La ciudad neutral no tenía rey ni nobleza. No tenía un líder supremo ni una organización que la gobernara con mano de hierro. Su única autoridad eran los Enforcers, los "guardianes del orden". Se vendían como la única barrera entre la paz y el caos, pero si alguien en esta ciudad tenía suficiente influencia para hacer desaparecer niños sin que nadie hiciera preguntas, eran ellos.
No tenía pruebas, solo sospechas. Pero eso bastaba para seguir un rastro.
Si los Enforcers estaban involucrados, necesitaba alguien dentro de la organización que pudiera darme información, alguien con quien ya tuviera una conexión.
Skadi.
Apreté los dientes al pensar en ella. No tenía idea de cómo tomaría mis preguntas, y considerando su reacción la última vez que hablamos sobre la muerte del niño, probablemente no las tomaría bien. Pero no tenía otra opción.
Respiré hondo y marqué su número.
Sonó una vez. Dos. Tres.
—¿Aló?
Su voz sonó relajada, diferente a la última vez.
—Skadi, soy yo.
—¡Ulfarr! ¿Qué pasa?
—Necesito verte.
—¿Tan rápido me extrañaste?
Rodé los ojos.
—Es importante.
Ella guardó silencio unos segundos.
—Bien. ¿Dónde nos vemos?
—Tú dime.
—En la base de los Enforcers, en la cafetería. Es más seguro.
Perfecto. Me ahorraba el problema de encontrar la manera de entrar.
—Nos vemos en diez minutos.
Colgué.
Esta conversación sería difícil. Pero necesitaba respuestas.
Nos encontramos en la cafetería de la base de los Enforcers. El lugar estaba casi vacío a estas horas, salvo por un par de oficiales bebiendo café y hojeando informes. Skadi ya estaba sentada en una mesa junto a la ventana, jugando distraídamente con su cuchara.
Cuando me vio, sonrió y me hizo un gesto para que me sentara.
—¿Qué pasa, Ulfarr? —preguntó con un tono relajado.
No perdí el tiempo.
—Necesito información sobre algo que está pasando en la ciudad.
Su sonrisa se desvaneció ligeramente.
—¿Qué clase de información?
—Niños desaparecidos.
Skadi dejó caer la cuchara en su taza.
—¿Qué?
—Han estado desapareciendo niños. No solo en la ciudad neutral, sino también en los alrededores. Y por lo que sé, nadie ha hecho nada.
Su expresión cambió. Suavizó la mandíbula, pero sus ojos se volvieron fríos.
—¿Y qué tiene eso que ver conmigo?
Me incliné un poco hacia adelante.
—Los Enforcers son la única organización con suficiente poder en esta ciudad para manejar algo así sin dejar rastro. Si alguien puede hacer que estos casos sean ignorados, son ustedes.
Silencio.
Skadi me miró fijamente, con una mezcla de sorpresa e incredulidad. Luego, su rostro se endureció.
—¿Me estás acusando de algo, Ulfarr?
—No a ti. —Mantuve mi voz firme—. Pero sí a la organización a la que perteneces.
Ella golpeó la mesa con la palma abierta, haciendo que su taza temblara.
—¡Cállate!
Algunas personas en la cafetería nos miraron, pero un rápido vistazo de Skadi los hizo volver a lo suyo.
—Nunca vuelvas a decir algo así —dijo en un tono más bajo, pero afilado—. ¿Tienes idea de lo que estás insinuando?
—Solo quiero respuestas.
—No, Ulfarr. Quieres problemas. —Me señaló con el dedo—. Dime la verdad, ¿esto lo haces por Fenrir?
Fruncí el ceño.
—¿Qué?
—Desde que lo conociste, has estado metiéndote en cosas peligrosas. Ahora resulta que sospechas de los Enforcers, de mi gente. ¿Por qué? ¿Porque Fenrir te lo dijo? ¿Porque te pidió que lo hicieras?
No respondí de inmediato.
—No se trata de eso.
Skadi bufó.
