.imposible no iba a ayudar.
Escuché un gruñido oscuro y profundo mientras el gran gato trotaba a mi lado mientras nos dirigíamos a ese edificio.
Llegué a la puerta y jalé la manija. Mierda… estaba cerrada. El pánico me sacudió y volví los ojos hacia el lado izquierdo del bar, donde vi una puerta lateral. Salté hacia ella e intenté de nuevo. Giré el mango y la puerta se abrió.
—¡Tyrius, aquí! ¡Rápido!, —dije corriendo hacia dentro y cerré la puerta justo cuando Tyrius pasó por el umbral.
Salté hacia atrás al escuchar un golpe atronador contra la puerta. El bar se estremeció cuando los golpes comenzaron a azotar la puerta, una y otra vez.
Agradecí en silencio al propietario por instalar una puerta de acero. No sabía cuánto tiempo podría soportar la fuerza de golpes constantes de cientos de hadas, pero por ahora lo estaba haciendo.
Me volví para encontrar a la pantera observándome.
—Echemos un vistazo a la puerta principal para asegurarnos de que esté cerrada correctamente y revisemos si hay otras maneras en las que las hadas pudieran entrar. Necesito recuperar el aliento y pedir refuerzos. —Esperaba que el Padre Tomás y su banda de Caballeros Templarios modernos, los Caballeros del Cielo estuvieran disponibles.
Todo estaba oscuro excepto por las luces rojas de las salidas y las de emergencia. Todavía podía ver bastante bien con mi bendita visión nocturna.
Subí los escalones que dirigían al bar y a sala de estar llena de mesas y sillas.
Me golpeó el olor a sangre, sangre humana mezclada con aliento a alcohol y hedor a hada. Habían estado aquí dentro.
Vi dos hadas muertas, pero no pude distinguir si eran de las nuevas o de las viejas, porque tenían los ojos cerrados, pero ambas tenían agujeros en el pecho y les faltaba el corazón.
El fuerte gruñido de Tyrius me tomó desprevenida, por eso no me di cuenta de dónde pisaba. Mi pie se atoró con algo y casi tropiezo.
Parpadeé y miré los restos decapitados del cuerpo con el que había tropezado. Su cabeza estaba cerca de su brazo derecho, y una boca ligeramente abierta revelaba caninos puntiagudos.
Caninos de vampiro… Mis entrañas se anudaron cuando vi más de cerca la cara pálida, el cabello y la mandíbula cuadrada. Conocía esa cara… era Keith, uno de los vampiros de Danto, el desagradable que había cortado los dedos de las brujas para embolsarlos como trofeos de un asesino en serie. Me había dado escalofríos, Página 67 pero era uno de los amigos de Danto y las hadas lo habían matado. Lo decapitaron.
Mierda. ¿Qué diablos había pasado aquí? ¿Había intentado Danto hacerse cargo de Isobel? Un sentimiento enfermizo se deslizó entre mis pensamientos mientras miraba la cabeza decapitada. ¿Dónde estaba Danto? Y ahí fue cuando oí el gemido. Era suave, y ningún otro ángel nacido lo habría oído sobre el ruido atronador de los golpes sobre la puerta lateral.
Tyrius y yo nos miramos el uno al otro, y luego corrí hacia la parte posterior de la barra, hacia el sonido. Él sabía exactamente lo que estaba pensando, a quién podría pertenecer este gemido. Como siempre, actué antes de pensar y me sorprendió lo asustada que estaba, lo mucho que me importaba un vampiro en particular, y me esforcé por no pensar en lo peor.
Tyrius gruñó de nuevo, y lo reconocí como un gruñido de advertencia.
Esto podría ser una trampa, pero tenía que arriesgarme. El corazón me palpitaba a mil por hora, frené mis pasos y caminé cuidadosamente a través de las sillas caídas, las mesas y el vidrio. Limpiando el sudor de mis ojos, vi el cuerpo que parecía ser masculino por su tamaño.
Estaba acostado de lado, apoyándose sobre una silla rota. Su rostro estaba parcialmente oculto por su brazo, pero podía ver los profundos golpes en su piel y un hematoma parcial en su mandíbula. No estaba sanando y eso solo podría significar una cosa; ya estaba muerto, o estaba cerca de estarlo.
Mis peores miedos se apoderaron de mí. El cuerpo era del tamaño correcto, su forma, el color del pelo… Mi nariz percibió su olor, leche agria y sangre vieja. Definitivamente era un vampiro.
Pero, y si fuera… Este vampiro sostenía la pata de una silla manchada de sangre negra en una mano. Con mi corazón latiendo en mi garganta me acerqué más y más… hasta que tuve una visión clara de su cuerpo.
Me paralicé cuando vi los pies descalzos.
Maldición… este otro vampiro era Danto.
Página 68 M 9 e quedé sin aliento cuando vi el bello rostro que estaba escondido bajo un brazo con sangre y moretones.
—Oh Dios, Danto ¿qué has hecho? —Me doblé y caí de rodillas junto al vampiro—. ¿Danto? ¿Puedes oírme? Soy Rowyn. —Con cuidado, aparté el brazo de la cara y sentí que iba a gritar.
Apenas y podía reconocerlo, tenía los dos ojos tan hinchados que apenas y se veían y había un corte profundo en su nariz. Estaba rota… varios moretones púrpuras abultados distorsionaban sus rasgos, y tenía la huella de una bota en el lado de su mandíbula. Lo habían pateado hasta que había caído inconsciente, y probablemente continuaron pateándolo después.
Tyrius restregó su cabeza de gato gigante contra mi espalda y luego la colocó debajo de mi axila izquierda.
—Está bien, —dije, y traté de calmarme en el proceso—. No me hará daño.
