Kai Solis se encontraba en profunda meditación. Su cuerpo, aún cubierto de las heridas de su última batalla, permanecía inmóvil, pero en su interior, una tormenta rugía. Su mente viajaba a través del abismo de su propia conciencia, buscando respuestas, buscando entender el verdadero alcance de su poder.
La oscuridad lo envolvía hasta que una luz cegadora irrumpió en su mente. La VOZ resonó una vez más.
"Has arañado la superficie de tu potencial, pero aún estás lejos de la cima. Actualmente, solo has alcanzado el 10% del Primer Grado de la Conciencia de Flujo Total. Apenas estás comenzando a comprender lo que eres."
Kai sintió su corazón latir con fuerza. A pesar de haber superado a los asesinos, de haber enfrentado a la mujer de cabello plateado y de haber demostrado que no caería tan fácilmente, su poder seguía siendo insignificante comparado con lo que podría llegar a ser.
"Si deseas seguir avanzando, deberás someterte a un entrenamiento extremo. Pero entiende esto, Kai Solis: cada paso que des atraerá la mirada de enemigos más poderosos. No eres un simple guerrero. No eres un rebelde cualquiera."
El mundo alrededor de Kai tembló, y entonces, la VOZ pronunció palabras que cambiarían su destino.
"Para el Imperio, para aquellos que gobiernan este mundo, eres una anomalía. Una amenaza. Un ser que no debería existir. Según sus rangos, un soldado es solo un insecto. Un capitán es alguien con poder. Un comandante, alguien con influencia. Un general, un titán en el campo de batalla. Y luego están los Emperadores de Guerra, los seres más temidos entre los mortales. Pero tú... Tú no encajas en ninguno de esos títulos."
El aire pareció volverse pesado. Kai sintió la presión de esas palabras, la magnitud de lo que significaban.
"Entonces, ¿qué soy yo?" preguntó, su voz firme pero llena de incertidumbre.
Hubo un momento de silencio, y luego, la VOZ respondió con una frialdad absoluta.
"Eres un Destructor."
Kai abrió los ojos de golpe. Su respiración era irregular, su cuerpo empapado en sudor, pero su mirada estaba afilada como una cuchilla. Apretó los puños. Sus heridas aún ardían, pero eran insignificantes comparadas con lo que acababa de escuchar.
Un Destructor.
No un simple guerrero. No un comandante. No un general. Era algo que el Imperio no podía clasificar. Algo fuera de sus escalas de poder. Y eso solo significaba una cosa: no dejarían que existiera por mucho más tiempo.
Kai se puso de pie, sintiendo la energía fluir dentro de él con una intensidad que nunca antes había experimentado. La Conciencia de Flujo Total ya no era solo una herramienta. Se estaba convirtiendo en parte de él, en su esencia. El camino frente a él era claro.
Los siguientes días fueron un infierno. Su entrenamiento no tenía comparación con nada que hubiera hecho antes. No solo perfeccionaba su manejo de la espada o fortalecía su cuerpo, sino que aprendía a leer el flujo de la batalla con una precisión aterradora. Se volvía uno con la guerra misma.
Entonces, la tormenta llegó.
Desde la lejanía, sintió el poder de una nueva amenaza acercándose. La tierra vibró bajo sus pies, el viento se tornó denso y la sensación de peligro era innegable.
Kai giró la cabeza lentamente, su mirada penetrante fijándose en la silueta que emergía de entre las sombras.
Un hombre de armadura negra, adornada con runas ancestrales que irradiaban un brillo ominoso, lo observaba con ojos fríos. A su lado, más figuras comenzaron a aparecer. Guerreros de élite, enviados por el Imperio, todos ellos con una presencia que haría temblar a cualquier soldado ordinario.
Uno de ellos dio un paso al frente. Su voz era profunda, imponente.
"El Imperio ha decidido. No puedes seguir existiendo."
Kai permaneció en silencio. Su mano se cerró en torno a la empuñadura de su espada.
Los rangos que el Imperio tanto veneraba, las clasificaciones que definían el poder de sus guerreros... No significaban nada para él.
Porque él no era parte de su sistema.
Él era el caos que venía a destruirlo todo.
El primer golpe fue lanzado, y el verdadero combate comenzó.