Enseñanza Especial

—Aún falta mucho para que empiece —dijo Mei-Lin, cruzada de brazos mientras observaba la plaza.

—Parece que sí —coincidió Daeron, con las manos en los bolsillos.

Aelek no sabía qué hacer. Habían caminado mucho por la ciudad y aunque el ambiente festivo seguía vivo, varios pobladores ya iban y venían, ocupados en sus propios asuntos. De repente, escuchó a unos discípulos conversando mientras pasaban junto a ellos.

—Dicen que los instructores darán un apoyo especial a todos los discípulos esta tarde.

—¿De verdad? ¡Vamos! Muchos no saben de esto, hay que aprovechar para aprender de ellos.

Aelek se giró hacia Mei-Lin con curiosidad.

—Oye… ¿quieres ir a ese entrenamiento?

Mei-Lin sonrió de inmediato.

—¡Por supuesto! Quiero tomar una lección de lysara.

—Y yo quiero aprender de Gorath —dijo Daeron con entusiasmo—. Él también entrena los puños.

—Entonces, de acuerdo —asintió Aelek.

—A ver quién llega primero —desafió Mei-Lin, adoptando una postura de salida.

—¿Qué? Pero—

—¡En sus marcas, listos… ya!

Antes de que pudiera reaccionar, Mei-Lin ya estaba avanzando a toda velocidad. Daeron y Aelek la siguieron de inmediato, corriendo por las calles de Luthenor, esquivando personas y saltando pequeños obstáculos hasta llegar a la secta.

Al cruzar la gran entrada, vieron a un gran número de discípulos reunidos en la arena de entrenamiento. En el centro, de pie con autoridad, se encontraban los tres instructores.

—Yo soy Lysara, la Espada Celestial —anunció la maestra con voz firme—. Aquellos que deseen aprender el arte de la espada, vayan al campo de los discípulos medios.

—Yo soy Shen-Kai, el Susurro del Alba —dijo el segundo instructor con voz calmada—. Si quieren aprender artes de movimiento y lanza, vayan al campo de los discípulos internos.

—Y yo soy Gorath, el Puño Indomable —gruñó el último, con una voz profunda—. Los que deseen entrenar artes de puño, quédense aquí.

—¡Voy con Lysara! —dijo Mei-Lin, emocionada.

—Yo con Gorath —afirmó Daeron.

—Entonces, iré con Shen-Kai —decidió Aelek.

—Nos vemos aquí a las seis —dijo Mei-Lin antes de partir.

—Está bien —respondieron Aelek y Daeron.

Aelek llegó al campo de entrenamiento donde ya esperaban algunos discípulos: Rhegan, Kaien y Lioren, los pilares de la secta.

—Oh, aquí tenemos a alguien nuevo —comentó Rhegan con una sonrisa confiada.

—No lo asustes —rió Kaien.

Lioren, en silencio, solo observó a Aelek con mirada analítica.

Otro discípulo más llegó, un joven de los discípulos medios llamado Joren.

—Al parecer, solo seremos cinco —comentó Rhegan.

—Bien —dijo Shen-Kai con su tono calmado—. Hoy les enseñaré el arte de los Pasos Destellantes.

El instructor se colocó en el centro y, sin previo aviso, desapareció en un destello dorado. Un instante después, estaba al otro lado del campo.

Aelek sintió un escalofrío. Era demasiado rápido.

Los tres discípulos más experimentados intentaron imitarlo al instante. Rhegan, Kaien y Lioren lograron hacerlo casi a la perfección en el primer intento, deslizándose con velocidad sorprendente.

Aelek, en cambio, frunció el ceño. No tenía la menor idea de cómo hacerlo.

—Lo haré más lento para que observen —dijo Shen-Kai.

Se movió nuevamente, esta vez en un desplazamiento más pausado. Aelek observó cada detalle: cómo fluía el Essan en los pies, la respiración controlada, la ligera inclinación del cuerpo para maximizar la velocidad.

Lo entendió.

Cerró los ojos, canalizó el Essan en sus piernas y lo intentó.

Pero su cuerpo se volvió más lento.

Era frustrante. Lo había comprendido, pero su ejecución era torpe. Los demás avanzaban mientras él seguía estancado.

—No solo muevas el Essan. Si lo fuerzas, tu cuerpo se resiste. Déjalo fluir con tu intención.

La voz de Shen-Kai resonó en su mente.

Respiró hondo y volvió a intentarlo. Esta vez, logró un ligero avance más rápido de lo normal, pero aún estaba lejos del nivel de los demás.

Así continuaron entrenando toda la tarde. Shen-Kai no solo les enseñó los pasos, sino también tácticas para esquivar ataques y cómo enfrentar a un usuario de lanza con estos movimientos.

Cuando terminó la sesión, el instructor miró a Aelek con interés.

—Cuando llegues a los discípulos medios, búscame. Aún tengo mucho que enseñarte.

Rhegan se acercó y le dio una palmada en el hombro.

—Lo hiciste bien, niño. Veo futuro en ti.

—Sigue esforzándote —dijo Joren con una sonrisa—. Nos veremos en otro entrenamiento.

Aelek asintió con una pequeña sonrisa y se despidió.

Al regresar al campo de los discípulos externos, se encontró con un hombre apoyado en la puerta de la secta.

—Vaya chico, sí que te esfuerzas —dijo el hombre con tono despreocupado.

—¿Eres… un discípulo? —preguntó Aelek.

—¿Yo? No, no, no —rió el hombre—. Soy Zareth, el portero de la secta.

—¿El que protege la secta?

—Bueno, algo así. Pero más que eso, me gusta ayudar a los discípulos que realmente se esfuerzan.

Aelek notó algo en él. Había algo en su forma de hablar que le recordaba a Weile.

—Si alguna vez necesitas algo, búscame. Solo di en voz alta "Zareth" y vendré.

Antes de que Aelek pudiera responder, Zareth se desvaneció en el aire como si nunca hubiera estado allí.

Aelek parpadeó. Definitivamente era alguien extraño.

Al llegar a la entrada principal de la secta, se encontró con Mei-Lin y Daeron. Ambos estaban cubiertos de sudor, con el cansancio marcado en sus rostros.

—Aprendí mucho —dijo Daeron con los ojos brillantes.

—Lysara me mostró cómo usar mi espada Aurora Cortante con el Essan —dijo Mei-Lin, acariciando la empuñadura con orgullo.

—Suena increíble —dijo Aelek con una sonrisa.

—Bien, guardemos todo y vayamos a la plaza —dijo Mei-Lin.

Los tres partieron juntos, sin saber que la noche traería consigo secretos olvidados y revelaciones sobre la historia de Luthenor.