Capítulo 4: El Pacto de las Sombras

La luna se alzaba sobre las ruinas de Aethelgard, proyectando sombras alargadas sobre los escombros. El viento arrastraba cenizas y susurros de viejas batallas. Entre los restos de la ciudad, Kael, Lyra y Anya permanecían en guardia, sus cuerpos tensos mientras observaban la figura que emergía de la oscuridad.

Era un hombre alto, de tez robusta, cubierto por una armadura negra con símbolos del Caos grabados en el metal. Su capa, raída por el tiempo y la guerra, se agitaba con el viento. Pero lo que más inquietaba no era su apariencia, sino su mirada. No había locura en sus ojos, ni la semilla de sangre típica de los guerreros del Caos. En su lugar, se reflejaba algo más peligroso: el conocimiento.

—He oído hablar de ustedes —dijo el hombre con voz profunda—. Buscan el equilibrio entre el Orden y el Caos.

Kael estrechó los ojos y llevó una mano a la empuñadura de su espada. —Y ¿quién eres tú para hablar de equilibrio?

El hombre suena con calma. —Mi nombre es Corvus. Y he pasado años buscando la verdad sobre esta guerra interminable.

Lyra no ocultó su desconfianza. —Cualquiera puede decir eso. Pero llevas los símbolos del Caos. ¿Por qué deberíamos confiar en ti?

Corvus inclinó levemente la cabeza. —Porque yo también busco la Ciudad de las Sombras.

El silencio cayó sobre el grupo. La sospecha se hizo evidente en los ojos de Kael y Lyra, pero Anya parecía más analítica.

—Si conoces el camino —dijo la maga—, entonces has estado allí antes.

—No del todo —admitió Corvus—. Pero siguió sus rastros, estudió los textos antiguos. No es solo un mito. Existe. Y es la clave para entender el verdadero poder del Caos.

Kael cruzó los brazos. —¿Y qué ganas tú con esto?

La sonrisa de Corvus se desvaneció. —Lo mismo que ustedes. La verdad.

Lyra bufó, aún con la mano en su arco. —Demasiado conveniente.

Antes de que Corvus pudiera responder, un sonido retumbó en la lejanía. Pasos pesados. Voces distantes.

—Patrullas del Orden —susurró Anya.

El grupo se tensó. Corvus miró hacia la dirección del ruido y luego fijó la vista en Kael.

—Si realmente buscan la Ciudad de las Sombras, no tenemos tiempo para discutir. Puedo guiarlos fuera de aquí sin ser detectados.

Kael miró a Lyra y Anya. La duda era evidente en sus rostros. Pero la realidad era clara: si los soldados los encontraban, no saldrían de allí con vida.

—Si nos traicionas —advirtió Kael—, me aseguraré de que tu muerte no sea rápida.

Corvus caminando, sin rastro de miedo en su expresión.

—Entonces sigan mi camino.

Con el eco de los soldados acercándose, Kael, Lyra y Anya tomaron una decisión incierta. Se internaron en las sombras junto a Corvus, sin saber si habían hecho un pacto con un aliado… o con su futura perdición.

El camino a la Ciudad de las Sombras había comenzado.