Capítulo 8 - Domesticando los Túneles

Ren lo vio, el árbol muerto, su silueta retorcida se recortaba contra el cielo nocturno.

La Mantis Espejo se acercaba cada vez más, y el sonido de sus placas rotas era como una promesa de muerte.

El árbol muerto estaba a menos de cincuenta metros cuando el suelo se desmoronó bajo los pies de Ren.

La esperanza lo había distraído.

Por un momento terrible, Ren flotó en la oscuridad, su estómago revuelto mientras la gravedad reclamaba su presa.

El cuchillo de cocina de su padre voló de su cinturón. En un acto de puro instinto, Ren lo agarró. La hoja se hundió en la pared del túnel, frenando su caída con una fuerza que no sabía que tenía.

Tierra y piedras llovían a su alrededor, golpeando su rostro, entrando en sus ojos.

Arriba, la Mantis Espejo se detuvo al borde del agujero. Sus placas rotas creaban un caleidoscopio enfermizo de lunas fragmentadas.

La criatura inclinó su cabeza triangular, calculadora, hambrienta.

—No, no, no... —Ren pateaba la pared, buscando un punto de apoyo. El cuchillo se estaba resbalando.

La tierra cedió y Ren cayó.

La Mantís saltó.

Sus guadañas brillaban en la oscuridad mientras caía, el metal de su exoesqueleto roto cantaba un canto de muerte. Ren vio su vida pasar ante sus ojos, diez breves años que terminarían en oscuridad, lejos de sus padres, sin siquiera la oportunidad de…

Un rugido ensordecedor sacudió el túnel.

La imagen de la Excavadora atrapándolo lo hizo volver a clavar el cuchillo, y en su desesperación, vio un pequeño túnel a su lado.

El túnel paralelo era estrecho, apenas lo suficientemente amplio para que Ren pudiera arrastrarse a través de él. Sin pensarlo, Ren se empujó hacia el túnel.

Pero la mantis lo alcanzó.

Sin embargo, justo antes de que pudiera agarrar a Ren mientras entraba en el túnel...

La pared debajo de la mantis se abrió, revelando la monstruosa cabeza de un Excavador Nocturno.

La bestia había estado hibernando, almacenando el poco mana disponible, cuando el derrumbe la despertó.

Y ahora tenía hambre.

La Mantis Espejo se retorció en el aire, sus guadañas encontrando carne de excavadora en lugar de su presa original. El Excavador rugió de dolor, sus garras masivas emergiendo de la tierra para atrapar a su atacante.

Ren estaba paralizado por el terror.

A menos de dos metros, dos bestias de pesadilla luchaban en un danza mortal de metal y tierra. Las placas rotas de la Mantís creaban destellos caóticos en la oscuridad mientras el Excavador intentaba arrastrar su presa a las profundidades.

A su derecha, casi invisibles en la oscuridad, Ren distinguió una apertura. Un túnel más antiguo, sus paredes alisadas por el paso del tiempo.

No tenía otra opción. El ganador se decidiría pronto.

Se arrastró hacia el túnel mientras detrás de él la batalla alcanzaba su clímax.

El chillido metálico de la Mantís se mezclaba con el rugido del Excavador. Hubo un horrible crujido, y luego...

Silencio.

Ren se alejó del borde, su respiración tan fuerte en sus oídos que temía que la bestia ganadora pudiera oírlo.

—Estoy vivo —pensó, incrédulo.

Las setas en su cabello proporcionaban la única luz en la absoluta oscuridad del túnel, su tenue brillo apenas suficiente para ver sus propias manos temblorosas.

—Por favor que haya ganado la Excavadora, por favor que haya ganado la Excavadora —murmuraba Ren mientras se arrastraba lo más rápido que podía.

Los Excavadores Nocturnos eran territoriales y lentos, si ganaba la batalla, se tomaría su tiempo devorando a su presa antes de considerar perseguirlo.

Pero si ganaba la Mantís...

Un grito victorioso heló su sangre. No era el rugido profundo que había esperado oír.

—No, no, no...

Las setas en su cabello apenas iluminaban el camino cuando apareció una bifurcación ante él. El túnel de la izquierda era irregular, claramente el trabajo de alguna bestia. Pero el de la derecha...

Ren se detuvo, jadeando.

Las paredes eran demasiado lisas, demasiado perfectas. Exactamente como su padre había descrito en sus historias:

—Como si alguien hubiera derretido la piedra misma, hijo. Un túnel de los antiguos, de cuando los humanos vivían aquí y moldeaban la roca con magia.

Detrás de él, el sonido húmedo de la carne siendo desgarrada le provocaba náuseas. La Mantís se estaba alimentando. Pero un alimentó era todo lo que necesitaba para recuperar fuerzas y continuar la caza.

Ren entró en el túnel antiguo.

Ahora en un lugar mucho más espacioso... Las setas en su cabello revelaban marcas en las paredes, símbolos que no podía entender pero que definitivamente no eran naturales. Este tenía que ser el camino que su padre había encontrado.

El túnel parecía extenderse eternamente hacia la oscuridad.

Ren había mantenido un ritmo rápido durante lo que se sentía como horas, impulsado por el miedo y la adrenalina, pero ahora sus piernas temblaban por el esfuerzo y su respiración era pesada.

Se detuvo, apoyándose en la pared lisa del túnel antiguo.

Recordando lo que su padre había dicho sobre que las bayas ayudaban a recuperar energía y mantener la mente clara, comió algunas de las que había traído.

Pensó en encender una antorcha con la piedra de pedernal, pero había olvidado recoger madera y sus setas proporcionaban suficiente luz...

Con una mente más clara, comenzó a analizar su situación.

Según el mapa de su padre, ya debería haber encontrado la salida. ¿Había tomado un giro equivocado? ¿Elegido el túnel incorrecto?

Las setas en su cabello proporcionaban luz en la absoluta oscuridad, pero su resplandor apenas era suficiente para ver unos metros adelante. Aunque eran mejor que una antorcha.

Ellas también lo habían salvado...

Ren las había estado maldiciendo desde que las había invocado, pero ahora...

—Al menos sirves para algo —murmuró a la espora, aún fusionada con él—. Aunque sea solo como una lámpara.

Se dejó caer al suelo, sus piernas agradecidas por el descanso. El agua de su cantimplora estaba tibia, pero nunca había saboreado mejor.

Mientras recuperaba el aliento, estudiaba los misteriosos símbolos en las paredes. Algunos parecían responder débilmente a la luz de sus setas, como si reconocieran algo en su tenue resplandor.

—Supongo que debería agradecerte también por lo de los sapos —continuó, sorprendiéndose a sí mismo al hablar con la criatura más débil del mundo—. Aunque fue pura suerte. Probablemente ni siquiera sabías lo que eras…

Un eco distante interrumpió sus palabras. El inconfundible sonido de metal contra piedra, seguido por ese siseo hambriento que helaba la sangre.

La Mantís había terminado de alimentarse.

Y esta vez no habría más Excavadores para distraerla.

Esta vez estaría solo.

Y ahora venía por él.

—No, no, no... —Ren se levantó de un salto cuando el siseo metálico resonó en la distancia, pero más cerca. Las setas en su cabello ahora pulsaban con un extraño resplandor amarillento, pero apenas tenía tiempo de preguntarse por qué.

El túnel se extendía ante él como una garganta negra. No había salidas laterales, ningún lugar donde esconderse.