"¡HIJO DE PUTA! ¡¿QUÉ MIERDA ESTÁS HACIENDO?!" Edward dijo con una mirada de odio puro, conteniendo todo el dolor provocado por el animal.
"¿Por qué me tratas así? Yo solamente estoy intentando que la pases bien." Caín hizo una mueca, simulando estar triste por la forma en la que el joven le había hablado.
"¡TE VOY A MATAR! ¡TE JURO QUE TE VOY A MATAR!"
"¡JAJAJAJAJAJA!" La figura con sonrisa de oreja a oreja comenzó a reír maniáticamente. Era una risa asquerosa, con maldad y perversión en su tono.
Edward hacía ruidos extraños, intentando gesticular alguna oración pero sin lograrlo.
La risa de Caín lentamente se fue apagando. Puso una expresión lo más seria que pudo, aunque era difícil de reconocer ya que su sonrisa seguía estando allí.
"Está bien, está bien. Sé que no soy tu ser favorito pero no me culpes a mí. Culpa al dueño original de este cuerpo, él es el causante de todo el sufrimiento que estás pasando y pasarás en el futuro."
Edward ignoró el discurso de la figura y movió los brazos, queriendo golpearlo.
De repente, el mundo de pesadillas comenzó a temblar y lentamente se comenzó a desmoronar.
"Y recuerda: quien no puede librarse de sus cadenas está condenado a atar a quienes lo rodean."
Con esa última frase, la pesadilla terminó por hacerse añicos y una nueva escena entró en la visión del joven.
Era Caín orando fervientemente en el familiar idioma inentendible.
Al ver al hombre, Edward se abalanzó hacia él y comenzó a golpearlo una y otra vez de manera incesante.
Caín no opuso ninguna resistencia, incluso tenía esa mirada indescifrable pero familiar.
En un momento, el joven se canso y cayó rendido al suelo, aún teniendo esa mirada inestable y la respiración entrecortada.
El hombre intentó acercarse, pero Edward se alejó rápidamente de él como un cachorro asustado.
Al ver esto, Caín se llevó una mano al rostro, tapándose la cara como si se lamentara de algo.
El jovén siguió en ese estado durante varios minutos hasta que finalmente comenzó a recobrar la compostura.
Miró el rostro magullado de Caín y un sentimiento de culpa comenzó a gestarse en su corazón. Incluso así, no se disculpó con el hombre.
"Fue el general, ¿no es cierto?" El hombre decidió preguntar viendo que Edward ya se estaba calmando.
"S-si, e-él me hizo entrar en un sueño en el que un c-cerdo me d-devoraba." Las palabras que salían del joven se enredaban, a duras penas completando la oración.
"Ya veo..." La mirada indescifrable de Caín se hizo mucho más clara, cosa que le recordó algo a Edward.
"E-él me dijo algo. M-me dijo que usted era el responsable de mi sufrimiento. ¿A-a qué se refería?"
"... No puedo decírtelo por ahora."
"¿Q-qué?"
Antes de que la conversación se volviera una discusión, un ruido estrepitoso los interrumpió.
Miiraron al cielo y naves avanzadas que volaban hacia una dirección comenzaron a caer en picada.
Como un ataque de bombardeo, explosiones se produjeron en donde caían las naves.
En vez de un cuerpo destruido, líquido rojizo salió de ellas.
Dicho líquido comenzó a retorcerse, como si tuviera vida propia.
...
En un refugio sucio y mal oliente, se mostraban decenas de personas en situaciones deprimentes.
Un hombre estaba sosteniendo la mano de una mujer que tenía la piel partida y el rostro desfigurado. La miraba con preocupación, aunque intentaba ocultarla lo más posible.
"No te preocupes, te juro que todo mejorará y saldremos de esta, después de todo, siempre lo hemos hecho." El hombre le dio una sonrisa a la mujer.
La mujer le devolvió algo similar a la sonrisa. Cuando lo hizo, un líquido rojizo se comenzó a filtrar de su boca.
Se expandió rápidamente por todo su cuerpo, volviéndola extraña y anormal pero aún teniendo las facciones de su rostro anterior desfigurado.
El ser que se había formado movió los músculos de su cuerpo, intentando ponerse de pie. Parecía un bebé aprendiendo a caminar.
El hombre no se movió ni un centímetro. En su lugar, extendió una de sus manos y tocó el rostro del ser con la delicadez de un hombre enamorado, la sonrisa que tenía se mantuvo.
"¡Mi amor! ¡Al fin te has recuperado! ¡Por fin podremos estar juntos de nuevo!" El extraño tono alegre del hombre hacía perturbadora toda la escena.
El ser sanguiloniento le devolvió el gesto y tocó el rostro del hombre con una de sus manos, teniendo la calidez de una mujer enamorada.
Se acercó al rostro de su enamorado y tuvieron un último beso. El líquido sanguiloniento se mezcló con la carne y huesos del hombre. Ambos se entrelezaron como uno solo y se convirtieron en un charco de ese líquido extraño.
Con el resto de las personas pasó lo mismo.
Algunas tuvieron un último abrazo con su familiar más querido, que ya estaba convertido en el mismo ser sanguiloniento.
Otras estrecharon las manos de sus amigos, como un último gesto de amistad y compañerismo, igualmente dejaron de ser humanos.
Parecía darles una despedida macabra antes del final inevitable.
Entre medio de todo el acto, una nota de piano empezó a sonar en el fondo. Tenía una melodía triste y suave; una sátira retorcida.
En el cielo se vislumbró el instrumento y al músico detrás de él: era un hombre mayor vestido con un traje fúnebre y un sombrero de media copa. En la parte trasera de su cabeza sobresalía un rostro grabado con una expresión de eterna agonía.
Finalizando el acto musical, el hombre agarró una copa de vino dispuesta sobre el piano. Estaba llena con el líquido extraño anterior.
Alzó la copa y la vació desde los cielos. Una lluvia de rojo y negro cayó sobre los ríos, lagos y mares.
Al terminar de vaciar el líquido, el viejo espetó unas palabras que resonaron por todo el mundo:
"Y no bebas de las aguas escarlatas, ya que cuando lo hagas sabrás que por él serás marcado. Entonces notarás cambios en la corriente invisible y él no te recibirá en su abrazo sagrado, porque quien va en contra de su voluntad será negado."
Con ese discurso, el vistazo hacia los cielos se cerró.