descanso.
Mientras Aleph dormía plácidamente, ajeno a la tormenta que se cernía sobre él, 7 de Marzo ejecutó su ofensiva con una maestría que haría llorar de orgullo a Sun Tzu.
Con la destreza de una sombra en la noche, rediseñó su habitación.
Cada objeto había sido sutilmente reemplazado por copias de hielo esculpidas con precisión.
La almohada.
Las sábanas.
La mismísima ropa en la silla.
Y para rematar un una escultura de un sofá con un Welt Yang semi desnudo posando de manera sexy.
El resultado fue una trampa mortalmente helada que solo esperaba a que su víctima despertara.
Cuando la mañana llegó y Aleph, aún con el sueño pegado en los ojos, intentó moverse…
Un escalofrío recorrió su cuerpo.
Un frío inhumano, ineludible, que no pertenecía a este mundo.
Aleph abrió los ojos lentamente.
"¿…Por qué se siente tan…?"
Su cerebro tardó en procesar la escena frente a él.
Su habitación.
Toda de hielo.
La parálisis del shock lo sostuvo en su lugar por varios segundos.
Entonces, el sonido fatal llegó.
"¡Buenos días, Aleph!"
7 de Marzo apareció en el umbral de la puerta, con una sonrisa angelical y su cámara en mano.
FLASH.
La foto fue tomada en el momento exacto en el que Aleph se dio cuenta de su derrota.
Y así, la historia registró la Primera Gran Ofensiva de 7 de Marzo.
Pero la guerra estaba lejos de terminar.
Porque en su interior, Aleph hizo un juramento silencioso.
"N-No caeré solo, maldita sea. Arrastraré a esa tonta conmigo."
El conflicto apenas comenzaba.
Acto 3 – Colateral
"En toda guerra hay daños colaterales… y nunca imaginó que él sería el primero."
"En toda guerra hay inocentes que, sin buscarlo, son arrastrados al conflicto. No por voluntad propia, sino por el cruel designio del destino. Y así, el erudito de la lanza, el guardián del conocimiento y la paciencia, Dan Heng… se convirtió en la primera víctima colateral."
Dan Heng había desarrollado un talento especial para ignorar los problemas ajenos.
Después de todo, vivía rodeado de personalidades caóticas.
Había aprendido a detectar el peligro antes de que lo afectara.
Pero esta vez, su instinto lo falló.
No vio venir el ataque.
No sintió el cambio en la atmósfera.
No pudo evitar su desafortunado destino.
La mañana después de la Ofensiva Helada, Dan Heng salió de su habitación como cualquier otro día, listo para su rutina matutina.
Pero el campo de batalla ya había sido preparado.
Y él, sin saberlo, había entrado en la zona de guerra.
Aleph, en su deseo de venganza, había orquestado una trampa magistral.
El plan era simple.
7 de Marzo siempre tomaba té caliente por la mañana.
Así que Aleph, con la paciencia de un cazador, había intercambiado su taza con una especial.
Una taza que contenía el terror líquido en su forma más pura.
Un brebaje indescriptible, más cercano a un castigo divino que a una bebida.
Era…
Café con sal y laxantes.
Un abominable experimento que desafiaba la moralidad de la humanidad.
El momento decisivo llegó.
7 de Marzo tomó la taza con alegría, sin notar el cambio.
Dio un sorbo.
Y entonces…
"…"
Su expresión pasó por todas las fases del sufrimiento humano.
Confusión.
Negación.
Dolor.
Traición.
Era la victoria perfecta.
Pero…
La taza no era la suya.
Por un fatídico giro del destino…
Dan Heng había tomado la bebida maldita.
Y mientras el universo se burlaba de él, el erudito de la lanza probó el sabor de la desesperación.
Silencio absoluto.
El Expreso Astral entero contuvo el aliento.
Aleph y 7 de Marzo, testigos del horror, esperaron la reacción.
Dan Heng bajó lentamente la taza, con una expresión vacía.
Observó el líquido oscuro en su interior, como si contemplara el sinsentido de la existencia.
"…¿Por qué?"
Su voz era un susurro cargado de resignación.
