Susurros en la Noche

Orion llevó la mirada al techo de su habitación oscura. Había perdido la cuenta de cuántos días llevaba encerrada, pero su cuerpo ya no temblaba de hambre como antes. Gracias al portal secreto que su hermana Arian había dejado en la habitación, logró escapar cada noche hacia el Palacio Imperial. En la soledad del jardín, encontró una pequeña cocina donde se alimentaba en silencio.

Pero sobrevivir no era suficiente. Orion necesitaba más que solo pan robado para cambiar su destino. Tenía que deshacerse de su tía Gabriela y recuperar el control sobre su vida.

Cubriéndose con un manto de invisibilidad creado con su escasa magia, decidió aventurarse dentro del palacio. No sabía exactamente qué buscaba, pero su corazón latía con fuerza al estar de nuevo en aquellos pasillos llenos de recuerdos. Recordaba haber corrido por allí de la mano de Ethan, cuando él aún sonreía con sinceridad. Pero también recordaba su mirada helada y despiadada el día de su ejecución.

Perdida en sus pensamientos, tropezó con una estatua, provocando un leve estruendo. Orion sintió el miedo recorrerle la espina dorsal cuando una puerta cercana se abrió de golpe. Era él.

Ethan.

El niño de ojos rojos y cabello negro se quedó mirándola fijamente. Orion sintió un escalofrío. Su magia nunca había podido engañar los ojos de Ethan en su vida pasada, y dudaba que ahora fuera diferente. Pensó en correr, pero antes de que pudiera reaccionar, Ethan tomó su mano con suavidad y la guió al interior de su habitación.

"Arian..." murmuró con voz somnolienta antes de abrazarla con fuerza.

Orion contuvo la respiración. Ethan, pensando que era su hermana gemela, simplemente se acomodó contra ella y volvió a dormirse.

Su rostro se calentó, pero mordió su labio para contener la frustración. ¡Era su verdugo! ¡El mismo que había ordenado su muerte! Y ahora la sostenía entre sus brazos como si fuera lo más preciado en su mundo. No podía quedarse allí. Esperó pacientemente a que la respiración de Ethan se volviera más pausada antes de deslizarse con cuidado fuera de su agarre.

Cuando logró liberarse, se levantó con rapidez. El cielo comenzaba a iluminarse en el horizonte, y si no regresaba pronto al ducado, sería descubierta. Caminó rápidamente por los pasillos, asegurándose de no hacer ruido. Pero justo cuando estaba por alcanzar la salida secreta, una voz potente resonó en el pasillo.

"¡Preparen el palacio! La emperatriz del Imperio Eldoria está por llegar."

Al escuchar esas palabras, Orion sintió que el mundo se detenía. ¿Su padre... en el palacio imperial?

Sabía que, tras el accidente de su madre y hermana, el duque había viajado al Imperio de Eldoria en su búsqueda, aferrándose a la esperanza de encontrarlas con vida. Ahora, regresaba como intérprete en las negociaciones entre ambos imperios. Esta era su oportunidad.

En su vida pasada, cuando su padre finalmente volvió al ducado, su tía Gabriela le mintió, asegurándole que Arian estaba demasiado enferma para recibir visitas. Engañado, el duque nunca insistió, creyendo que su hija menor seguía con vida mientras la verdadera Orion languidecía en soledad.

Los rumores decían que, tras perder a su esposa, el duque se sumió en la locura, con apenas momentos de lucidez. Pero ahora estaba aquí.

Orion nunca volvió a verlo en su vida anterior. Pero esta vez… esta vez no dejaría que se le escapara.

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Las calles estaban más ruidosas de lo habitual. La noticia de la llegada de la emperatriz del Imperio de Eldoria se había extendido rápidamente, y el bullicio en el Ducado del Sur, uno de los más cercanos al palacio imperial, no hacía más que crecer.

Para Orion, esto significaba una sola cosa: su padre estaba cerca.

La ansiedad la consumía; quería verlo de inmediato. Pero sabía que debía ser paciente. Cuando comenzaran las festividades en el palacio imperial, su tía Gabriela estaría demasiado ocupada para prestarle atención. Ese sería el momento perfecto para moverse.