Elena escuchó atentamente mientras Sebastian delineaba su plan. Cada palabra suya era una mezcla de lógica calculada y peligro latente. No podía negar que él sabía jugar este tipo de juegos mejor que nadie. Lorenzo confía en su control absoluto —explicó Sebastian, con la mirada fija
en ella—. Si logramos hacerle creer que está perdiendo el dominio sobre su imperio, actuará con desesperación. Y cuando alguien se desespera, comete errores.
Elena asintió lentamente. No era una mala estrategia. Si su tío pensaba que su poder estaba en peligro, bajaría la guardia. —¿Cómo lo hacemos? —preguntó.
Sebastian sonrió, como si hubiera estado esperando esa pregunta. —Difundiendo información falsa. Un rumor sobre una traición dentro de su círculo cercano. Haremos que piense que alguien está filtrando datos a sus enemigos.
Elena frunció el ceño. Sabía que su tío era paranoico cuando se trataba de su seguridad. Si lograban sembrar la duda en su mente, él mismo abriría la puerta para que pudieran entrar a su estudio. —Eso lo pondrá en alerta —murmuró—. Pero ¿cómo evitamos que sospeche de nosotros?
Sebastian se levantó y se acercó a ella, apoyando las manos en el respaldo de su silla. —Ahí es donde entra tu papel. Vas a hacerle creer que aún eres la sobrina inocente y que necesitas su protección.
Elena sintió un susto en su estómago. La idea de fingir le repugnaba, pero si era la única forma de obtener lo que necesitaba, lo haría. —¿Y tú? —preguntó, alzando la mirada.
Sebastian sonrió con aire despreocupado. —Yo me encargaré de filtrar la información a los oídos correctos. Y cuando Lorenzo esté demasiado distraído intentando descubrir quién lo está traicionando, tendrás tu oportunidad de buscar lo que necesitamos.
Elena exhaló lentamente. Sabía que era peligroso. Sabía que si Lorenzo sospechaba de ella, no dudaría en eliminar cualquier amenaza. Pero también sabía que esta era su mejor oportunidad para descubrir la verdad. —Está bien —dijo finalmente—. Hagámoslo.
Sebastian la miró con satisfacción. —Entonces, Elena, prepárate. Porque a partir de ahora,
jugamos con fuego. Y ninguno de los dos estaba dispuesto a quemarse primero.