El Santuario de las Sombras se alzaba ante ellos como un espectro dormido, con sus muros erosionados por el tiempo y sus ventanas rotas semejando ojos vacíos que observaban en la oscuridad. Aquel lugar no pertenece a ningún bando. No era del Orden, ni del Caos. Era algo más antiguo. Algo que trascendía la guerra.
Kael, Lyra y Anya avanzaron con cautela detrás de Corvus, quien parecía conocer cada rincón del Santuario. Las paredes de piedra estaban cubiertas de inscripciones arcanas que susurraban en una lengua olvidada, y la atmósfera era densa, impregnada de una energía oscura y palpitante. Cada paso que daban resonaba como un eco de algo que esperaba en lo profundo.
El corazón del caos
Después de recorrer pasajes ocultos y cámaras que olían a polvo y tiempo, llegaron a una gran sala circular.
El techo arribadado estaba cubierto de símbolos que brillaban con un fulgor violáceo, pulsando al ritmo de una energía desconocida. En el centro de la cámara se alzaba un altar de piedra negra, y sobre él, flotando con un resplandor hipnótico, se encontraba un cristal de obsidiana.
Era hermoso y aterrador al mismo tiempo. Su superficie parecía reflejar el infinito, como si en su interior se escondiera el caos mismo del universo.
Corvus lo miró con respeto.
— La fuente del Caos. —Su voz resonó en la sala—. El corazón de la Ciudad de las Sombras.
Kael se acercó al altar, sintiendo una atracción incontrolable. Su corazón martillaba en su pecho. La magia del Caos lo llamaba, susurrándole promesas de poder y libertad. Pero también le publicidad de su propio peligro.
—Este cristal... —Anya lo miraba con fascinación y temor—. Es la raíz de la guerra.
—Entonces tenemos que destruirlo. —La voz de Lyra fue firme, sin titubeos.
Kael giró el rostro hacia ella.
— ¿Destruirlo? ¿Destruir el Caos? —Su voz sonó más dura de lo que pretendía—. El Caos es lo que nos impulsa a cambiar, a crecer, a evolucionar.
Lyra apretó los labios.
—El Caos también destruye sin sentido. Si no se controla, nos consumirá.
Anya se cruzó de brazos, pensativa.
—La cuestión no es destruirlo… sino equilibrarlo.
El silencio cayó sobre ellos.
Era la pregunta que nadie podía responder: ¿cómo equilibrar el Orden y el Caos sin que uno destruya al otro?
El Pacto
Corvus fue quien rompió el silencio.
—Hay una forma. —Sus ojos oscuros reflejaban la luz del cristal—. No podemos controlar el Caos, pero podemos pedir su ayuda.
Kael se llevó el premio.
—¿Qué estás sugiriendo?
—Un pacto.
Las palabras quedaron suspendidas en el aire.
Anya fue la primera en reaccionar.
—¿Un pacto con el Caos? Eso es una locura.
Corvus la miró con seriedad.
— ¿Es más locura que seguir una guerra interminable? El Orden y el Caos han intentado destruirse mutuamente durante siglos, y solo han conseguido arruinar este mundo. Pero si hacemos un pacto… podemos hablar con el Caos mismo . Podemos entenderlo.
Kael sintió un escalofrío recorriendo su espalda.
—¿Y qué precio tendría ese pacto?
Corvus entrecerró los ojos.
—Todo pacto tiene un precio. Pero el precio de no hacer nada es mucho mayor .
El silencio se hizo más denso.
Kael miró a Lyra. Ella quería destruir el cristal. Anya, en cambio, quería encontrar el equilibrio. Y él... él no sabía qué quería.
El cristal palpitaba, como si estuviera vivo. Como si estuviera esperando una respuesta .
Kael sintió que el destino del mundo pendía de un hilo.
Y que, una vez tomaran una decisión, no habría vuelta atrás.