—Parece que eres un muñeco que usa a su antojo.
Sus palabras tocaron un nervio.
Apreté los dientes, pero no reaccioné. Ella me miró con una mezcla de enojo y decepción, luego se levantó.
—No vuelvas a mencionar esto. Ni a mí ni a nadie. —Se giró y comenzó a alejarse.
La observé irse sin decir nada.
Pero en mi mente, una cosa estaba clara.
Había tocado un punto sensible.
El torneo continuaba, y con él, las sospechas sobre mí aumentaban.
Mi pelea había sido limpia, rápida y contundente. Esta vez, mi oponente sí usó aura, pero ni siquiera fue suficiente para hacerme sudar. La gente en las gradas murmuraba, y lo supe de inmediato: ya no podían ignorarlo más. Fenrir era demasiado fuerte para ser alguien sin aura.
Ignoré las miradas inquisitivas y salí de la arena con las manos en los bolsillos. Ya no tenía más peleas por hoy, así que me disponía a regresar a la posada cuando escuché una voz familiar.
—Ulfarr.
Me detuve y giré la cabeza.
Skadi estaba ahí, con su expresión seria pero los ojos ligeramente bajos.
—¿Tienes un momento?
Asentí, cruzándome de brazos.
—¿Qué pasa?
Ella se acercó un poco más y dejó escapar un suspiro.
—Quería… disculparme.
Parpadeé, sin esperarlo.
—Por la otra vez —continuó—. No debí reaccionar así. Sé que no lo hiciste con mala intención, solo que…
Calló por un momento, buscando las palabras correctas.
—Solo que los Enforcers son importantes para mí. Para mi vida. Y la idea de que algo tan terrible pudiera estar relacionado con ellos me puso a la defensiva.
Me quedé en silencio por unos segundos, luego negué con la cabeza.
—No te preocupes. No hay resentimientos.
Ella sonrió un poco, aliviada.
—Gracias.
No me gustaba dejar cosas tensas en el aire, así que sin pensar demasiado, agregué:
—¿Quieres comer algo?
Skadi arqueó una ceja.
—¿Invitas tú?
—Invito yo.
—Entonces vamos.
Con una ligera sonrisa, ambos salimos del coliseo y nos dirigimos a un restaurante.
Pero en mi cabeza, las dudas aún no se disipaban.
Mientras comíamos, la conversación fluyó con ligereza. Skadi hablaba de cosas sin mucha importancia: anécdotas de su día, historias de cuando era cadete, y quejas sobre lo estrictos que podían ser los entrenamientos. Se notaba relajada, incluso feliz, algo que no había visto mucho en ella.
Entre bocado y bocado, decidí preguntarle:
—Pareces de buen humor.
Ella levantó la mirada y sonrió levemente.
—Lo estoy.
—¿Por qué?
Skadi dejó su tenedor a un lado y apoyó los codos en la mesa, pensativa.
—Porque estaba preocupada.
—¿Por mí?
—Sí.
Eso me sorprendió un poco, pero dejé que continuara.
—Pensé que estarías enojado conmigo después de la otra vez. No me gustó cómo terminé reaccionando.
—Ya te dije que no hay problema —respondí encogiéndome de hombros.
—Lo sé, pero aún así… —Hizo una pausa, dudando un segundo antes de decir—: Ulfarr, eres mi primer y único amigo.
Eso sí me tomó desprevenido.
—¿En serio?
Ella rió un poco, como si le hiciera gracia mi reacción.
—Sí, en serio.
Skadi tomó su vaso, girándolo entre sus manos.
—A pesar de ser cadete, mi entrenamiento fue… diferente.
—¿Diferente cómo?
—Fui entrenada aparte del resto.
—¿Por quién?
—Por mi comandante. Se llama Aksel Vinter.
—Aksel Vinter… —repetí el nombre, dejándolo en el aire—. No me suena. ¿Quién es?
Skadi me miró como si hubiera dicho algo raro.
—¿En serio? Es el comandante de mi pelotón, uno de los oficiales más importantes de los Enforcers en la ciudad neutral.
