Capitulo 41: Y la noche quedó en silencio

En un complejo de edificios abandonados, Edward volvió a la realidad.

Caín estaba colgado en una cuerda atada desde la parte superior de un poste.

La mirada del joven se congeló hasta que un piquete lo sacó de su trance, su cuerpo se retorció del susto.

"¿Estás bien?" Preguntó Caín alzando una ceja.

"Ahh, creo que usted me matará antes que el general." Respondió el joven recomponiendose del susto.

"Basta de charla. Ya estamos aquí." El hombre señaló a sus espaldas.

Al principio Edward no pudo comprender lo que el hombre decía, hasta que enfocó su mirada en la casa pintada de blanco detrás de Caín.

La conmoción del joven fue tan grande que ni siquiera preguntó como el hombre conocía que era el lugar.

Sin pensarlo dos veces corrió frenéticamente hacia la casa, abriendo la puerta de golpe. Caín seguía su paso.

El interior del lugar estaba en orden; no había indicio de que algo o alguien hubiera invadido la propiedad, claro, excepto del perro traumatizado a lado suyo.

Edward estaba tan inmerso en todos los eventos anteriores que había olvidado el hecho de que le ordenó a su mascota reunirse con él después de cierto tiempo: le encargó buscar algo.

El animal gimoteó y lo empujó levemente con su cabeza; quería entrar lo antes posible.

Ambos entraron lentamente como si temieran de un demonio oculto en la casa.

Llegaron hasta una habitación en el segundo piso de la casa aunque no se apresuraron a abrir la puerta.

El joven se quedó mirando la perilla durante un indeterminado período de tiempo, hasta que su mascota lo sacó de sus pensamientos.

Juntó fuerzas intermente y finalmente abrió la puerta, viendo la escena que tanto le aterraba y a la vez lo calmaba; su madre recostada sobre su cama, aún con vida.

El joven se acercó apresuradamente hacia ella y le dijo con una sonrisa torpe:

"Ma, estoy aquí."

La mujer no mostró signo alguno de despertar. Edward comenzó a desesperarse y dijo exaltado:

"Oiga, ¿Por qué mi madre no despierta? ¡La máquina dice que sigue viva!"

Caín finalmente entró el habitación, ya que se había quedado esperando a la entrada de la puerta. Habló con un tono bajo:

"Ella... Ella físicamente está viva, pero su alma reside en un estado de sueño debido a un objeto-remanente que le dió el general."

"¡Entonces salvela! ¡Esa es la única razón por la que he soportado hasta este punto!" El joven no pudo contener más la frustración e ira y comenzó a gritar.

Caín inhaló profundamente y respondió mientras se acercaba a la orilla de la cama:

"La despertaré, pero ten en cuenta que no podré salvarla."

"¡¿Qué?! ¡¿Qué mierda significa eso?!"

Caín frunció el ceño e ignoró las palabras de Edward. Colocó un dedo en el punto central de la frente de la mujer y una luz dorada emanó de ella.

Edward estaba desesperado y siguió buscando respuestas del hombre, pero una voz lo interrumpió.

"¿Hijo? ¿Eres tú?" La madre del joven habló con una voz dulce.

"M-mamá... ¡Sí... soy yo! ¿Cómo te encuentras?" Edward intentó mantener su voz lo más estable que pudo, aunque se notaba una irregularidad en ella.

"Bien hijito, ahora que te veo estoy bien." La mujer dio una pequeña sonrisa.

"¿Y tú cómo has estado? ¿Te ha ido bien en el trabajo?"

"Sí mamá, me aumentaron el sueldo recientemente." El joven seguía intentando mantener su voz firme.

"Que bien hijito. ¿Cómo han estado tus hermanos?"

El joven apretó los labios; estaba en un dilema pero aún así respondió.

"Bien, bien. Maya ha estado buscando trabajo en el distrito y Enzo... Bueno, ya sabes cómo es él."

"Sí, él siempre ha sido así." La mujer soltó una pequeña risa.

Ambos siguieron conversando sobre los asuntos de la vida, hasta que la madre el joven se percató de Caín, quien estaba parado en la orilla de la cama.

"¡Oh! ¡Lo siento! ¡No te había visto!" La mujer inclinó su cabeza en señal de disculpa.

"No, no se preocupe." Respondió Caín de manera humilde.

