Capítulo 10: El Sacrificio

El cristal de obsidiana palpitaba con una luz oscura, latiendo en sincronía con el corazón de Kael. El Caos lo llamaba.

Las palabras de Corvus flotaban en el aire como una sentencia ineludible.

—Para recibir el don del Caos, debes pagar su precio. Renunciarás a tu pasado, a tu identidad, a tu esencia.

Kael tragó saliva. Sus manos temblaban.

Él había luchado toda su vida contra su destino. Había rechazado la guerra, el legado de su padre, la furia que ardía en su interior. Y ahora estaba a punto de entregarse por completo.

Era esto o dejar que el mundo se consumiera en la guerra eterna.

—Acepto —susurró.

Lyra y Anya dieron un paso adelante.

—¡No! —gritó Lyra—. Si haces esto, Kael, no volverás a ser tú.

—¡Debe haber otra forma! —rogó Anya, desesperada.

Pero ya era demasiado tarde.

Corvus levantó las manos y una energía oscura estalló desde el altar, envolviendo a Kael en un torbellino de sombras.

El Precio del Poder

El dolor fue instantáneo. Un fuego negro le recorrió las venas, quemándolo desde dentro.

Y entonces, vio su vida desmoronarse.

Las memorias de su infancia se desvanecieron como humo.

Las risas de su madre.Las historias de su padre sobre la guerra.Los entrenamientos, las cicatrices, las noches en vela mirando las estrellas.

Todo se borró.

Kael intentó aferrarse a algo, pero era como tratar de sostener agua con las manos. Sus recuerdos se derramaban, desapareciendo en la negrura del Caos.

Vio a Lyra y Anya… pero no supo quiénes eran.

Vio su propio reflejo en el cristal de obsidiana… pero no reconoció el rostro que le devolvía la mirada.

Ya no era Kael.

Renacido en las Sombras

La oscuridad se disipó lentamente.

Kael abrió los ojos. Su visión era más aguda, sus sentidos más precisos. La magia del Caos ardía en su interior, latiendo con cada respiración.

Era más fuerte. Más rápido. Más poderoso.

Pero dentro de él, algo estaba roto.

—¿Kael…? —susurró Lyra, con los ojos empañados de lágrimas.

Él la miró.

Y no sintió nada.

Ni dolor, ni amor, ni amistad. Nada.

—Ese nombre ya no me pertenece —dijo con voz fría, desconocida incluso para él mismo.

Lyra se llevó una mano a la boca, ahogando un sollozo.

Anya dio un paso atrás. Era como si estuvieran viendo a un fantasma.

Corvus sonrió.

—Ahora eres uno con el Caos. Ahora posees el poder absoluto.

Kael cerró los ojos.

Había logrado su objetivo.

Pero en el proceso… había perdido todo lo que era.

Y la pregunta que quedaba era: ¿qué haría ahora con ese poder?