Pude notar cierto orgullo en su tono.
—Ya veo —respondí con calma—. ¿Es alguien importante para ti?
—Sí, mucho. Él me entrenó, me cuidó, me guió cuando entré a los Enforcers… —Hizo una pausa, bajando un poco la mirada—. Fue él quien me llevó al callejón esa vez, cuando… cuando pasó lo del niño.
Entrecerré los ojos.
—¿Él te llevó?
—Sí. Cuando le avisé lo que había pasado, él mismo insistió en que fuéramos juntos. Me dijo que tenía que enfrentar la realidad de la situación.
No respondí de inmediato.
Así que Aksel estuvo ahí…
—Debe ser alguien en quien confías mucho —dije finalmente.
Skadi asintió sin dudar.
—Lo es. Si él no hubiera estado, no sé qué habría hecho. Sin él, probablemente habría terminado como… —De nuevo esa pausa, como si estuviera a punto de decir algo que no debía—. Como alguien sin rumbo.
Asentí sin decir más.
Los Enforcers eran los únicos con el poder de hacer algo así.
Y Aksel, su comandante, había estado en el lugar exacto en el momento exacto.
Después de pagar la cuenta y despedirme de Skadi con una sonrisa tranquila, me alejé por las calles de la ciudad neutral. Ella parecía más relajada después de nuestra conversación, como si hubiera quitado un peso de encima.
Pero yo no podía decir lo mismo.
Aksel Vinter…
No había forma de que fuera una coincidencia. Él no solo había estado presente en la escena del crimen, sino que también tenía la autoridad y la influencia dentro de los Enforcers para encubrir cualquier cosa. Y lo más sospechoso de todo: Skadi confiaba en él completamente.
Si los Enforcers realmente estaban detrás de las desapariciones, Aksel era la pieza clave.
Esperé a que la ciudad cayera en la calma de la noche antes de actuar. No podía moverme como Ulfarr, así que usé la máscara de Fenrir. La mayoría de las personas ya estaban en sus casas o bebiendo en las tabernas, lo que me facilitaba moverme sin llamar demasiado la atención.
Primero, necesitaba información básica:—¿Dónde vivía Aksel?—¿Cuáles eran sus movimientos habituales?—¿Tenía alguna conexión con los lugares donde se habían reportado desapariciones?
Era un líder de los Enforcers, así que no iba a ser fácil obtener esos datos. Pero en este mundo, nada era imposible si sabías dónde buscar.
Y yo sabía exactamente por dónde empezar.
Mi primer objetivo era la sede de los Enforcers en la ciudad neutral. No podía entrar directamente, pero eso no significaba que no pudiera encontrar algo útil desde afuera.
Me moví por los callejones hasta una de las calles laterales del edificio. Desde ahí, podía observar a los guardias y la actividad nocturna. Como esperaba, había menos movimiento que durante el día, pero aún así, la seguridad era alta. No podía acercarme demasiado sin llamar la atención.
—No hay forma de que simplemente entre y salga de ahí —murmuré para mí mismo.
No tenía acceso a los registros oficiales, pero tal vez alguien dentro sí.
Decidí cambiar de enfoque. En lugar de intentar irrumpir, fui a buscar información en otro lugar: los bares cercanos. Un lugar donde los Enforcers fuera de servicio bebían y hablaban más de la cuenta.
Entré en un bar de mala muerte con un ambiente cargado de humo y alcohol. Había varias mesas ocupadas por hombres con uniformes de los Enforcers, algunos en grupos, otros solos, bebiendo en silencio.
Me senté en un rincón, ordené una bebida y esperé. No tardé mucho en captar una conversación interesante.
—¿Aksel? Ese bastardo no deja de recibir favores de los altos mandos… —un hombre de cabello rapado hablaba con su compañero, su tono de voz lo bastante alto como para que cualquiera pudiera escucharlo.
—Tsk. Si fuera solo eso… ¿Has escuchado los rumores?
—¿Cuáles?