Aleph dio un paso atrás, sintiendo un escalofrío.
Había cometido un error.
Porque Dan Heng…
No olvidaría esto.
Jamás.
Y así, el guardián del conocimiento se convirtió en un alma en pena, su espíritu quebrado por el ataque inesperado.
Y lo peor aún estaba por venir.
Porque en el horizonte…
La navegante estaba a punto de descubrir el verdadero horror.
"Iré a comprar algunas cosas para Pom-Pom." Welt Yang, tal vez sintiendo el peligro que se acercaba busco cualquier excusa posible para salir del Expreso Astral.
Acto 4 – La Ira de la Dama del Café
"Cuando el más preciado tesoro de un guerrero es destruido, solo queda la furia."
"En toda guerra, hay actos imperdonables. Y entre todas las calamidades posibles, existe un límite que no debe cruzarse. Un punto sin retorno. Un pecado tan atroz que desata la ira de los dioses y condena a los mortales.
En esta guerra… ese pecado fue cometido."
El Expreso Astral vibraba con una energía inquietante.
Dan Heng, todavía en estado de trance, contemplaba su existencia.
7 de Marzo fulminaba a Aleph con la mirada, su mente tramando venganza.
Y entonces…
El destino tejió su siguiente tragedia.
Aleph, sin miedo a las consecuencias, dio el golpe más temerario de todos.
En su sed de venganza, su siguiente objetivo no era 7 de Marzo.
No.
Era algo mucho más grande.
El café de Himeko.
Más específicamente pensaba culparla por ello.
La única razón por la que la navegante del Expreso Astral no había perdido la cordura en tantas crisis.
El elixir sagrado que mantenía el orden del cosmos.
Pero Aleph, en su osadía, había decidido jugar con fuego.
En la noche anterior, en la clandestinidad de su operación, intercambió la reserva de café de Himeko por granos descafeinados e incluso entonces se había asegurado que la cantidad fuera apenas suficiente como para una taza y nada más.
Una acción tan desalmada que, de haber sido descubierta en ese momento, podría haber sido considerada un acto merecedor de la pena de muerte.
Pero nadie lo supo.
No hasta la fatídica mañana…
Cuando Himeko, con su taza en la mano, dio el primer sorbo de su adorado café.
Y su mundo se detuvo.
"…"
Se quedó en silencio.
El universo se estremeció.
El cosmos contuvo la respiración.
El Expreso Astral entero se sumió en un escalofriante vacío.
Entonces, con una calma antinatural, Himeko bajó lentamente la taza.
Observó el líquido dentro, como si su mente se negara a aceptar la realidad.
Dio otro sorbo.
Nada.
No había café.
No había energía.
No había vida.
Solo un vacío descafeinado que consumía su alma.
Y así, la leyenda se hizo realidad.
Se produjo…
El Rugido de la Dama del Café.
"¡¡¿QUIÉN HIZO ESTO?!!"
Su voz resonó como un trueno que sacudió todo el tren.
Los vagones temblaron.
Las luces parpadearon.
En algún rincón del universo, un dios menor sintió miedo sin razón aparente.
En el puente del Expreso, Pom-Pom se cubrió las orejas y se escondió detrás de una silla.
Dicen que, su grito de ira y angustia helvalienteó la sangre de los más valientes. Que su lamentó se extendió a través del cosmos, rompiendo la barrera entre mundos.
7 de Marzo sintió un escalofrío y se giró hacia Aleph, con la cara pálida y una mirada desesperada.
"¿Qué hiciste?"
Aleph sonrió con orgullo.
"Una obra de arte."
Entonces, la puerta de la cafetería estalló al abrirse de golpe.
Himeko apareció.
Su expresión era la de un depredador que había sido privado de su presa.
Sus ojos ardían con una furia insondable.
Un aura ardiente que gritaba muerte la envolvía.
En su mano, la taza vacía temblaba con su ira.
"¿Quién fue el responsable?"
Nadie respondió.
El silencio era absoluto.
7 de Marzo y Aleph se señalaron el uno al otro.
Pero entonces…
Dan Heng, aún en trance luego de tres horas en el baño, levantó lentamente el dedo y señaló a Aleph.
