En un cementerio vacío a la luz de la luna, Edward se encontraba cavando un hueco en la tierra con una pala.
Caín colocaba delicadamente un cuerpo en un ataúd; era la madre del joven.
Leira, la mascota de Edward, los acompañaba, con las orejas bajas y la cola quieta.
El joven cavó un hueco profundo, lo suficiente como para que al menos tres personas pudieran ser enterradas.
Caín esperó pacientemente al joven hasta que terminó. Edward le dio un ligero asentimiento al hombre; sus ojos estaban hinchados y secos, su voz estaba afónica, sus labios estaban agrietados.
El hombre y el joven cargaron el ataúd, poniéndolo en el agujero de la manera más cuidadosa posible.
Luego, Edward comenzó a poner la tierra de vuelta a su lugar.
En todo el proceso no dijo ni hizo nada. Realizó todo como un procedimiento rutinario.
Al finalizar, lo único que hizo fue ver la tumba durante unos minutos. No hubo llanto. No hubo gritos. No hubo lamentos. Lo único que había era el sonido de las hojas de un árbol meciéndose con el viento frío de esa noche.
El joven terminó de observar el sepulcro, sacando algo del bolsillo de su camisa y poniéndolo en la tumba; era una nota envuelta en un sobre.
Caín actuó como espectador, teniendo la misma mirada indescifrable que tanto había mostrado.
Edward habló con una voz hueca y ronca:
"Hemos terminado. Vámonos."
Caín no dijo nada y solo siguió al joven, con el perro acompañándolos.
En todo el camino no hubo ni una sola palabra, tampoco se notaba incomodidad o tensión. Simplemente había silencio.
Llegaron hasta la casa vieja blanca azulada. Edward entró y se dirigió a una habitación escondida en el primer piso.
Salió con un galón de gasolina y un encendedor en mano. Vertió la sustancia por todo la casa y le prendió fuego.
El trio de figuras observó toda la escena con expresiones diferentes, así como un público presencia el final de una película melancólica.
El fuego se expandió hasta reducir todo a un olor desagrable.
El sol comenzaba a salir por el horizonte, momento en el que algo rompió el silencio; el grito de un joven devastado.
Pese a que su voz se debió haber quedado afónica, de alguna forma logró formarla.
"¡MIERDA! ¡¿POR QUÉ NO LO EVITASTE?!" Edward señaló y miró hacia arriba.
"¡ELLA SIEMPRE CONFÍO EN TI Y LA DEFRAUDASTE! ¡TÚ TIENES LA CULPA DE TODO! ¡INÚTIL!"
"Tú... Tú... Eres un fraude..." Edward dejó de señalar hacia los cielos y se arrodilló, tapándose el rostro.
Caín se acercó al joven y lo abrazó. Edward siguió con el rostro cubierto por sus manos, aunque unas gotas transparentes se deslizaban por ellas.
Después de indeterminado tiempo el joven se rindió, quedándose dormido.
Se despertó en un escenario construido por arena, un mar cristalino parpadeante y un telón de terciopelo negro con un reflector amarillento colgando sobre ella; una playa hermosa en la noche.
El joven estaba recostado sobre la arena con los brazos extendidos, observando el hermoso cielo estrellado.
Una voz masculina lo sacó de su admiración.
"Wow. Este lugar sí que se ve hermoso." Caín se encontraba sentado a lado del joven, presenciando el mar parpadeante.
Edward respondió con una naturalidad anormal:
"Sí. Solía venir con mi mamá a este lugar por los noches."
"Ya veo. Así que por eso estamos aquí. ¿No preguntarás por qué o cómo estoy aquí?"
"¿Es necesario?"
"No realmente."
"¿Sabe por qué solía venir aquí con mi mamá?"
"No. ¿Por qué?"
"Gran parte del mundo está contaminado. Casi a todos los lugares que vayas verás humo denso, basura tirada por doquier y luces extremadamente luminosas que provocan daño a los ojos. Sin embargo, hay excepciones." El joven habló mientras alzaba una mano, como si intentara agarrar una estrella.
"Las playas son los únicos lugares fuera de la contaminación, aunque esto no siempre fue así. En su momento, de hecho, eran uno de los lugares más contaminados."