—Que ha estado metiéndose en asuntos raros últimamente. No sé los detalles, pero hay gente diciendo que se está moviendo por la ciudad de noche, y no es en rondas de patrulla.
El otro hombre se rio con amargura.
—¿Y qué? ¿Va a algún burdel caro?
—Si fuera solo eso… —el hombre bajó la voz, pero alcancé a escucharlo—. Dicen que han visto a Aksel en los distritos más bajos, en los barrios donde los niños han desaparecido.
Mi agarre sobre la copa se tensó ligeramente.
—No es suficiente… —pensé. Pero al menos confirmaba algo.
Aksel estaba relacionado con las desapariciones.
Decidí seguir en el bar un rato más, escuchando todo lo que podía. No tardé mucho en encontrar otro hilo útil.
—Ah, sí, lo vi hace poco en el callejón cerca de la posada Viejo Roble —dijo otro Enforcer, ya bastante ebrio—. No sé qué hacía ahí, pero no parecía estar patrullando.
Con eso en mente, terminé mi bebida y salí sin llamar la atención.
Mi siguiente destino estaba claro.
La posada Viejo Roble.
La noche envolvía la ciudad neutral en un manto de calma engañosa. Caminé entre los callejones con pasos silenciosos, manteniéndome en las sombras y observando cada detalle a mi alrededor. No podía permitirme ser descuidado, no cuando estaba investigando a alguien como Aksel.
Sabía que era un comandante dentro de los Enforcers y que había entrenado a Skadi. Sabía que había sido él quien la encontró en el callejón aquella noche. Y ahora, gracias a lo que había descubierto en el pueblo de los bandidos, también sospechaba que estaba involucrado en el caso de las desapariciones.
Pero no podía confiar solo en rumores. Necesitaba verlo en acción.
Me aposté en un tejado con vista a uno de los sectores donde los Enforcers patrullaban con más frecuencia. Si Aksel estaba investigando algo, tarde o temprano lo vería moverse.
Esperé, con paciencia, observando el flujo de la noche. Un par de Enforcers pasaron patrullando, pero no parecían particularmente interesados en hacer su trabajo. Solo caminaban con el desgano de quien sabe que nadie los supervisa.
Y entonces, lo vi.
Aksel no llevaba su uniforme habitual. En su lugar, vestía ropas más discretas, con una capa oscura que le ayudaba a mezclarse en las sombras. Se movía con cautela, vigilando constantemente sus alrededores.
Estaba siguiendo a alguien.
Me deslicé entre los tejados, asegurándome de no hacer ruido mientras lo observaba. Su objetivo era un hombre vestido con una túnica oscura, que se movía con la confianza de alguien que no teme ser descubierto.
Aksel lo siguió hasta un callejón más profundo, donde el hombre desapareció por una puerta lateral de un edificio. El comandante se detuvo, analizando la situación. No podía entrar sin llamar la atención.
Tampoco yo.
Pero esto me bastaba para confirmar que Aksel no estaba del lado de los corruptos. Al menos, no parecía estarlo.
Esperé a que se alejara de la zona antes de seguirlo. Cuando dobló una esquina solitaria, descendí silenciosamente de los tejados y me planté frente a él.
—Vas en una dirección interesante —dije, con la máscara puesta.
Aksel reaccionó rápido, retrocediendo un paso mientras su mano se deslizaba hacia su arma.
—¿Quién demonios eres?
—Alguien que quiere respuestas.
Él frunció el ceño, evaluándome.
—No tienes el porte de un Enforcer. ¿Por qué te interesa lo que hago?
—Porque las desapariciones también me interesan.
Aksel apretó la mandíbula.
—Esto no es asunto tuyo.
—Si fuera así, no estaríamos hablando.
Hubo un silencio tenso. Aksel me midió con la mirada, probablemente evaluando si valía la pena matarme o no.
Finalmente, suspiró.
—Si realmente sabes algo, entonces dime. ¿Qué has descubierto?
Sonreí bajo la máscara.
