El Legado de Ren Solis

Kai Solis caminaba solo, su figura imponente recortada contra el horizonte de un mundo que ya no reconocía. El viento cósmico acariciaba su rostro, pero su mente estaba lejos, en un tiempo antes de que el universo se hubiera doblegado a su voluntad. En su memoria, las imágenes de su hermano, Ren Solis, se alzaban como pilares inquebrantables en medio de la tormenta de pensamientos.

Era una época más simple, antes de que la oscuridad se hubiera cernido sobre su alma. Ren, el hombre que le enseñó a pelear con la precisión de una espada afilada, el hombre que le mostró que incluso la sombra tenía su luz. No era un dios, ni un semidios, pero su presencia era tal que todo lo que lo rodeaba parecía temblar. En cada combate, su cuerpo hablaba el lenguaje de la guerra como si estuviera imbuido de la misma esencia del cosmos. Kai recordó cómo, de niño, lo seguía con la admiración en los ojos, con la esperanza de un día poder alcanzar ese poder, esa majestuosidad. Pero Ren nunca le mostró piedad.

Recibió golpes, lecciones, miradas que le hablaban más que mil palabras. "La fuerza de un hombre no está en su puño, sino en su voluntad", le había dicho una vez, mientras Kai se levantaba, una vez más, de las cenizas de la derrota. Ren, imponente y sabio, lo había formado para ser un guerrero. Y en su corazón, Kai había jurado seguir sus pasos, superar su sombra.

La primera vez que vio a Ren en combate había sido un espectáculo que desbordaba la comprensión. El Emperador, con todo su poder, había sido incapaz de derrotarlo. Aunque el vasto ejército del Imperio había atacado con todo su poder, Ren había estado allí, erguido como una torre, cortando con su espada el flujo de la guerra como si fuera un juego de niños. Cada movimiento suyo era preciso, un susurro en la tormenta, y cuando la última de las fuerzas imperiales cayeron ante su espada, Ren permaneció imperturbable, como si nada hubiera sucedido.

Kai recordó la primera vez que Ren lo había llamado "hermano". En ese momento, el mundo había dejado de girar. Nunca antes una palabra había tenido tanto peso, como si todo el dolor, la guerra y la venganza se disolvieran en ese solo instante. Kai miró a su hermano, y por primera vez en su vida, sintió que alguien lo entendía completamente. No era solo el líder militar, el Dios de la Guerra, sino el hermano que siempre estuvo ahí cuando más lo necesitaba. Ren había sido el refugio en su tormenta personal, el faro en su oscuridad.

La batalla contra el Emperador.

Recuerda el día en que Ren enfrentó al Emperador de frente. El poder del Emperador era absoluto. Sus torres de energía tejían un destino de desolación a su paso. Ningún hombre había sobrevivido a su furia... hasta que Ren se interpuso en su camino. Con su espada brillante, Ren no solo detuvo al Emperador, sino que lo empujó hacia atrás, obligándole a retirarse. El silencio que siguió fue casi tan pesado como el cielo mismo. Y en ese silencio, Ren, sin una sola palabra de fanfarria, dejó un legado imborrable.

Recuerda cómo Kai estaba ahí, observando en las sombras, deseando poder ser tan fuerte, tan resuelto. Pero, al mismo tiempo, algo más despertaba en su pecho. Un fuego que nunca había visto antes, una admiración tan profunda que era casi reverencia.

"Hermano...", murmuró Kai al recordar la última vez que vio a Ren. La última vez que su hermano lo miró, con esa calma que solo él poseía. "El día en que te fuiste, el mundo perdió su equilibrio."

Era el recuerdo de una batalla que no debía haberse librado, pero que Kai no podía cambiar. Ren había caído, y con su caída, el mundo se había desmoronado. En ese momento, Kai había jurado una venganza que lo llevaría a lo más profundo del abismo.

El vacío que había quedado tras la muerte de Ren era insuperable. No había nadie más como él. Nadie que pudiera llenar ese espacio tan grande. En el corazón de Kai, Ren había sido más que un hermano; había sido la razón por la que todo lo que había hecho hasta ahora tenía sentido.

"El legado de Ren Solis sigue vivo", pensó Kai con firmeza, mirando hacia el horizonte donde el universo seguía girando, tal vez sin saber que la oscuridad que había comenzado a caminar con él ahora estaba llena de la luz de su hermano. El pasado, aunque distante, seguía tan cercano como el mismo aire que respiraba.

Kai cerró los ojos, dejando que la fuerza de esa memoria lo impulsara hacia adelante. Porque no podía detenerse. No podía rendirse. Ren lo había hecho fuerte, le había dado la razón para seguir luchando. Y ahora, Kai era la viva encarnación de su voluntad.

"Mi camino no termina aquí, hermano. Mi lucha no ha terminado. Y, cuando lo haga, haré que el universo entienda lo que significa ser un Solis."

Con un último vistazo al vasto océano estelar, Kai avanzó, dejando que el eco del nombre de Ren Solis se mezclara con el susurro del viento cósmico. La leyenda de su hermano seguía viva, no solo en la memoria de Kai, sino en el mismo tejido del universo. Y cuando llegara el momento de enfrentarse al Emperador una vez más, Kai lo haría con la fuerza de su hermano dentro de él, porque, al fin y al cabo, era la voluntad de Ren lo que lo había llevado hasta aquí.