Julio se había levantado.
—Energía abisal —murmuró, lo suficientemente bajo como para que solo Selphira pudiera escucharlo—. En un estudiante de primer año de nuevo. Un Goldcrest, nada menos...
En el palco de honor, el silencio de los líderes aumentó la tensión. Julius Dravenholm, Selphira Ashenway y Sirius Starweaver habían observado la manifestación de energía abisal con expresiones de horror que gradualmente se transformaron en furia.
Sus miradas convergieron simultáneamente en Kassian Goldcrest, quien, percibiendo el peligro, intentó levantarse discretamente de su asiento.
—Siéntate —ordenó Selphira, su voz suave pero cargada de una autoridad que helaba la sangre. No era una petición.
Kassian, evaluando rápidamente su situación, comprendió que intentar huir sería inútil. Estaba rodeado por tres de las personas más poderosas del mundo, cada una capaz de neutralizarlo. Su rostro adoptó una máscara de inocencia apenas creíble.
—¿Sucede algo?