En la fábrica abandonada Nataly, Nate y Carlos estaban sentándose platicando sobre lo sucedido.
—Quizás se deba a que estás cansado y con hambre —dijo Nate, observando a Carlos con los brazos cruzados.
—Sí… seguro es eso —afirmó Nataly, asintiendo.
No tenían muchas pruebas, pero hasta ahora, cada vez que Carlos usaba sus habilidades, parecía consumir enormes cantidades de energía. Tal vez su cuerpo necesitaba recuperarse antes de que pudiera hacer algo de nuevo.
Sin más que hacer, decidieron hacer una parada en una tienda de comida antes de volver a la fábrica.
Una vez de regreso, Carlos no perdió tiempo. Se sentó en el suelo y comenzó a devorar la comida sin parar. Platos de carne, barras energéticas, frutas, incluso algunos batidos de proteínas que Nate había comprado "por si acaso".
Nataly y Nate lo miraban en silencio.
—Esto es… impresionante y aterrador al mismo tiempo —comentó Nate, viendo cómo Carlos tragaba sin esfuerzo.
—¿Seguro que no quieres masticar? —bromeó Nataly, aunque en el fondo estaba preocupada.
Carlos ignoró los comentarios y continuó comiendo hasta que finalmente sintió algo que no había sentido en todo el día: saciedad.
Se recargó contra una pared, respirando hondo.
Pero entonces, algo cambió.
Su cuerpo entero se sintió revitalizado, como si una corriente de energía fluyera dentro de él. Era una sensación intensa, casi infinita.
Un cosquilleo recorrió su piel, y en cuestión de segundos, sus ojos comenzaron a teñirse nuevamente de azul.
—¡Carlos, tus ojos volvieron a ser azules! —gritó Nate con emoción.
Pero Nataly no compartía su entusiasmo.
Algo no estaba bien.
Un mal presentimiento se apoderó de ella.
Sin pensarlo dos veces, apartó a Nate de un empujón, alejándolo de la línea de visión de Carlos.
Y entonces ocurrió.
Carlos sintió una presión extraña en su cabeza, como si algo dentro de él estuviera a punto de liberarse.
Su pupila dentro de su iris se dividió en dos en ambos ojos, sus pupilas ahora dobles danzaban con unos giros sincronizados por todo el iris hasta que ambas pupilas chocaron y se volvieron a unir.
Y lo que provocó fue una sobrecarga de energia ocular.
Desde ambos ojos, dos ráfagas de energía azul fueron disparadas con una fuerza devastadora.
El suelo explotó bajo el impacto, dejando profundas grietas que se extendieron varios metros. La vibración sacudió la fábrica, y el estruendo hizo eco en el enorme espacio vacío.
Carlos intentó frenar el ataque, pero no sabía cómo.
Desesperado, cerró los ojos con fuerza.
Cuando finalmente logró contenerlo, abrió los ojos nuevamente y vio la destrucción que había causado.
Se froto las sientes, sentía un ardor en sus ojos los sentía electricos como una energía que recorre sus pupilas.
Nataly y Nate miraban el desastre con la boca abierta.
El suelo estaba completamente arrasado, con marcas de quemaduras y surcos profundos que mostraban hasta dónde había llegado la energía.
Los tres se quedaron en silencio, procesando lo que acababa de ocurrir.
Finalmente, sin mirarse siquiera, dijeron al mismo tiempo:
—Suficientes pruebas por hoy.
Nataly sacó su dispositivo y comenzó a llamar un autotaxi para regresar a la ciudad.
—Voy a pedir uno para los tres—dijo, con la vista fija en la pantalla.
Pero Carlos levantó una mano antes de que lo hiciera.
—No, solo para ustedes dos.
Nataly y Nate lo miraron con curiosidad.
—¿Por qué? —preguntó Nate.
Carlos se quedó en silencio por un momento. Su cuerpo entero se sentía eléctrico, vibrante. Como si la energía dentro de él estuviera burbujeando, exigiendo salir. Su respiración era estable, su pulso tranquilo, pero había algo en su interior que lo hacía sentir invencible.
Sin decir más, echó a correr.
Al principio fue un simple trote, pero en cuestión de segundos, su velocidad aumentó de forma inhumana. Sus pasos apenas tocaban el suelo antes de impulsarse de nuevo, dando vueltas alrededor de la fábrica con una rapidez impresionante.
Nate y Nataly se giraron sorprendidos, tratando de seguirlo con la mirada.
—¿Está corriendo más rápido de lo normal… o solo soy yo? —preguntó Nataly, parpadeando varias veces.
—No, no eres tú —respondió Nate con una sonrisa—. Definitivamente está yendo rápido.
Pero entonces, algo más ocurrió.
Carlos desapareció en pleno movimiento y reapareció metros más adelante.
Luego volvió a hacerlo.
Una y otra vez, su cuerpo se desvanecía y materializaba en distintos puntos de la fábrica, teletransportándose a voluntad propia mientras corría.
—¡Lo está controlando! —exclamó Nate, emocionado.
Pero Nataly no estaba tan segura.
—¿O no puede detenerse?
Carlos sintió su propia velocidad aumentar. Su cuerpo estaba en un estado de éxtasis, su energía desbordante. Su mente apenas podía procesar lo rápido que iba, pero sus músculos reaccionaban de forma automática.
