Oliver, un chico de 21 años, con una altura de 1.78, destaca por su cabello castaño, con pequeñas pero suaves ondas que le elevan el atractivo; sus ojos singulares, de un lado un azul que recuerda a la belleza marina, mientras que del otro, un rojo que muestra lo sangriento que pueden ser las personas. Sus labios carnosos, con un toque rosa que mostraba su delicadeza, le dan un contraste perfecto a su piel pálida., estudiante de fisica en su tercer año, es un chico tranquilo. En sus tiempos libres juega al famoso juego Juicio de Campeones, en donde quiere llegar a jugar profesionalmente como el mejor jugador en la historia del juego Rekaf. Sus padres murieron cuando cumplió 17 años en un choque automovilístico, el cual hizo que Oliver empezara a tener rasgos de supervivencia, ya que quedó atrapado sin poder salir en una montaña hasta que lo rescataron después de dos semanas del accidente. Trabaja medio tiempo en una cafetería de renombre en la ciudad. Gracias al esfuerzo de sus padres, no debe pagar deudas. Por el accidente que sufrió, se ha interesado en la supervivencia viendo documentales y leyendo libros al respecto. Aunque no le salen nada bien los intentos de crear objetos de supervivencia, le agarró una especie de pasión al crearlos.
Llegando el lunes, como de costumbre, Oliver despierta a las 6 a.m. para prepararse el desayuno viendo las noticias. Un reportaje sobre la fábrica de petróleo de la costa muestra cómo han renunciado varios trabajadores por los rumores creados en la fábrica sobre los avistamientos de una criatura sumamente extraña, sin nombre todavía. Según las propias palabras del que fue el mejor trabajador de esa fábrica:
"Es una bestia gigantesca, quince veces peor que cualquier criatura mitológica. De tan solo escuchar las declaraciones de uno de mis trabajadores más confiables, se me heló la sangre. No logré cubrir el miedo que pasé de tan solo pensar que cualquier cosa de ahí sea real. Por mi parte, abandonaré esta fábrica para irme a otra o simplemente buscar cualquier otro trabajo, solo para despedirme de esta costa tan terrorífica.
Al escuchar todo eso, Oliver solo apagó el televisor, dio un gran suspiro y se fue a arreglar para ir a la universidad. Como todos los días, Oliver se sentó en la parada de autobús viendo a su alrededor. Los ruidos de los coches eran algo que desesperaba a Oliver. ¿A quién no le desespera escuchar tanto alboroto a las 7 a.m.? Las peleas de los perros callejeros, que solo buscaban con qué alimentarse; los gatos pasando desapercibidos, tratando de robar los alimentos frescos que ofrecen los vendedores.
Uno de los gatos fue descubierto, y el hombre, agarrando un palo, lo golpeó sin piedad.
"¡Largo, sucio animal! ¡Me das asco!", gritó mientras el gato corría con dolor. Se le notaba en los ojos la tristeza que sentía. ¿Cómo es que alguien puede ser tan cruel con otro ser vivo? Y peor aún, con un animal que solo busca sobrevivir en este mundo controlado por la especie humana, negándoles una pizca de alimento.
Todo esto fue observado por Oliver, quien solo sentía pena, queriendo ayudar al pobre animal, pero este ya se había alejado lo suficiente del lugar, y el camión ya se asomaba en la esquina.
Al llegar a la escuela, lo recibió su mejor y único amigo, Liam, quien lo ayudó a conseguir su empleo y lo apoya en cada problema que tenga Oliver. Se fueron directo a las clases de física, donde tuvieron sus exámenes finales del semestre. Liam notaba que Oliver estaba perdido, así que, con sus típicas bromas, intentó animarlo.
—Liam, ¿cuál es la revista más corrosiva?
—No tengo idea. ¿Cuál es?
—El ácido periódico... jijiji.
El chiste fue tan malo para Oliver que solo lo miró fijamente y le respondió:
—Liam, mejor concéntrate en los exámenes.
Soltó una leve risa. Liam se rio y solo pidió perdón. Juntos fueron a hacer los exámenes.
Después de horas de sufrimiento en los exámenes, ambos fueron juntos a la cafetería donde trabajan para comer algo.
