Cuando llega el invierno (parte 6)

Su penúltimo turno en "Santa Gracia", comenzó con una bienvenida brutal.

Un camión llegó con la mercadería del mes siguiente y apenas tuvo tiempo de ponerse el uniforme antes de lanzarse a descargar cajas. Para colmo, el señor Henrick ayudó al principio, pero no pudo quedarse mucho tiempo sin atender el bar.

Cuando terminó, el turno estaba prácticamente acabado.

Entró a la cocina con el cuerpo cansado y saludó a Bella, quien respondió con un simple movimiento de cabeza. Se dedicó a lavar los trastes acumulados en la jornada, esperando la habitual conversación entre ambos, pero ella no dijo nada.

El sonido del agua corriendo sin cesar se volvió lejano, como si la cocina estuviera en otra dimensión. Sabía que el tiempo se estaba agotando, que ese sería uno de los últimos momentos en los que compartirían ese espacio, y sin embargo, ahí estaban, atrapados en un silencio incómodo.

Cuando terminó la jornada e hizo ademán de marcharse.

— ¿No piensas decirme nada?

Su voz lo detuvo en seco.

Se giró para encontrar su mirada. Esos ojos que siempre habían sido chispeantes y llenos de vida, ahora reflejaban nerviosismo e incomodidad. Y él no quería verla así.

Sabía exactamente qué debía decir.

—Tranquila, no hay nada que decir, ¿no lo crees?

Los ojos de Bella se llenaron de lágrimas. Bajó la cabeza, apoyando ambas manos sobre la mesa de trabajo.

—Tienes razón… yo, al menos debería.

Tomás soltó una risa suave, tratando de aligerar el momento.

—Oye, relájate. Ponerte tan seria no es lo tuyo.

Bella alzó la vista, sonriendo. Esta vez, sin alegría.

—Hasta pronto —dijo él.

—Nos vemos.

Mientras se cambiaba el uniforme, se repitió a sí mismo que había hecho lo correcto. Que era mejor así.

Pero si se hubiera mirado al espejo en ese instante, habría visto la verdad en su reflejo.

Estaba devastado.

Y así se marchó esa noche, conteniendo su dolor hasta que llegó a casa, donde todo aquello se convirtió en parte de su nueva novela.