Capítulo 187

El silencio que siguió fue ensordecedor. Kimberly y Theo se encontraban a la entrada del salón sagrado, sus ojos aún brillando con la luz azul radiante de los espíritus.

El peso de lo que acababa de suceder se asentó sobre la multitud como una fuerza invisible.

Nadie se atrevía a hablar. Nadie se atrevía a moverse.

Entonces, la voz resonó nuevamente desde la misteriosa puerta detrás de ellos, una voz que no pertenecía a ningún humano presente.

—¡Inclinaos ante vuestro Rey Alfa y la Diosa Luna Renacida! —La orden resonó por la sala como un decreto escrito en el mismo tejido del universo.

Uno a uno, los alfas, sus Lunas, los ancianos y cada figura importante presente ya se habían arrodillado, sus cabezas inclinadas en sumisión.

No era una elección; era una fuerza que los compelía a reconocer la verdad ante ellos.

El equilibrio de poder había cambiado, y nadie podía negarlo.