Revitalizar parte 2

Los tres estaban en el departamento de Nataly, sentados en el sofá mientras la televisión proyectaba un noticiero en la pared.

Carlos tenía los brazos cruzados y la mirada perdida en la pantalla, mientras que Nataly bebía una taza de café y Nate comía una bolsa de snacks con total tranquilidad.

La voz del presentador resonó en la habitación.

—En otras noticias de última hora, una figura con apariencia humana apareció de la nada absoluta frente a un par de motoristas que huían a toda velocidad tras un atraco a mano armada que habían perpetrado momentos antes.

Carlos sintió que su estómago se encogía.

—Como pueden ver en las imágenes a continuación, la figura surge en cuestión de instantes y desaparece en menos de un segundo, provocando que la motocicleta de los delincuentes salga disparada por los aires hasta estrellarse.

La pantalla mostró el video grabado por una cámara de seguridad.

A simple vista, parecía que la moto se volcaba sola, como si un obstáculo invisible la hubiera hecho perder el control. Pero cuando el video fue ralentizado, se notó una sombra borrosa, una silueta apenas distinguible, moviéndose justo antes del impacto.

—Las cámaras no lograron captar la figura con precisión. Hemos ralentizado el video y, como verá a continuación, la imagen sigue viéndose borrosa. Sin embargo, se distingue un ligero movimiento hacia el vehículo de los asaltantes.

Carlos sintió un escalofrío.

Nataly dejó su taza de café en la mesa, más atenta ahora.

—La policía no ha dado informes sobre lo sucedido, y los asaltantes están tan gravemente heridos que fueron trasladados al hospital de reos al oeste de la ciudad. Se espera que, una vez sean atendidos, puedan ser interrogados para esclarecer lo que vieron.

Carlos tragó saliva.

—Mierda…

El noticiero siguió con otro tema, desviando la atención a un informe ambiental.

—En otras noticias, se reporta que el nivel del mar ha vuelto a descender en una millonésima de gramo…

Pero ninguno de los tres prestó atención.

Nate se giró lentamente hacia Carlos con una sonrisa divertida.

Sin embargo Carlos se sentía asustado había provocado que dos personas acabarán en un hospital y incluso podrían morir.

—Vaya… parece que ahora eres famoso.

—¿Famoso? Por favor… lo que menos quiero es llamar la atención —dijo Carlos, pasando una mano por su cabello con frustración.

Nataly le lanzó una mirada significativa.

—Bueno… tarde o temprano descubrirán quién eres.

Carlos frunció el ceño.

—¿Por qué dices eso?

—Si sigues haciendo esto… —intervino Nate, encogiéndose de hombros—. Es cuestión de tiempo para que capturen tu rostro.

Carlos soltó una risa sin humor.

—¿Hacer qué exactamente? ¿Casi matar a dos asaltantes? ¿Destruir propiedad privada? ¿Interferir con la policía? ¿Y quién sabe cuántas cosas más ilegales? —su voz subió un poco, reflejando su preocupación real—. No soy un héroe, Nate… solo un tipo con poderes que no controla.

Pero Nate no se inmutó.

—Dime la verdad —dijo con calma, inclinándose hacia él—. Por unos segundos, cuando te enfrentaste a esos tipos… ¿no se sintió increíble?

Carlos se quedó en silencio.

Nate sonrió, como si ya supiera la respuesta.

—No me mientas.

Carlos apretó la mandíbula y desvió la mirada.

—Eso da igual —dijo finalmente—. Se sienta bien o no, es peligroso. Para mí y para otros.

—Claro, pero solo tienes que aprender a controlar la fuerza de tus golpes… y a fijarte bien dónde te teletransportas —dijo Nate con total tranquilidad, como si hablara de aprender a manejar una bicicleta.

Carlos lo miró con incredulidad.

—Lo dices porque lo ves desde tu perspectiva —respondió, con un tono más serio—. No tienes idea de cómo se siente realmente.

Nataly observó la conversación sin intervenir. Había preocupación en su rostro, pero también entendía que Carlos estaba lidiando con algo mucho más grande que ellos.

Carlos suspiró.

—Pero tienes razón en algo… —murmuró, frotándose las sienes—. Se siente bien. Cada vez que salto, cada vez que corro o me teletransporto… es una descarga de dopamina brutal. Es como si mi cuerpo estuviera hecho para esto.

Nataly entrecerró los ojos.

—Eso es precisamente lo que me preocupa.

Carlos la miró, pero ella no dijo nada más.

Hubo un breve silencio hasta que Nataly decidió cambiar el rumbo de la conversación.

—En todo caso… si decides intentarlo otra vez, si crees que realmente podrías llegar a ser el héroe de la ciudad o del mundo… necesitas camuflarte.

Carlos arqueó una ceja.

—¿Camuflaje?

—Exacto —dijo Nate, emocionado—. ¡Necesitas un traje de superhéroe!

Carlos bajó la mirada con vergüenza, sintiendo una extraña mezcla de miedo y emoción.

La idea de un traje le parecía ridícula… pero al mismo tiempo, una pequeña parte de él no podía evitar sentirse intrigado.

Porque, al final del día, ¿qué podía perder intentando usar sus poderes para algo bueno?

—Un traje heroico debe ser algo que imponga respeto —dijo Nate, con los brazos cruzados y una mirada seria—. Algo oscuro, negro, que te haga ver como una sombra.

Antes de que pudiera seguir con su idea, Nataly le dio un golpe en la cabeza.

