3° Blood will flow on the second day

El largo viaje hacia el Cónclave no fue fácil. Atravesaron montañas escarpadas, bosques infestados de criaturas hostiles y regiones donde las tormentas mágicas amenazaban con desgarrar el tejido de la realidad. Durante estas dificultades, Sonia, la egocéntrica y altiva niña que inicialmente había menospreciado a sus protectores, comenzó a cambiar.

Por primera vez, Sonia mostró interés genuino en las historias de sus acompañantes. Una noche, mientras descansaban junto a una fogata, le preguntó a Zalos sobre su pasado. Su tono, aunque aún cargado de curiosidad, era más suave.

—¿Dices que eres el último de Luminaris? —comentó mientras observaba las estrellas—. ¿Cómo fue eso? ¿Qué ocurrió?

Zalos se quedó en silencio por un momento, su mirada fija en las llamas. Finalmente, habló, con una voz pesada de dolor y determinación.

—Mi hogar fue destruido hace mucho tiempo atrás, Fui testigo de cómo mi familia y mi gente fueron masacrados... todo por una maldita profecía. he dedicado cada segundo de mi vida para demostrar que no somos esclavos de ningún destino.

Sonia escuchó con atención, su usual arrogancia apagada por la intensidad y rabia de las palabras de Zalos. Aunque no lo admitió, sintió una conexión con él. Ambos estaban marcados por profecías, ambos eran piezas en un juego que no habían elegido jugar.

Cuando finalmente llegaron a las puertas del Cónclave, un lugar antiguo rodeado por columnas de mármol y un aire pesado, se encontraron con un obstáculo inesperado. Un hombre alto y de complexión robusta bloqueaba la entrada. Llevaba un arsenal de armas de todo tipo: espadas cortas, shurikens, dagas y un pesado machete grabado con runas que destellaban con un brillo antinatural. Su rostro era parcialmente cubierto por una máscara, pero sus ojos, fríos y calculadores, lo observaban con una mezcla de curiosidad y emoción.

—Así que ustedes son los famosos Nobile y Zalos —dijo con voz grave, casi burlona—. Debo decir que no estoy aquí por ella ni por ningún "nuevo dios". Mi interés está en ustedes dos y el dinero por asesinar a esa niña. Un par como ustedes es raro de encontrar... y enfrentarlos será un honor.

Zalos y Nobile intercambiaron una mirada rápida. Aunque las palabras del mercenario eran intrigantes, el peligro que representaba era evidente. Nobile dio un paso adelante, colocándose entre Sonia y el desconocido.

—¿Y tú quién eres? —preguntó Nobile, su tono despreocupado pero sus manos listas para desenfundar su espada.

El hombre inclinó la cabeza ligeramente.

—Y por qué decírtelo careto?

—Sonia, vete con Nobile —dijo Zalos, su voz firme. No era una petición, sino una orden.

—¿Qué? —replicó Sonia, su tono cargado de incredulidad.

—¡Ahora! —gritó Zalos, mientras conjuraba un escudo arcano para protegerlos de un proyectil que el mercenario había lanzado con una velocidad letal.

Nobile sostuvo a Sonia con sus brazos y comenzó a correr hacia la entrada del Cónclave. Sonia, aunque molesta, no se resistió. Sabía que Zalos estaba tomando una decisión peligrosa, pero necesaria.

El combate entre Zalos y el mercenario fue feroz desde el inicio. Zalos usó todo su arsenal mágico, alternando entre la Magia Espiritual y la Materia Oscura, mientras el mercenario se movía con la velocidad y precisión de un depredador. Cada golpe de este era letalmente calculado, y cada hechizo de Zalos buscaba mantenerlo a raya.

—Eres impresionante, chico —comentó, mientras esquivaba un torrente de energía oscura—. Rara vez encuentro alguien que me haga esforzarme de verdad. Por eso, te daré algo de mi información,.

Ambos se detuvieron para escuchar que debia decir uno al otro.

-Mi nombre no es solo un adorno. Soy Nico Atoshi, descendiente del clan que sirve al Nuevo Dios. Pero déjame decirte algo: esas tonterías divinas no me importan. Yo lucho por mí mismo, por el placer de enfrentarme a los mejores... y tú eres uno de ellos.

Zalos sintió un escalofrío al escuchar el apellido. Atoshi era un clan legendario de ninjas, leales a las deidades desde tiempos inmemoriales. Pero algo en el comportamiento de Nico era diferente. No mostraba la devoción típica de su linaje; estaba motivado únicamente por el desafío y la recompensa.

Las palabras de Nico distrajeron momentáneamente a Zalos. El joven mago no podía entender cómo alguien de un linaje tan devoto podía estar tan desinteresado en la causa que debía representar. Ese instante de duda fue suficiente.

Con una velocidad cegadora, Nico se acercó y hundió su machete rúnico en el ojo derecho de Zalos. Las runas brillaron intensamente, anulando las defensas mágicas del joven mago. Antes de que pudiera reaccionar, Nico lo atravesó varias veces más, cada golpe certero y devastador.

Zalos cayó de rodillas, la sangre manchando el suelo. Su visión se nubló mientras Nico retrocedía, observándolo con una mezcla de satisfacción y respeto.

—nunca entendiste nuestra gran diferencia, solo era entender quien era la presa y quien el depredador... — dijo con un tono burlon Nico antes de retirarse lentamente, dejando el cuerpo "aparentemente" sin vida de Zalos frente a las puertas del Cónclave.