El cristal de obsidiana latía con una energía oscura, su luz pulsante reflejándose en los rostros de Kael, Lyra, Anya y Corvus. En la penumbra del Santuario, el aire era denso, cargado con la presencia del Caos.
Kael sabía que no había vuelta atrás. Había sellado el pacto.
Corvus se acercó, su sombra proyectándose sobre el altar de piedra negra.
— El Caos te ha escuchado. —Su voz era solemne, casi reverente—.Te concederá el poder de moldear su magia, pero a cambio, exigirá su precio.
Kael tragó saliva.
—¿Cuál es ese precio?
Corvus lo miró a los ojos.
— Todo lo que fuiste.
La Renuncia
Kael sintió que algo se desgarraba dentro de él.
—¿Mi pasado?
—Tu identidad. Tus recuerdos. Tus lazos. —Corvus inclinó la cabeza—. El Caos no da nada sin tomar algo a cambio.
Lyra dio un paso adelante, su rostro lleno de preocupación.
—¡No puedes hacerlo! —Su voz temblaba—. Kael, si entregas tu pasado… ¿qué quedará de ti?
Anya lo miró con la misma angustia.
—Serás una cáscara vacía, un guerrero sin alma.
Pero Kael ya había tomado su decisión. La guerra tenía que terminar.
—Si este es el precio que debo pagar… lo haré.
Sin más palabras, colocó ambas manos sobre el cristal.
El mundo se quebró.
El Olvido
Una corriente de sombras lo envolvió, arrastrándolo hacia una oscuridad infinita. Sintió un dolor desgarrador en el pecho, como si algo le fuera arrancado con garras invisibles.
Los recuerdos comenzaron a desmoronarse.
Vio el rostro de su padre, un guerrero del Caos luchando en una batalla lejana… y luego desapareció.
Recordó su infancia, corriendo entre las ruinas de Aethelgard, riendo con Lyra… pero la risa se disipó como humo.
Su primera batalla, su primer amor, sus miedos, sus triunfos… todo se desvaneció.
Era como si alguien hubiera cortado los hilos que lo sostenían al mundo.
Kael abrió la boca para gritar, pero no recordaba su propia voz.
Y entonces, la oscuridad lo liberó.
El Renacido
Kael cayó de rodillas, jadeando.
Se sentía… vacío.
Un frío recorrió su cuerpo. Se puso de pie, tambaleándose. Miró sus manos, sintiendo el poder del Caos corriendo por sus venas, pero algo dentro de él estaba roto.
Lyra lo observaba con horror.
—Kael… ¿qué has hecho?
Él la miró. Pero no la reconoció.
No recordaba su nombre. No recordaba el suyo propio.
Solo había sombras en su mente.
Corvus sonrió, satisfecho.
—Ahora eres uno con el Caos.
Kael cerró los ojos. Algo dentro de él susurraba que había pagado un precio demasiado alto.
Pero ya no podía recordar por qué.