El cielo estaba roto.
No en sentido metafórico, sino literal. Una hendidura gigantesca cruzaba la bóveda celeste como una cicatriz ardiente. Desde su interior, flujos de energía negra se deslizaban como lágrimas del cosmos. Todo el continente podía verlo. Todo ser vivo podía sentirlo.
Era la llegada del Fin. Y también, de la Verdad.
Ryuu, de pie junto a Hikari en lo alto de la Torre Astral, sintió que su corazón latía al mismo ritmo que la tierra.
—Orion... ha despertado.
La diosa asintió, con sus ojos dorados reflejando la grieta como si ya hubiese visto este futuro antes.
—No es solo él. Ha traído consigo a los Heraldos del Vacío. Entidades selladas en el borde del universo desde la Primera Era. Y ahora... uno de ellos descenderá para poner a prueba tu alma.
Ryuu cerró los ojos, inspirando profundamente. El recuerdo de Hikari llorando en el pasado lo estremeció. No podía permitir que esa escena se repitiera.
—Estoy listo.
Pero la diosa negó con la cabeza.
—Aún no lo estás. No para eso. Pero hay una forma... una vía prohibida.
—Dila.
Ella dudó, y luego, con un suspiro, extendió su mano. Una esfera flotó entre ambos, revelando el Nexo Interior del Alma, un plano secreto solo accesible para quienes han fundido sus destinos.
—Si conectamos nuestras almas de forma total, podré transferirte parte de mi esencia divina. Obtendrás una habilidad que trasciende los límites humanos... pero si fallamos, nuestras almas podrían fusionarse para siempre, perdiendo nuestras identidades.
Ryuu no dudó.
—Prefiero perderme contigo que verte morir otra vez.
Hikari tembló por primera vez en siglos. Y asintió.
[Ritual de la Unión Divina: Activado]
Un torbellino de luz y oscuridad los envolvió. Sus cuerpos se elevaron, sus almas entrelazándose en una danza de recuerdos, emociones y destinos. Cada pensamiento de Ryuu se reflejaba en los ojos de Hikari, y cada secreto de la diosa se abría ante él como un libro eterno.
Fue entonces cuando una chispa estalló.
Nueva habilidad adquirida: "Código del Origen Celestial"
Una habilidad que permitía reescribir temporalmente las leyes de la realidad dentro de un radio de diez metros durante tres segundos. Un don que podía convertir lo imposible en posible, pero solo si el portador tenía una voluntad inquebrantable.
[Localización: Ciudad de Eridu, minutos antes del impacto]
Los cielos se abrieron y del abismo descendió un Heraldo.
Su cuerpo era de obsidiana viva, con alas formadas por lágrimas de oscuridad. No hablaba, no respiraba. Solo caminaba. Y con cada paso, las casas se derrumbaban, los relojes se detenían, y el tiempo mismo lloraba.
—¡Él se acerca! —gritó un mago veterano, huyendo sin dignidad.
Pero justo antes de que el Heraldo tocara el corazón de la ciudad, una luz blanca atravesó el cielo.
¡RYUU!
Cayó como un meteorito envuelto en alas de energía pura. Sus ojos eran llamas, su corazón un tambor que desafiaba el silencio del Heraldo.
—¡No pasarás!
El Heraldo se detuvo. Por primera vez, giró su cabeza, reconociendo al portador de la chispa celestial. Alguien digno de ser... probado.
[Combate Iniciado: Ryuu vs. Heraldo de la Ausencia]
El mundo se desdibujó. No eran golpes comunes. Cada impacto creaba cráteres de energía, cada esquiva destruía la estructura del espacio. Magos y ciudadanos huyeron, incapaces de soportar la presión.
Ryuu sabía que no duraría mucho. El Heraldo no tenía alma ni emoción. Era un instrumento puro del juicio.
—¡Código del Origen Celestial!
Por tres segundos, el mundo fue suyo.
La gravedad se invirtió. El fuego se convirtió en hielo. El tiempo se curvó. Y en ese instante, Ryuu multiplicó su velocidad, rompiendo el límite del sonido.
Su puño impactó directo en el núcleo del Heraldo, una joya negra que palpitaba con odio.
CRACK.
Una fisura. Una grieta en lo impensable.
El Heraldo retrocedió por primera vez.
—Esto es solo el principio —gruñó Ryuu, sangrando por la nariz y los oídos.
El ser alzó su brazo, reuniendo una lanza hecha de pasado olvidado. Pero antes de que pudiera lanzarla...
—¡ALTO!
Una voz femenina, pura, celestial.
Hikari.
Aterrizó junto a Ryuu, vestida con un nuevo ropaje de guerra, una mezcla de kimono divino y armadura de cristal.
—Este combate está sellado por la ley de los Dioses Mayores. Heraldo, regresa con tu amo. Di que éste no será fácil de quebrar.
El Heraldo los observó en silencio. Luego, se desvaneció como polvo estelar.
[Fin del Combate]
La ciudad estaba destruida... pero viva. Y Ryuu, en brazos de Hikari, inconsciente, había ganado más que una batalla: había conquistado el miedo.
Pero desde la grieta... Orion observaba. Con una sonrisa oscura.
—Así que has elegido ser héroe, Ryuu. Muy bien. Te haré pedazos con mis propias manos.
"¡Gracias por leer! Si te gustó, agrégalo a tu colección. Cada lector cuenta mucho para mí."