Los dos, comiendo su sándwich favorito —Liam con su jugo de manzana y Oliver con su agua—, Liam le mostró un video que subieron a Z el sábado, donde trabajadores de la fábrica de petróleo mostraban cómo una criatura de 35 metros con tentáculos era capaz de destruir la fábrica en cuestión de minutos. El video incluía un ruido extravagante, nunca antes oído.
Liam solo dijo:
—¡Ja, ja! Con lo que sale en el internet... Es más que obvio que es falso. ¿Quién podría creerse esto? ¿Tú qué crees? ¿Inteligencia artificial? ¿Photoshop? ¿O una nueva película cliché?
—¿Oliver?... ¡Oliver!
Oliver, con una mirada helada, no pudo articular ni una sola palabra.
—Ay, Dios. Oliver, ¿qué tanto te pasa? Estás muy raro. ¿Seguro que puedes trabajar hoy?
—Sí... sí podré —dijo Oliver con una voz cortada.
—Sabes que cuentas conmigo para cualquier cosa que necesites. Vente, ya nos toca trabajar.
Oliver lo siguió sin decir ni una sola palabra.
Transcurre su trabajo con normalidad, mientras un joven de apenas 18 años ordena un café americano. Su aura demuestra valentía, pasión, cariño. Lo pidió de una forma tan amable que me dieron ganas de regalarle el café. Mientras el café americano sigue preparándose, se denota su gran aroma, ese aroma tan cálido, una belleza. Se logra escuchar en las mesas la voz gruesa, fuerte, que demuestra virilidad, de un hombre de 43 años hablando por teléfono. Su aura derrocha orgullo.
"¡DE LO QUE TE PERDISTE! JAJAJA, por estar con tu mujer, esta mañana los muchachos y yo atrapamos a un tiburón en la red. La forma en la que se retorcía era escandalosa, ese animal, cómo me da asco... Le dije a los chicos, 'busquen un palo, que hoy nos divertimos.' Aunque no duró mucho, a los cinco minutos el estúpido animal dejó de moverse y reaccionar. Duró poco, pero fue un espectáculo que espero volver a presenciar."
Su forma de hablar, la pesadez de la conversación, fue el centro de miradas de todo el local. Algunos lo miraban con desprecio, otros simplemente lo dejaban pasar.
Oliver, mirando hacia el café que tiene en sus manos, se siente confundido y con un odio que cada vez está creciendo más y más, mientras que el joven le pregunta:
—¿Disculpa, todo bien? —con una sonrisa en su rostro.
Oliver lo ve y encuentra una pequeña salvación.
—Sí, todo bien. Tenga su café.
Mientras Oliver limpia el mostrador, sus pensamientos no se quedan atrás:
"La cara de una misma moneda, en menos de diez minutos. ¿Cómo es posible que de un lado esté la belleza, esperanza, valentía, felicidad, y de la otra, el desprecio, crueldad, cobardía, fealdad?
¿Por qué somos así, tan parecidos y distintos a la vez? Somos prácticamente iguales físicamente, pero dentro de nosotros siempre hay maldad. No importa la cantidad, existe. Algunos no tienen el temor de demostrarla, aprovechándose de ella sin tener que preocuparse por recibir un castigo, ya que en esta sociedad no se castiga a nadie de una manera justa. Todos pueden cometer crímenes y no les sucederá nada. Realmente, mejorarían su vida, no tendrían que gastar en renta, comida, agua, luz, ni en servicios básicos, porque su supuesto castigo, la 'cárcel,' en realidad se puede ver como una salvación, un lugar en donde vives sin tener que sobre esforzarte trabajando honestamente. Lo único parecido entre la cárcel y cualquier ciudad es que, si te descuidas un momento, te matan, te roban, te torturan. Siendo honestos, ¿quién preferiría vivir malgastando su tiempo en lo que no le gusta para sobrevivir, cuando solo haces algo malo y nunca más en tu vida vas a trabajar? Esta vida no tiene sentido…"
Al acabar la jornada, Oliver regresa a casa algo cansado; el trabajo fue duro. Al llegar, solo le queda cenar y dormir, esperando que los sentimientos tan horripilantes que sintió hoy se desvanezcan y vuelva a estar tranquilo, como siempre ha sido.
Al acabar la jornada, Oliver regresa a casa algo cansado. El trabajo fue duro. Al llegar, solo le queda cenar y dormir, esperando que los sentimientos tan horripilantes que sintió hoy se desvanezcan y vuelva a estar tranquilo, como siempre ha sido.