Nieth permaneció inmóvil, como parte de las sombras del pasillo mismo.
Sus años de entrenamiento lo habían perfeccionado en el arte de la invisibilidad; no solo una simple ocultación visual, sino la supresión completa de su presencia. Su respiración, tan lenta que apenas perturbaba el aire circundante. Su aroma, tan ligero que los mejores sentidos olfativos de una bestia tardarían varios minutos en percibirlo. Y su mana, oculto tan profundamente dentro de su núcleo que no destacaba ni siquiera en el entorno de mana casi nulo de la ciudad.
Observó a los tres jóvenes y al anciano Ashenway alejándose por el pasillo opuesto. Era hora de regresar y completar su misión... Se retiraría para informar a Kharzan de lo que había presenciado.
La información sobre la extraña criatura luminosa sería de particular interés para sus maestros.
Fue entonces cuando lo sintió.