Se teletransportó de nuevo, esta vez de manera más precisa, apareciendo sobre una tubería elevada y corriendo a lo largo de ella con equilibrio perfecto. Luego saltó desde ahí y volvió a desaparecer, reapareciendo en el techo de la fábrica, donde siguió corriendo sin esfuerzo.
—¡Esto es increíble! —gritó, sin poder evitar la emoción.
Nataly y Nate salieron de la fábrica y vieron cómo Carlos, en lugar de detenerse, siguió moviéndose.
Con un impulso, saltó hacia un edificio cercano y se sujetó del borde con una sola mano, quedando colgado sin dificultad.
Desde ahí, miró hacia abajo y vio el autotaxi que Nataly y Nate habían pedido.
—¿Se supone que nos va a seguir a pie? —preguntó Nataly con incredulidad.
—Al parecer, sí —respondió Nate, divertido.
Carlos se teletransportó a la azotea de otro edificio y siguió avanzando, brincando entre estructuras como si la gravedad fuera solo un inconveniente menor.
Cada vez que llegaba al borde de un edificio, se impulsaba y desaparecía en el aire, reapareciendo en otro punto. A veces, erraba la distancia y tenía que corregir en el último segundo para no chocar contra algo. Otras veces, quedaba momentáneamente suspendido en el aire antes de reaccionar a tiempo para reaparecer en suelo firme.
Pero lo estaba logrando.
—¡Sí! —gritó con entusiasmo mientras se dejaba caer en picada desde una torre de ventilación.
Su corazón latía con fuerza mientras la adrenalina lo consumía.
Justo antes de tocar el suelo, desapareció de nuevo y reapareció sobre un letrero luminoso, jadeando por la emoción.
Desde abajo, Nate lo observó con los brazos cruzados y una sonrisa.
—Presumido.
Carlos sonrió desde lo alto y siguió avanzando, saltando de edificio en edificio mientras seguía el autotaxi a toda velocidad.
Tal vez aún no tenía el control total.
Pero estaba empezando a entenderlo.
Carlos seguía moviéndose entre edificios con energía desbordante, disfrutando cada salto y cada teletransportación. Pero en uno de sus impulsos calculó mal la distancia y chocó de costado contra una estructura metálica.
El impacto fue seco y le sacó el aire. Un dolor punzante se extendió por su abdomen derecho mientras rodaba por la superficie antes de detenerse con un gemido.
—Mierda… —susurró, llevándose una mano al costado.
Podía sentir el dolor con claridad. Si se había roto algo, confiaba en que su cuerpo lo repararía. Pero eso también lo hizo pensar en algo que no había considerado hasta ahora.
*Cada vez que mis ojos vuelven a la normalidad… pierdo mi fuerza.*
*¿Qué pasa con mi regeneración?*
Por primera vez, sintió un atisbo de preocupación real. ¿Y si la regeneración no era algo permanente? ¿Y si su cuerpo no podía curarlo si perdía esa energía? ¿Podría morir como cualquier otra persona si se debilitaba demasiado?
La idea lo inquietó.
Sin embargo, sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando, desde su posición elevada, notó un movimiento extraño en una calle cercana.
Un hombre con una chaqueta oscura estaba apuntando con un arma a una pareja, obligándolos a entregarle sus pertenencias.
Carlos sintió una oleada de adrenalina recorrer su cuerpo.
—Con estos poderes… podría detenerlo sin salir lastimado, ¿verdad? —murmuró para sí mismo.
Era lo correcto, ¿no?
Su mente se llenó de dudas.
Para cuando quiso reaccionar, el asalto ya había ocurrido. El ladrón subió a una motocicleta junto con un cómplice, y ambos aceleraron alejándose del lugar.
Carlos frunció el ceño y dejó sus dudas a un lado.
*No importa. Aún puedo atraparlos.*
Se teletransportó directamente frente a la motocicleta.
Los ladrones apenas tuvieron tiempo de reaccionar.
El conductor intentó girar bruscamente para esquivarlo, pero Carlos, con una simple patada, golpeó la parte delantera de la motocicleta.
El impacto fue brutal.
El vehículo salió disparado por el aire, dando varias vueltas antes de estrellarse violentamente contra el suelo.
Carlos sintió un escalofrío.
—Mierda… creo que me pasé de fuerza.
Sin esperar a ver el resultado, se teletransportó de nuevo a la cima de un edificio y observó la escena desde lo alto, con el corazón latiéndole con fuerza.
Los cuerpos de los ladrones estaban tirados en el suelo, inmóviles.
—No… no, no, no… —murmuró, sintiendo un peso en el pecho.
Pero entonces, vio movimiento.
Uno de los asaltantes se retorció y trató de incorporarse. El otro también se quejaba de dolor, pero estaban vivos.
Carlos dejó escapar un suspiro tembloroso de alivio.
No tuvo tiempo de pensar mucho más. Varias patrullas de la policía llegaron al lugar y rodearon a los ladrones.
—¡Manos donde podamos verlas!
Los oficiales revisaron sus identidades y, en cuestión de segundos, confirmaron que coincidían con el reporte de robo que había hecho la pareja asaltada.
Carlos observó todo desde las sombras de la azotea.
Su miedo se disipó poco a poco.
Había sido torpe. Había usado demasiada fuerza.
Pero… lo había logrado.
Y, por primera vez, sintió que tal vez tener esos poderes no era una maldición.
Quizás intentarlo de ser un héroe no era mala idea.