Retrospectiva e Introspectiva (parte 6.5)

Anaís.

Durante el receso, Anais se encontraba en un rincón del patio junto a sus dos mejores amigas, Clara y Marisa. Ambas eran de esas chicas que siempre estaban al día con todo lo que ocurría en la escuela, aunque a veces se excedían con sus opiniones. Ese día, sin embargo, Anais estaba más callada de lo habitual, mirando fijamente el suelo mientras jugueteaba nerviosa con el dobladillo de su falda.

—¿Qué te pasa hoy, Anais?— preguntó Clara, inclinándose hacia ella con curiosidad. —Te ves rara.

—Sí, tú nunca estás así de callada— añadió Marisa. —Parece que viste un fantasma.

Anais levantó la mirada y, después de un breve silencio, soltó un suspiro.

—Me confesé…

Ambas amigas la miraron boquiabiertas.

—¿Qué? ¿A quién? ¿Cuándo? ¿Por qué no nos dijiste nada?— Clara disparó las preguntas como si fueran balas.

—A Tomás— respondió Anais con la voz baja, como si se avergonzara de decirlo en voz alta.

Por un instante, las dos amigas se quedaron en silencio, procesando la información. Luego, Clara rompió a reír de una forma que parecía más incrédula que burlona.

—¿Al bicho raro? ¿Te confesaste al bicho raro?

Marisa no rió, pero su expresión era una mezcla de desconcierto y desaprobación.

—¿Estás hablando en serio? ¿Tomás? ¿El chico que apenas habla con nadie y siempre anda solo con Sunny y Sam?

Anais frunció el ceño.

—Sí, a él. ¿Y qué tiene de malo?

—¿Qué tiene de malo?— exclamó Clara, todavía con una sonrisa de incredulidad. —Es un extraño. Siempre está metido en su propio mundo, escribiendo o quien sabe qué, como si el resto del planeta no existiera. Y tú… tú eres Anais, la mejor de la clase. ¿Cómo pudo siquiera rechazarte?

—¡Es que no tiene sentido!— añadió Marisa, cruzándose de brazos. —Eres guapa, inteligente, amable. Literalmente tienes todo lo que cualquier chico querría. ¿Cómo pudo decirte que no?

Anais bajó la mirada, sintiendo cómo el peso de las palabras de sus amigas comenzaba a calar en su ánimo. Hasta ese momento, había tratado de justificar el rechazo de Tomás, diciéndose a sí misma que quizá era cuestión de tiempo o que él simplemente no estaba preparado. Pero ahora, con cada comentario que hacían Clara y Marisa, comenzaba a sentirse humillada.

—¿Y qué dijo exactamente?— preguntó Marisa, inclinándose hacia ella con interés.

—Dijo… dijo que acababa de ser rechazado por otra chica y que no podía sentir nada por alguien más tan pronto— murmuró Anais.

Clara puso los ojos en blanco.

—¿En serio? ¿Esa fue su excusa? Por favor, Anais, es ridículo.

—Además, ¿quién lo rechazó? ¿Sunny?— preguntó Marisa con sarcasmo. —Porque no me sorprendería. Esa chica se cree mejor que todo el mundo y siempre anda haciendo lo que le da la gana.

Anais sintió un nudo formarse en su garganta, pero no dejó que las lágrimas salieran.

—No creo que tenga nada que ver con Sunny.

—Pues debería— espetó Clara, cruzándose de brazos. —Porque si no es Sunny, entonces no hay excusa para que te rechace. ¿Quién se cree que es? No es nadie. Es solo un tipo raro que debería estar agradecido de que alguien como tú siquiera le hable.

Marisa asintió, dándole la razón a Clara.

—Es cierto. Y si él no puede verlo, entonces el problema es suyo. No pierdas el tiempo con alguien que no sabe apreciar lo que tiene frente a él.

Anais apretó los labios, pero no dijo nada. Aunque las palabras de sus amigas buscaban consolarla, en el fondo también la hacían sentir peor. Porque, en ese momento, algo dentro de ella comenzó a cambiar. Esa pequeña esperanza que había sentido tras su rechazo, esa idea de que quizá algún día él podría verla de otra forma, se estaba transformando en algo más oscuro. Ya no se trataba de esperanza, sino de orgullo herido, de una sensación de injusticia que no podía ignorar.

—¿Sabes qué deberías hacer?— dijo Clara, con un brillo malicioso en los ojos. —Deberías ignorarlo por completo. No le des ni un segundo de tu tiempo. Que vea lo que se pierde.

Marisa asintió con entusiasmo.

—Exacto. Haz que se arrepienta de haberte rechazado. No merece nada más de ti.

Anais asintió lentamente, aunque no estaba del todo convencida. En su interior, la idea de ignorar a Tomás le dolía, porque ella no quería alejarse de él. Pero al mismo tiempo, las palabras de sus amigas resonaban en su mente, alimentando una rabia que hasta ese momento no sabía que tenía.