El Asesino Profundo siguió buscando, y Ren se debatía entre dos dilemas: el depredador que no podía verlo, y la hidra que desafiaba todo lo que él creía saber sobre el ciclo del huevo de bestia.
Con movimientos cuidadosos, Ren extrajo el frasco con la poción que Zhao le había dado.
El líquido verde brillaba suavemente mientras lo destapaba. Era su última defensa contra la sobrecarga de mana.
El sabor era amargo y metálico, pero el efecto fue inmediato. La aplastante presión del mana retrocedió, como si una ventana se hubiera abierto en una habitación sofocante.
No duraría mucho, pero tendría que ser suficiente.
El Asesino Profundo finalmente perdió interés en su búsqueda. Sus sensores no detectaron más movimiento, y el gusano paralizado prometía un festín que no quería desperdiciar. La bestia volvió a su presa, su probóscide se hundió de nuevo en la carne licuada.
«Ahora o nunca», pensó Ren mientras comenzaba a descender el hilo.