La mañana se deslizó en silencio por la habitación de Jim. El suave resplandor del sol se colaba por las rendijas de la persiana, iluminando de manera casi tímida el escritorio desordenado donde reposaban apuntes y revistas viejas. Jim aún no estaba del todo despierto; el café humeante en la mesa parecía esperar pacientemente mientras él se acomodaba en su silla.
En ese instante, el sonido característico de una notificación en Discord interrumpió su rutina. La pantalla mostró el nombre "Tsubasa", pero en el fondo, ambos sabían que desde hace unos días, había surgido la intención de hablar más allá de sus nicks. Con un leve temblor en los dedos, Jim abrió el mensaje.
Tsubasa: "Buenos días, Océano. ¿Cómo amaneces hoy?"
Aunque aún usaban los apodos en el juego, algo en esas palabras le resultaba diferente a Jim; en la sencillez de la mañana, la invitación a conversar parecía sincera.
Con una mezcla de costumbre y curiosidad, Jim escribió:
OceanS: "Buenos días. Aquí, con la misma rutina de siempre. ¿Y tú?"
Poco después, apareció la respuesta.
Tsubasa: "Todo bien. Estaba pensando... Ya que vamos abriéndonos un poco, ¿qué te parece si dejamos de llamarnos por nuestros nicknames cuando hablamos fuera del juego? ¿Cómo te llamas realmente?"
El mensaje hizo que el corazón de Jim latiera un poco más rápido. Siempre se había refugiado en el anonimato, en la seguridad de no revelar demasiado, pero la forma en que Emma (o Tsubasa, como ella solía llamarse en el juego) pedía esa cercanía era casi irresistible. Después de unos segundos de duda, tecleó:
OceanS: "Me llamo Jim."
El silencio que siguió fue breve pero cargado de significado. Finalmente, el mensaje siguiente llegó:
Tsubasa: "Perfecto, Jim. Yo soy Emma."
Aunque era tan simple como tres palabras, para Jim ese intercambio se sintió como un pequeño umbral cruzado, una puerta que se abría a una posibilidad real. Desde ese momento, las barreras se iban desvaneciendo poco a poco.
Con la formalidad rota, Emma continuó:
Emma: "Ahora que ya usamos nuestros nombres, cuéntame, ¿cómo es tu mañana? Yo casi no puedo creer que siempre estés en ese mismo modo... sentado, concentrado en la pantalla."
Jim se tomó unos instantes para pensar antes de responder. No era que no tuviera rutina, pero se daba cuenta de que, en comparación con la vida que imaginaba de Emma, la suya era muy monótona.
Jim: "La verdad, la mañana es igual de siempre. Me levanto, preparo algo de café, me siento frente a la computadora y... dejo que el día transcurra. No tengo muchas sorpresas."
Una leve risa se asomó en el mensaje de Emma:
Emma: "Suena a que no hay mucho cambio, pero a veces lo simple es lo que mantiene el equilibrio. Yo, en cambio, tengo algo más de movimiento: estudio, salgo con mis amigos y, cuando estoy en casa, a veces me reuno con mi madre para ver una serie. Hoy, por ejemplo, estamos viendo una nueva temporada de una serie de misterio que me tiene intrigada."
La mención de la serie capturó la atención de Jim. Era un detalle de la vida de Emma que contrastaba con su mundo solitario.
Jim: "¿Misterio? Cuéntame un poco. No soy muy de ver series, pero me interesa saber por qué te intriga."
Emma tomó un instante, como si recordara la sensación que le causaba esa serie, y respondió con naturalidad:
Emma: "Es interesante porque, a pesar de los enigmas y giros inesperados, hay una constante en la historia: los personajes se enfrentan a su pasado y a sus errores sin escapatoria. Es como si, en medio de todo el caos, buscaran redención o una oportunidad para cambiar algo. Me hace pensar en cómo nosotros también tratamos de resolver nuestras propias cosas, aunque a veces ni siquiera sepamos por dónde empezar."
Jim se quedó quieto. Esa respuesta le hizo reflexionar. Siempre había evitado mirar demasiado atrás, intentando encerrar sus arrepentimientos en silencio, pero esas palabras le hicieron sentir una punzada. Era como si Emma, sin quererlo, hubiera tocado una parte de él que prefería mantener oculta.
Jim: "Quizá sea por eso no me gusta pensar en el pasado. A veces siento que… si lo hago, todo se vuelve más pesado de lo que puedo soportar."
El mensaje de Emma llegó tras unos momentos de silencio, más pausado, como si eligiera cuidadosamente sus palabras.
Emma: "Lo entiendo, Jim. No siempre es fácil hablar de eso. Pero tal vez, sin presiones, podamos compartir un poco lo que nos hace ser quienes somos hoy. No tienes que decir nada que no quieras, pero a veces solo escuchar a alguien puede hacer que el peso se sienta un poco menor."
La honestidad de Emma, sin intentar ser demasiado empática, se ganó a Jim. Se dio cuenta de que, a pesar de sus reservas, esa conversación era un paso hacia algo que él no sabía si estaba listo para enfrentar, pero que no podía ignorar.
El resto de la mañana transcurrió con mensajes intercalados: Emma contaba brevemente cómo se preparaba para salir con unos amigos más tarde, y Jim, con respuestas concisas, describía su rutina casi inalterable. El contraste entre su día y el de ella se hacía evidente: ella tenía compromisos, salidas, risas compartidas en la escuela, mientras que él se sumía en una soledad casi elegida.
Más tarde, al caer la tarde, Emma retomó la conversación mientras se preparaba para ver el nuevo episodio de la serie con su madre. Esta vez el tono era más relajado, casi como un murmullo íntimo en medio del ruido cotidiano.
Emma: "Acabo de empezar la serie de misterio. La trama de hoy tiene algo extraño: el protagonista se enfrenta a un dilema sobre si cambiar su destino o seguir el camino que ha marcado su pasado. Me hace preguntarme… ¿alguna vez has sentido que, si pudieras, cambiarías algo de lo que hiciste?"
Jim sintió que cada palabra retumbaba en su interior. Esa pregunta lo desarmó, no porque la respondiera con franqueza, sino porque, en el fondo, él solía sobrepensar cada error, cada arrepentimiento. Pero sabía que en esa conversación con Emma, no podía permitirse ser tan renuente.
Jim: "Creo que, a veces, me gustaría poder cambiar algunas cosas. Pero también temo que, al hacerlo, perdería parte de lo que soy. No sé si realmente quiero enfrentar esos recuerdos, aunque... supongo que es inevitable en algún momento."
Emma respondió con la sencillez que siempre la caracterizaba:
Emma: "No hay respuestas fáciles, Jim. Tal vez lo importante no sea cambiar el pasado, sino aprender de él. Yo, por ejemplo, a veces salgo con mis amigos para olvidar, pero luego me doy cuenta de que cada experiencia, buena o mala, me hace más fuerte."
El intercambio se volvió más pausado y reflexivo. Por unos momentos, el mundo digital se volvió un refugio para dos almas que, a pesar de sus diferencias, encontraban en la conversación un eco de sus propios sentimientos. Mientras Emma miraba la pantalla, rodeada del murmullo de la casa y la risa lejana de su madre, Jim se quedó solo en su habitación, dejando que cada palabra le recordara que, quizás, no estaba tan solo como pensaba.