El atardecer pintaba el cielo con tonos cobrizos cuando Fern y Reed Patinder regresaron a casa después de otro día en las cocinas del restaurante. Sus cuerpos, cansados pero satisfechos por un trabajo bien hecho, se movían con la sincronía que solo décadas juntos podían lograr.
La suave brisa traía los aromas familiares de las afueras, hierbas silvestres, tierra recién removida y el aroma de los fuegos de cocina.
—Otro plato nuevo que fue un éxito —comentó Reed, una nota de orgullo en su voz cansada—. Podría convertirse en una especialidad permanente.
Fern asintió, una pequeña sonrisa iluminando su rostro.
Dieron la última vuelta hacia su modesta casa, la conversación fluyendo naturalmente entre recuerdos y planes para el día siguiente…
Pero algo interrumpió su rutina habitual.