Sabía la razón por la que Tyrius estaba nervioso. Un vampiro herido seguía siendo un vampiro peligroso, especialmente si necesitaba sangre y percibía una fuente fresca justo delante de él.
El pecho del vampiro estaba manchado de sangre, de su sangre. Podía ver seis puñaladas del tamaño de un cuchillo de caza alrededor del lado izquierdo de su pecho.
—Ha sido apuñalado varias veces, —le dije a Tyrius, con la voz temblando y agotada por el desgaste de adrenalina—. Puedo ver su pecho moviéndose. Sigue vivo, pero por milagro. No lograron pegarle en el corazón y lo dejaron por muerto.
Los mitos y leyendas sobre los vampiros que dicen que no tienen corazón y son simplemente una variedad de zombis no son ciertas. Los vampiros son parte demonio, pero también parte humanos, lo que significa que tienen los mismos órganos que el resto de nosotros. Si apuñalabas a un vampiro en el corazón, moriría.
Página 69 Sentí las lágrimas en mis mejillas antes de darme cuenta de que estaba llorando. Eran lágrimas de furia que prometían que iba a matar a esa reina de las hadas.
Sujeté sus hombros, sintiéndome como una idiota. No sabía qué hacer.
¿Cómo se arreglaba un vampiro?
—Creo que está inconsciente. —Me estremecí ante el sonido de la voz de Tyrius mientras el gato siamés caminaba sobre mis piernas para acercarse a Danto—. Ha perdido demasiada sangre. —Sus ojos azules se encontraron con los míos, y parpadeó, mirándose a la vez cansado y preocupado.
—Rowyn… —No lo digas. —Tomando la cabeza de Danto en mis manos, la levanté cuidadosamente y la acomodé en mi regazo—. Tiene que haber algo que podamos hacer. —Odiaba lo desesperada y negativa que sonaba mi voz y tragué en seco.
—No está sanando, —dijo Tyrius, con la voz apretada—. Un vampiro que no se está curando significa que está acabado. No tiene más energía. —Se quedó en silencio por un momento—. Se está muriendo… y va a morir si no hacemos nada.
Las hadas golpearon la puerta una vez más y maldije, sintiendo que mi cabeza iba a explotar por la presión. Acomodé la cabeza de Danto y saqué mi teléfono.
—Voy a llamar al Padre Thomas, —le dije, deslizando la pantalla—.
Tenemos que sacar a Danto de aquí y llevarlo con su gente.
—No sobrevivirá, —dijo el gato.
Miré a Tyrius y pude escuchar el sonido de la preocupación en su voz.
—Tendrá que hacerlo.
Tyrius negó con la cabeza mientras revisaba el pecho de Danto y sus heridas.
—Míralo, no puede esperar al padre Thomas. Si no actuamos ahora… él morirá.
Tragué de nuevo tratando de calmarme y bajé mi teléfono. Sabía exactamente lo que Tyrius intentaba decirme, muy inarticuladamente, y sentí un cordón frio bajando por mi columna vertebral. Luego hubo silencio, y las hadas dejaron de pegar contra la puerta.
—Dejaron de golpear la puerta, —le dije, aterrada.
—¿Crees que se hayan dado por vencidas? —Preguntó Tyrius, mirando por encima de su hombro hacia la puerta lateral—. No es como que se rindan tan fácilmente.
Página 70 Sacudí la cabeza.
—No, no se dieron por vencidas. Probablemente están buscando otra manera de entrar.
Tyrius maldijo.
—Entonces tenemos aún menos tiempo para salvar a Danto. Si irrumpen aquí con él así, no podremos salvarlo. Apenas podremos salvarnos a nosotros mismos.
Otra ola de miedo se abalanzó contra mi columna vertebral. Miré la cara de Danto. Aunque inconsciente, el dolor se reflejaba en sus facciones.
—¿Qué es exactamente lo que estás tratando de decir, Tyrius?
—Sabes exactamente lo que estoy tratando de decir, —respondió el gato —. Necesita sangre. Yo se la daría si pudiera, pero probablemente lo mataría.
—Me volví a mirarlo cuando concluyó—: Necesita tu sangre.
—Bien, —dije, sorprendiéndome a mí y a Tyrius—. Lo haré. —Guardé el teléfono en la chaqueta y le saqué una cuchilla. Acomodándome tanto como pude, coloqué el borde de la cuchilla en mi muñeca.
Otro gemido escapó de los labios de Danto y me congelé. Parpadeé, mirando a Tyrius.
El gato se acomodó junto a su cabeza en un instante.
—Espera, está tratando de decir algo. —Tyrius sacudió su nariz—. No puedo escucharle, tal vez te está diciendo que te apures.
Limpiando el sudor de mi frente con la manga de mi chaqueta, coloqué la hoja en el borde de mi muñeca de nuevo.
—Hagámoslo de una vez. —Apreté los labios al deslizar la cuchilla sobre mi muñeca hasta que un hilo de sangre roja oscura se derramó de la delgada línea.
Los ojos de Danto se abrieron tanto como era posible y brillaron al ver la sangre.
—Está bien, Danto, —le dije, mientras movía mi muñeca hacia su boca—.
Tómala, —y me preparé, sin saber qué esperar.
—No. —Sus ojos se veían salvajes en su rostro pálido con la pérdida de sangre—. No tú, —dijo de nuevo, y para mi sorpresa se alejó de mí, aterrizando sobre su estómago.
Me deslicé junto a él.
—Si no tomas mi sangre, vas a morir.
—No, —dijo de nuevo, con la voz tensa—. Tú no. —Se apoyó en sus codos y empezó a alejarse de mí otra vez.