Kimberly permaneció sentada en silencio en la cama, mirando fijamente el suelo de madera mientras los pensamientos corrían por su mente.
La habitación dentro del templo estaba poco iluminada, pero se sentía segura, al menos por ahora.
Frente a ella, Elena se apoyaba contra la pared, con los brazos cruzados, estudiando la expresión de Kimberly.
Un momento de silencio pasó entre ellas antes de que Kimberly finalmente hablara.
—Gracias a Dios —murmuró, exhalando profundamente.
—Estaba tan asustada ese día... Cuando escuché el disparo, mi corazón casi se detiene. Pensé que algo malo había sucedido.
—Fue solo un tiro de advertencia, Kimberly. Para asustar a cualquiera y a nosotras —rió Elena, negando con la cabeza—. Créeme, no caeré tan fácilmente.
—Debería haberlo sabido —dijo Kimberly soltando una pequeña risa, su tensión se alivió ligeramente— con una sonrisa tenue.
—Exactamente —sonrió Elena con suficiencia.