"Debido a los turistas que diariamente visitaban el distrito por sus hermosas playas, el gobierno tuvo que poner manos a trabajar. Empezó un programa de limpieza profunda a estos lugares, luego, emitió una ley en donde se prohibía de cualquier manera ensuciarlos."
"¿Y cómo se aseguraban de qué los ciudadanos cumplieran con la ley?" Caín volteó a ver al joven.
"Una compensación. Ellos emitieron una compensación por no contaminar más a las playas. Si tú ibas con un receptor de información que ellos mismos te ponían y lo entregabas, te compensaban con una cierta cantidad."
"Obviamente no todos cumplían con la ley, pero esto no representaba un gran problema para el gobierno. Simplemente realizaban una limpieza de la poca basura que sobraba por los que no obedecían."
"En fin, creo que me fui un poco del tema. El punto es que mi mamá buscaba apartarme de todo el ambiente decadente que ocurre en el resto del mundo y mostrarme algo real, un lugar que no sea solo superficial." Los ojos del joven tuvieron un brillo de nostalgia, por primera vez mostrando algo más en su rostro que no fuera vacío.
Continúo hablando:
"Todos los domingos, a las 8 de la noche en punto, mi mamá me traía aquí. No importaba si ocurría algo inesperado o no, ella no faltaba en traerme. ¿Soy estúpido, no?" Tanto Caín como Edward se encontraban ubicados en la mente del joven, por lo tanto, su voz era casi la misma de siempre, sin ese tono ronco pero si hueco.
"¿Por qué lo dices?" Respondió Caín, aunque en un punto deseó no haber preguntado.
"No le dije la verdad. Ella me preguntó como estaban mis hermanos, y yo le mentí."
"¿A qué te refieres?"
"La verdad es que mis hermanos ya están muertos. Maya fue encontrada apuñalada en su departamento y Enzo fue hallado mutilado, empacado en una bolsa de basura fuera del departamento de Maya." El joven abrió los ojos de manera desproporcionada, como si estuviera rememorando los eventos.
"..." Caín no dijo nada, esperando a que Edward se explicara.
"Mi hermano tenía problemas con unos traficantes de drogas, así que ellos lo amenazaron con matar a mi hermana si él no pagaba su deuda. Al final ignoró las amenazas y lo terminaron secuestrando, lo llevaron hasta la casa de Maya en donde presenció cómo la apuñalaban repetidamente, para después torturarlo y matarlo."
"Yo... Yo no quería que mi mamá los recordara de esa forma. Además, mi hermana me envió una nota que le debía de pasar a mí mamá cuando ella estuviera en un mejor estado."
"En la nota decía que probablemente ni ella ni Enzo estuvieran vivos cuando la leyera, pero que tenía un hijo de diez años, queriendo que ella lo cuidara en la medida de lo posible."
"Mi hermana también fue egoísta sin pensar en mi mamá. Si le decía lo de sus muertes, también le tenía que decir que tenía un nieto, y yo no creo que hubiera sido justo para ella."
"Aún así me arrepiento. Siento que tal vez tomé la decisión equivocada y que mi mamá posiblemente quería saber que tenía un nieto. Por eso mismo le dejé la nota en su tumba, aunque no creo que eso arregle nada."
"Yo... No sé que hacer. Me siento perdido sin ella. No sé hacia donde voy ni quién soy. No sé si vale la pena seguir viviendo por sus deseos o si debo de ser egoísta como mi hermana y acabar de una vez por todas con esta confusión."
"Duele. Me duele saber que ella se fue a otro lugar sin mí. Me duele saber que no tuve la suficiente fuerza para haberla mantenido más tiempo a mí lado." Una única gota se formó en el ojo derecho del joven.
"... ¿Te sentirías mejor si te vengaras?" Caín agachó su mirada hacia la arena, con esa emoción indescifrable pero familiar.
"¿Qué...?" Algo terminó por hacer clic en la mente del joven.
La pregunta del hombre se quedó en el aire, por lo menos en ese momento.
El dúo continuo admirando la noche estrellada reflejada en el mar parpadeante.