"…Él."
Aleph se giró con una mirada de traición absoluta.
"¡¿Tú también, Dan Heng?!"
Pero no hubo tiempo para palabras.
Porque en ese momento, Aleph comprendió lo que significaba temer por su vida.
Porque Himeko…
Ya había sacado su arma.
Y en el Expreso Astral, comenzó la caza.
Acto 5 – El Exilio del Bromista
"Toda gran guerra tiene un vencedor y un vencido. Y cuando un reino cae… su rey debe huir antes de enfrentar su destino."
"En la historia de las grandes guerras, siempre llega el momento en que un general es forzado a huir.
Cuando sus aliados lo abandonan.
Cuando su castillo es asediado.
Cuando la victoria se convierte en derrota.
En esta guerra de bromas, Aleph comprendió esa verdad… demasiado tarde."
"¡Aleph, no puedes escapar para siempre!"
El rugido de Himeko sacudió el Expreso Astral.
El tren entero se convirtió en un campo de caza.
Pasillos, habitaciones, la sala de mandos… ningún rincón era seguro.
Aleph corría con todas sus fuerzas, esquivando tazas lanzadas con precisión milimétrica y estallidos de energía que convertían el suelo en un infierno abrasador.
Pom-Pom, asomando la cabeza desde un rincón, vio a Aleph pasar como un rayo y murmuró con horror.
"Es terrible… nunca antes el Expreso a sufrido una desgracia de este nivel."
Detrás de Aleph, el caos reinaba.
7 de Marzo, en un acto de puro instinto de supervivencia, había cambiado de bando y ahora alentaba a Himeko.
"¡Vamos, Himeko! ¡Hazlo pagar!"
Stelle, aún con su bate en mano, solo miraba la escena como si estuviera disfrutando de un buen espectáculo.
Dan Heng, aún en trance existencial, observaba con una expresión vacía.
"…Se lo merece." Incluso el Dragón Impasible podía sentir rencor.
Y así, Aleph comprendió la verdadera soledad.
No tenía aliados.
No tenía refugio.
Solo tenía una única opción.
"¡¡¡Tiempo fuera!!!"
Gritó desesperado, levantando las manos en señal de rendición.
Himeko se detuvo, aunque su mirada seguía ardiendo con furia.
"Tienes diez segundos para convencerme de no lanzarte por una ventana."
Aleph jadeaba, apoyando las manos en las rodillas.
"Fue… un experimento social…"
La temperatura en la habitación aumentó diez grados.
Aleph levantó las manos de nuevo.
"¡Espera, espera! ¡Lo arreglaré! ¡Pagaré por todo el café que arruiné!"
Himeko entrecerró los ojos.
"¿Tienes suficientes créditos?"
Aleph palideció.
"…¿Puedo pagar con mi cuerpo?"
Un segundo de silencio.
Luego, la ira de Himeko se reavivó.
"¡¡¡Muere!!!"
"¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOO!!!"
Y así, Aleph huyó nuevamente.
Hacia un destino incierto.
Hacia un castigo inevitable.
Hacia la leyenda de El Bromista Exiliado.
FIN.
Acto Extra: El regreso de Welt Yang.
"¿Que pasó aqui?" Se preguntó Welt al ver el Estado del Expreso. Tal parecía que su elección de usar una excusa para salir del lugar había sido la acción correcta.
"¿Haz visto a Aleph? Tengo que matarlo."
Welt parpadeo dos veces con confusión al ver a una Himeko completamente furiosa y armada mirándolo con una sonrisa extremadamente forzada.
"... No."
Dejó la Bolsa que había traído en una mesa cercana y huyó de regreso a su habitación lo más rápido posible. Tal vez cuando despertara mañana todo habria sido un sueño.
....
Himeko observó con sorpresa la bolsa que Welt Yang había dejado allí.
Podía ver en ella los dulces favoritos de Pom-Pom y...
"¿Café?"
Por un momento su mirada se dirigió hacia la espalda cada vez más lejana de Welt Yang.
Al parecer aún quedaban héroes en este mundo cruel.