Hace mucho...

Jenny intentaba concentrarse en su trabajo, sumergida en el papeleo de la investigación, aunque su mente parecía empeñada en revivir la madrugada anterior. La cercanía de Connie, la intensidad en su mirada y aquel contacto inesperado cuando le tocó el rostro… Todas esas imágenes se repetían en su cabeza, distraída, como si una parte de ella todavía estuviera en ese apartamento, junto a Connie.

Sacudió la cabeza, frustrada consigo misma. Concéntrate, Parker, se repitió, pasándose una mano por el cabello. Estaba dispuesta a sumergirse en el expediente de nuevo cuando el teléfono sobre su escritorio comenzó a sonar. Jenny lo atendió de inmediato, agradecida de cualquier interrupción que la sacara de sus pensamientos.

—Parker, ¿quién habla?

Del otro lado, la voz de Connie la recibió, suave y sin rodeos:

—¿Podrías venir a mi apartamento rápido?

Antes de que pudiera responder, el clic del teléfono al colgar la dejó en silencio, estupefacta. Connie no había dado más detalles, ni una razón concreta, pero había algo en su tono que no le permitía quedarse tranquila.

Sin pensarlo demasiado, Jenny agarró su chaqueta, dejando atrás el papeleo, y partió hacia el apartamento de Connie. ¿Qué estará pasando ahora?, pensó, tratando de no darle demasiada importancia, aunque su pecho latía con la preocupación que no podía disimular.

Sin embargo, cuando llegó, la sorpresa fue absoluta: media hora después estaba en un supermercado, cargando una cesta de compras mientras Connie se debatía entre dos tipos de salsa de tomate, estudiando las etiquetas como si se tratara de una decisión de vida o muerte.

Jenny la miraba con una mezcla de exasperación y desconcierto, sosteniendo la cesta que cada vez estaba más llena, y finalmente no pudo contenerse.

—¿En serio me llamaste para esto? —preguntó, en un tono entre cansado y sarcástico.

Connie ni siquiera la miró, manteniendo la vista en las botellas mientras respondía en tono despreocupado:

—Se supone que estás protegiéndome, ¿no? Podrían atacarme aquí. Además, siempre has sido fuerte para cargar cosas, Jen. Sabía que no te importaría ayudarme.

Jenny resopló, sin poder evitar una sonrisa irónica. Sabía que eso era improbable, que el atacante actuaba en las casas de las víctimas, pero aún así la dejó hablar, siguiéndola con la cesta cada vez más llena.

Mientras avanzaban por los pasillos, Connie comenzó a hablar de las recetas que quería probar esa semana: unos espaguetis con salsa casera, un guiso de lentejas con especias, una tarta de vegetales... La lista parecía interminable y Jenny asentía, respondiendo en monosílabos, aunque en realidad estaba en otra parte. Mientras la escuchaba hablar de la cena y de los ingredientes, los recuerdos de aquellas noches donde Connie le preparaba la cena después de un largo día en la estación volvieron a su mente.

Habían sido noches de complicidad, de risas y tranquilidad, y Jenny se sorprendió al recordar lo mucho que había disfrutado de esos momentos simples. Las conversaciones, las bromas, el sabor de las comidas que Connie había aprendido a perfeccionar solo para hacerla sonreír... Ahora parecía otro tiempo, un recuerdo lejano y, a la vez, dolorosamente cercano.

Después de pagar, salieron del supermercado con Jenny cargando las bolsas, como si fuera lo más natural del mundo. Connie caminaba delante, hablando animadamente mientras miraba su teléfono de vez en cuando. Jenny la seguía en silencio, con las bolsas en ambas manos, observándola de reojo, aún perdida en pensamientos.

Pero al cruzar una esquina, algo cambió en un instante: una bicicleta venía a toda velocidad hacia ellas, y Connie no la había visto.

Instintivamente, Jenny dejó caer las bolsas, dio unos pasos rápidos hacia adelante y rodeó a Connie con sus brazos, jalándola hacia atrás con firmeza y apartándola justo a tiempo para evitar el impacto.

Connie parpadeó, sorprendida, y luego echó la cabeza hacia atrás, mirando a Jenny con los ojos muy abiertos. Había un brillo de sorpresa en su rostro, pero también algo más: un destello de esa complicidad que ambas habían compartido en otro tiempo.

—Hace mucho que no me abrazabas así, Parker —murmuró Connie con una sonrisa pícara, dejando caer la cabeza un poco más hacia el pecho de Jenny, disfrutando del momento.

Jenny sintió un escalofrío recorrerle la columna. La cercanía, el calor de Connie entre sus brazos, la fragancia de su perfume… Era demasiado familiar, demasiado poderoso. Intentó recomponerse, aunque su voz salió un poco más suave de lo que quería.

—Solo te estaba quitando del camino, Connie —dijo, aflojando el agarre y soltándola con lentitud, tratando de ocultar el temblor en sus manos.

Connie la miró un instante más, observando cada detalle de su expresión, como si quisiera memorizarla. Finalmente, sonrió y bajó la vista, sin poder evitar un agradecimiento murmurado.

—Gracias, Jenny. De verdad.

Connie se dio media vuelta, y Jenny soltó un suspiro, volviendo a recoger las bolsas que había dejado en el suelo. Mientras la alcanzaba, se dio cuenta de que su rostro estaba más caliente de lo que le gustaría admitir, y un extraño latido en su pecho le recordó lo mucho que todavía significaba Connie para ella, aunque intentara negarlo.

Continuaron caminando, Connie hablando con normalidad, haciendo bromas como siempre. Pero algo había cambiado, una tensión silenciosa que ahora latía entre ellas, algo que ambas notaban pero que ninguna se atrevía a mencionar. Y aunque Jenny intentaba convencerse de que todo era parte de su trabajo, de que aquello solo era una protección temporal, cada vez era más difícil ignorar los sentimientos que pensaba haber dejado atrás.

Con cada paso, el calor en su pecho le recordaba que había algo que nunca había podido dejar completamente, y que, quizá, aquella situación no era solo una misión profesional, sino también una oportunidad que la vida le estaba dando para confrontar lo que aún quedaba sin resolver.