—Claro que no —dijo, cruzándose de brazos—. Tiene que ser algo que represente sus ideales, que vaya con sus colores.

—¿Cuáles ideales? —se burló Nate—. ¡Carlos es un flojo que faltaba a clases de gimnasia!

—No me eches porras, ¿eh? —bufó Carlos, lanzándole una mirada de advertencia.

Nate ignoró la indirecta.

—Ya sé. ¿Por qué no buscamos algo en tu casa? Seguro tienes algo de ropa que podamos usar.

Carlos se tensó de inmediato.

Su casa.

Las palabras le pesaron más de lo que esperaba.

—No lo sé… —murmuró.

Regresar a ese lugar significaba enfrentarse a una realidad que prefería evitar. Su padre ya no estaba. Su madre había formado otra familia, con otro hombre y otro hijo. Todo lo que alguna vez fue su hogar ahora era solo un lugar que le pertenecía a alguien más.

Nataly notó su incomodidad y le dio una leve palmada en la espalda.

—Mira, si no quieres quedarte ahí, simplemente dile a tu madre que te vas a mudar.

Carlos la miró con una ceja arqueada.

—¿Mudarme? ¿A dónde?

—Al departamento frente al mío. Está libre.

Carlos soltó una carcajada sarcástica.

—¿En este… edificio? —preguntó, mirando alrededor con una expresión de duda.

Nataly le devolvió una sonrisa retadora.

—¿O prefieres volver a casa?

Carlos suspiró y se pasó una mano por el cabello.

—Pues… ya que.

Regresando al Pasado

Volver a su antigua casa fue más difícil de lo que esperaba.

El lugar olía distinto. La distribución de los muebles había cambiado. Había fotos en las paredes de su madre con su nueva familia, y aunque ella lo recibió con cariño, Carlos no podía evitar sentirse fuera de lugar.

No pertenecía ahí.

Después de hablar un poco, le explicó que se mudaría. Su madre no pareció sorprendida.

Carlos entro a su habitación ahora se daba cuenta porque cuando despertó está mañana nada era como lo recordaba habían pasado 5 años.

Bajo las escaleras cargando una gran maleta flotante con ropa y pertenecías.

Su madre lo vio preocupada sabía que este día llegaría, Pero no que sería tan pronto, tras ver a su hijo pronuncio.

—Siempre supe que este lugar dejó de ser tuyo hace mucho —dijo con tristeza—. Pero me alegra que hayas venido.

Antes de que se fuera, le entregó una caja con cosas de su padre.

—Para que no lo olvides.

Carlos no supo qué decir, su madre y abrazo a su madre durante un largo rato.

—ven a verme de vez en cuando hijo.

Carlos con lágrimas en sus ojos asintió tomando sus cosas y retirándose.

Su madre lo despidió en la puerta con una sonrisa. Cuando Carlos se alejó y ella volvió a entrar a la casa, algo llamó su atención.

Por un instante, creyó haber visto que los ojos de su hijo eran de un azul intenso.

Sacudió la cabeza y suspiró.

—Debe haber sido mi imaginación… —murmuró para sí misma antes de cerrar la puerta.

Unas horas después, carlos estaba de vuelta en el departamento de Nataly con una maleta llena de su ropa y la caja con las pertenencias de su padre.

Los tres se sentaron en el suelo y comenzaron a revisar su contenido.

Entre los objetos, encontraron un viejo traje de motorista con su casco que le perteneció a su padre.

Era blanco con rayas negras, llamativo y poco discreto.

—Es perfecto —declaró Nate con entusiasmo.

Carlos frunció el ceño.

—¿Estás loco?

—Solo necesita unos arreglos —intervino Nataly, inspeccionando la tela—. Podemos hacer un par de cortes y pintarlo de otro color.

Carlos suspiró.

—Supongo que no tengo muchas opciones…

Los tres comenzaron a trabajar en el diseño.

Hicieron bosquejos y dibujos, probando diferentes combinaciones de colores hasta decidirse por un azul oscuro con rayas negras.

El casco también recibió modificaciones. Lo pintaron del mismo tono y agregaron un panel LED en la parte frontal, el cual mostraba distintos patrones, haciendo que los "ojos" del casco parecieran moverse según la expresión que quisieran proyectar.

Cuando terminaron, lo colocaron frente a ellos y admiraron su trabajo.

—Debo admitir que se ve increíble —dijo Nataly, con una sonrisa satisfecha.

—Pero aún falta algo… —añadió Nate, chasqueando los dedos—. ¡Un nombre!

Carlos suspiró.

—No necesitamos un nombre.

—¡Claro que sí! —insistió Nate—. Algo que la gente pueda recordar.

—A ver… ¿qué tienes en mente? Pregunto Carlos.

—Obvio: Teleportman respondió Nate con orgullo.

Carlos y Nataly lo miraron sin expresión.

—Eso es ridículo —dijo Carlos.

—Y largo —añadió Nataly.

—Bueno, podemos cuando sea nesesario podemos abreviarlo. ¿Qué tal TP? —propuso Nate.

Carlos entrecerró los ojos.

—A esa abreviación le falta el "man".

—Eso no importa. Te queda, y eso es lo importante —dijo Nate, completamente seguro de sí mismo.

Carlos miró el traje una vez más.

Nataly se llevó la mano al rostro, sintiendo vergüenza ajena.

Pero Carlos, a pesar de todo, sintió algo extraño en su pecho.

Miedo, sí.

Vergüenza, también.

Pero, sobre todo… emoción.