"¿Eres amigo de Edwi?"

"Sí, señora. He estado ayudándolo recientemente en su empleo." El hombre asintió con la cabeza.

"Ya veo... Muchas gracias. Tal vez ya habrás visto que mi hijo no es muy sociable y le cuesta entablar relaciones con otros, así que es reconfortante saber que al menos tiene un amigo en el cual confiar."

Caín solo siguió asintiendo sin decir nada.

"Bueno... Me alegro de verte de nuevo Edwi."

"... ¿A-a qué te refieres mamá?" Edward ya no pudo seguir manteniendo la fachada y comenzó a desmoronarse.

"Hijito, tú y yo sabemos que no me queda mucho más tiempo. Un ángel hermoso me visitó en mi sueño y me dijo que era hora de partir, además, mi cuerpo se siente muy débil." La mujer siguió manteniendo su voz serena y cálida.

"No... Mamá... No..."

La madre del joven le hizo un gesto al animal a lado de Edward, indicándole que se acercara.

Acarició la cabeza del perro y habló:

"Cuídala bien, así como ella me ha cuidado. Recuerda darle su comida y bañarla de vez en cuando para que su pelaje no se ensucie mucho, también cepillala después de su cuidado."

Los ojos del animal lagrimearon pero no soltó ni un ruido.

"También cuida mucho a tus hermanos, en especial a Enzo, tú sabes cómo es de terco. Ayuda a Maya recomendándole trabajos en los que pueda entrar, aunque ella es muy inteligente así que tal vez no lo necesite..."

"Trata bien a tu amigo, es el único que has tenido después de tanto tiempo y no quiero que vuelvas a estar solo de nuevo..." La madre del joven siguió hablando acerca de cosas que Edward debía de recordar.

"Mamá... Por favor... Para..." Las lágrimas del joven comenzaron a rodar incontrolablemente.

La mujer suavizó aún más su expresión y sonrisa. Le hizo un gesto para que se acercara. Edward le hizo caso mientras sus lágrimas seguían fluyendo.

La mujer colocó suavemente una mano en su rostro y habló: "Hijo, antes de que tú entraras en mi vida nunca creí que algo pudiera hacerme tan feliz. Luego entraste tú y después tus hermanos, desde entonces he deseado que siempre estuvieran hasta el último día de mi vida, y Dios me ha escuchado." La voz de la mujer estaba apunto de quebrarse pero de alguna forma pudo mantenerse lo suficientemente firme, aunque las lágrimas también comenzaron a caer por sus mejillas.

"No quiero verte llorando, porque no hay algo que me ponga más triste que eso... Así que sonríe para que no me arrepienta de partir."

"Sí mamá..." Aunque el joven decía eso la verdad es que no pudo recomponerse ni un poco.

La madre del joven se secó las lágrimas y le dijo a Caín:

"Sé que es egoísta pedir esto pero por favor, cuídelo bien. Él llega a ser muy despistado y termina cometiendo errores, así que sea paciente."

"Sí, señora..." La voz del hombre también pareció derrumbarse un poco, aunque se logró mantener firme.

La mujer dio un ligero asentimiento y volvió a mirar a Edward.

"Mírame, Edwi."

"Está bien mamá..." El joven intentó abrir sus ojos cerrados por las lágrimas pero falló en el intento.

La mujer frunció los labios y habló en un tono más autoritario.

"Mírame."

Edward logró abrir sus ojos, aunque estaban completamente rojos.

"Te amo, hijo." La mujer dio una última sonrisa radiante.

Las lágrimas del joven aumentaron su ritmo y volvió a cerrar sus ojos; por más que quisiera no podía mantenerlos abiertos por más tiempo.

La madre del joven finalmente perdió todas sus fuerzas y bajó la mano del rostro de su hijo.

Caín hizo una reverencia sumamente respetuosa y cerró los ojos de la mujer, quien ya estaba descansando en paz.

Edward finalmente no pudo soportarlo más y gritó; un grito tan cargado de emociones que incluso los mismos cielos se agitaron.

Una primera gota transparente se filtró del ojo del perro, seguida de muchas más.

A media noche, la guerra se asentó por un momento y el mundo quedó en silencio por una eternidad fugaz, siendo testigos del motivo tres figuras.

Final del volumen 2 - El principio de una historia y el fin de otra.