El camino hacia la Ciudad de las Sombras se había convertido en una prueba despiadada. Las ruinas de Aethelgard, en su estado derruido, formaban un laberinto de piedra y sombras, donde cada paso podía ser una trampa mortal. Kael, Lyra y Anya avanzan con cautela, con Corvus guiándolos a través de pasadizos ocultos y callejones cubiertos de maleza.
Pero no estaban solos.
Los soldados del Orden patrullaban sin descanso, buscando cualquier indicio de disidencia. Mientras tanto, los Renegados del Caos acechaban en la oscuridad, guardando el momento propicio para atacar. Más que una guerra entre bandos, aquello se sentía como una cacería, y ellos eran la presa.
Con cada día que pasaba, la magia del Caos se volvía más intensa en el aire, una vibración oscura y palpitante que les erizaba la piel. El ambiente se volvió sofocante, el peso de lo desconocido presionando sus almas.
Y entonces, llegó la emboscada.
Criaturas de la Oscuridad
En el corazón de un bosque marchito, donde los árboles se retorcían como garras contra el cielo, emergió el peligro. De entre la bruma, sombras líquidas cobraron forma, transformándose en seres grotescos con ojos incandescentes y garras afiladas como cuchillas.
Criaturas del Caos.
Un rugido gutural quebró el silencio antes de que la horda se abalanzara sobre ellos.
Kael fue el primero en reaccionar. Desenvainó su espada con un destello oscuro y cargó contra los monstruos, su acero desgarrando carne corrompida. La batalla era brutal, cuerpo a cuerpo, sin espacio para la vacilación.
Lyra retrocedió apenas lo necesario para tensar su arco. Cada flecha de luz que disparaba encontraba su objetivo, perforando las sombras como relámpagos en la noche.
Anya levantó sus manos y conjuró un torbellino de energía, fusionando la magia del Orden y del Caos en un equilibrio imposible. Su hechizo atrapó a varias criaturas, desintegrándolas en un estallido de cenizas y oscuridad.
Pero fueron las habilidades de Corvus las que desconcertaron al grupo. Se movía con una fluidez inquietante, esquivando ataques con una precisión sobrenatural. Su espada, envuelta en un fulgor espectral, no solo cortaba a los monstruos, sino que parecía someterlos, doblando su voluntad por un instante antes de acabar con ellos.
— ¿Cómo demonios…? —murmuró Kael entre golpes.
Corvus no respondió. Su mirada permanecía fija en la batalla, sus movimientos calculados, como si conociera los secretos más oscuros de aquellas criaturas.
Pero no importaba cuántos derribaran. Por cada monstruo que caía, otros surgían de la niebla.
—Son demasiados —gruñó Lyra, retrocediendo mientras una criatura se lanzaba sobre ella.
Kael reaccionó de inmediato, interponiéndose con un tajo certero que hizo aullar al ser antes de desvanecerse.
—Tenemos que salir de aquí —gruñó.
—Sigan mis pasos —ordenó Corvus.
Sin más opción, el grupo se replegó detrás de él, corriendo entre los árboles retorcidos, esquivando raíces y sombras vivientes. A medida que se adentraban en el bosque, la presencia de los monstruos se debilitó, hasta que finalmente quedaron atrás.
El Santuario de las Sombras
Jadeantes y heridos, se detuvieron junto a una antigua formación de piedras cubiertas de inscripciones arcanas. Corvus observará el lugar con un destello de reconocimiento en los ojos.
—Este bosque es más que un simple refugio —dijo, su voz grave—. Hay un santuario aquí. Un lugar sagrado para aquellos que entienden la naturaleza del Caos.
Anya se acercó a las piedras, sus dedos recorriendo las runas con cautela. —El Santuario de las Sombras… —susurró.
Lyra, aún recuperando el aliento, frunció el ceño. —Y ¿qué tiene de especial?
—Es uno de los pocos lugares donde el Caos puede ser canalizado sin corromper al alma —explicó Corvus—. Pero también es un umbral. Un punto de conexión con fuerzas que pocos pueden comprender.
Kael entrecerró los ojos. —Nos ayudará a encontrar la Ciudad de las Sombras?
Corvus sonriendo con un aire enigmático.
—Si tenemos la voluntad de entrar… y sobrevivir a lo que nos espera dentro.
El grupo se miró en silencio. No tenían muchas opciones. Sus enemigos aún los buscaban. Sus cuerpos estaban al límite. Y el Santuario de las Sombras se erguía ante ellos como la única esperanza… o la trampa final.
Sin más alternativa, se adentraron en la oscuridad.
El verdadero viaje apenas comenzaba.