Natasha Volkova salió de su tumba, cubierta de sangre, sudor y tierra. Respiraba con dificultad, pero estaba viva. Cada músculo de su cuerpo dolía, sus costillas protestaban con cada movimiento, pero el dolor no importaba.
Tenía un objetivo.
No iba a huir. No iba a esconderse. Iba a matarlos.
Rastreo y Preparación
Sabía que los agentes corruptos no se habían ido lejos. Eran hombres confiados, acostumbrados a ganar. Seguramente estaban celebrando en algún burdel o taberna.
Antes de ir por ellos, Natasha necesitaba dos cosas: armas y un plan.
Con sigilo, llegó a una granja abandonada a medio kilómetro del cementerio. En el establo, encontró un viejo rifle de caza con algunas balas, un cuchillo más grande que el que llevaba, y lo más importante: un caballo.
No tenía tiempo que perder.
Cubrió su rostro con un pañuelo y cabalgó hacia el pueblo, su cuerpo aún tembloroso por la falta de fuerzas, pero su mente fría como el acero.
El Ajuste de Cuentas
Los encontró en un saloon de mala muerte, riendo, bebiendo, celebrando su "victoria".
—¿Cuánto creen que tardará en pudrirse allá abajo? —preguntó uno de ellos, riendo mientras tomaba un trago de whisky.
Otro se encogió de hombros. —Ya debe estar muerta.
—No tan rápido, cabrones.
La voz de Natasha cortó el aire como una bala.
Cuando los hombres voltearon, fue demasiado tarde.
Natasha disparó primero.
La bala atravesó el cráneo del más cercano, su sangre salpicando la mesa. Un segundo disparo fue directo al pecho del otro.
El tercero intentó sacar su arma, pero Natasha le lanzó su cuchillo y se lo clavó en la garganta.
Silencio.
El resto del bar se quedó inmóvil, sin saber si moverse o quedarse quietos. Nadie quería ser el siguiente.
Natasha se acercó al único sobreviviente, el líder de la patrulla que la había enterrado viva. El que había dado la orden.
Se estaba arrastrando por el suelo, con el cuchillo aún en la garganta, su vida escapándose en cada segundo. Pero Natasha no tenía prisa.
Se agachó a su lado, lo miró con desprecio y le susurró:
—Me gusta saber que no soy la única que siente lo que es morir lentamente.
Y con un último gesto, giró el cuchillo en su cuello, terminando con su vida.
Natasha se levantó, sin mirar atrás. Su venganza estaba cumplida.
Sin decir una palabra más, salió del saloon, montó su caballo y desapareció en la noche.