—¿Por qué no empezamos por ti? ¿Qué estabas siguiendo hace un momento?
Aksel no respondió de inmediato. Sus ojos mostraban duda, pero también cansancio.
—Si estás investigando lo mismo que yo, entonces sabes que hay algo podrido en los Enforcers —dijo finalmente—. No todos, pero algunos de los rangos más altos están involucrados en algo. No tengo pruebas, pero cada vez que sigo una pista sobre los niños desaparecidos, siempre termino chocando contra una pared dentro de mi propia organización.
Eso encajaba demasiado bien con lo que ya sospechaba.
—Si sabes que están involucrados, ¿por qué sigues con ellos?
Aksel me miró con frialdad.
—Porque si me voy, nadie podrá detenerlos desde dentro.
Era una respuesta que había escuchado antes.
—¿Tienes algo concreto?
—Algunas ubicaciones sospechosas. Gente que se mueve a horas inusuales. Pero sin pruebas, no puedo hacer nada.
Eso significaba que si quería respuestas, tendría que ir más allá.
—Entonces, dime —dije—, ¿dónde deberíamos empezar?
Aksel me miró fijamente, evaluándome una vez más. No confiaba en mí, y no lo culparía si nunca lo hacía. Pero estábamos en la misma situación, ambos buscando la verdad en un nido de serpientes.
—Tengo algunos lugares en la mira —dijo finalmente—. Viejos almacenes, edificios cerrados por "renovación" y zonas con vigilancia innecesaria.
—¿Cuál es el más sospechoso? —pregunté.
—Uno en las afueras de la ciudad, un antiguo laboratorio. Se suponía que fue cerrado hace años, pero hay rumores de que todavía se usa.
Eso sonaba demasiado conveniente para ser solo un rumor.
—Vamos —dije sin perder tiempo.
Aksel no discutió.
Nos movimos en silencio a través de la ciudad, evitando las calles principales. Aksel conocía bien las rutas seguras, lo que solo reforzaba mi sospecha de que no era un simple comandante. Sus movimientos eran demasiado eficientes, su instinto demasiado agudo.
El edificio estaba justo donde dijo, apartado y en ruinas. Desde afuera parecía completamente abandonado, con ventanas rotas y paredes agrietadas. Pero cuando nos acercamos, notamos algo extraño.
La puerta principal tenía un candado nuevo.
Aksel y yo intercambiamos miradas. Esto no estaba tan vacío como parecía.
—Déjame —susurré, sacando una navaja y manipulando la cerradura hasta que hizo un clic.
Nos deslizamos dentro, quedando envueltos en oscuridad. El aire estaba viciado, cargado con un olor a metal y químicos.
Aksel encendió una pequeña linterna, y lo que vimos nos hizo detenernos en seco.
Jaulas.
No eran celdas, sino jaulas reales, pequeñas, alineadas contra la pared. Muchas estaban vacías, pero algunas aún tenían manchas secas de sangre.
—Maldición… —murmuró Aksel, su voz apenas un susurro.
Nos adentramos más. Había mesas de metal con correas para sujetar a alguien, herramientas quirúrgicas dispersas y documentos rotos en el suelo.
Me incliné, tomando uno de los papeles menos dañados.
"Proceso de extracción de núcleo: éxito parcial. El sujeto no sobrevivió."
Apretando los dientes, seguí leyendo.
"La transferencia de núcleos a los receptores aún presenta fallas. Se necesita más material."
—Esto no es un simple tráfico de niños… —susurré.
—Están extrayendo los núcleos de aura… —Aksel terminó la frase, su voz cargada de horror.
No era solo desaparición, era un genocidio encubierto.
Un ruido nos hizo girar al unísono.
Alguien más estaba aquí.
Aksel apagó la linterna y nos deslizamos entre las sombras. Pasos resonaban en el pasillo, cada vez más cerca.
No podíamos ser descubiertos. No ahora.
Pero al menos ya sabíamos la verdad.
Los Enforcers no solo estaban involucrados.
Ellos eran los monstruos.