Las noticias recorrían la ciudad a una velocidad impresionante.
—El misterioso héroe, anteriormente conocido como "La Mancha Azul", ha aparecido nuevamente, deteniendo un asalto más en el distrito comercial.
Carlos, sentado en el sofá del departamento de Nataly, se llevó una mano al rostro con frustración.
—La Mancha Azul… en serio.
—¡Por favor! —bufó Nate, agitando su dispositivo holográfico—. Es obvio que se llama Teleportman.
Sin pensarlo dos veces, Nate publicó un mensaje en la redes con el nuevo nombre, asegurándose de que se volviera tendencia.
—Ahí está, problema resuelto —dijo con una sonrisa satisfecha.
Carlos resopló.
—Como si pudieras controlar lo que la gente dice…
Pero al parecer, Nate sí podía.
Las noticias siguientes comenzaron a llamarlo Teleportman, reforzando el nombre que Nate había impulsado.
—Teleportman salva a un transeúnte cuyo dispositivo de bloqueo peatonal falló, evitando que fuera atropellado.
—Teleportman ayuda a una ancianita a cruzar la calle en un sector sin paso peatonal.
—Teleportman rescata a un gato atrapado en un árbol en las alturas.
Carlos se cruzó de brazos y miró a Nate con desconfianza.
—¿Tú estás publicando todo esto, cierto?
—No todo —respondió Nate con una sonrisa traviesa—. Solo los mejores momentos.
Carlos se llevó una mano a la frente.
Pero entonces, la siguiente noticia cambió el tono de la conversación.
—Teleportman salva a una menor de ser secuestrada a la salida del colegio. Los testigos afirman que el misterioso héroe apareció de la nada, enfrentándose a los atacantes y asegurándose de que la niña estuviera a salvo antes de desaparecer.
Nataly se giró lentamente hacia Carlos.
—¿Cuándo hiciste eso?
Carlos desvió la mirada.
—Hoy en la tarde…
—¿Y no nos dijiste nada? —Nataly lo miró con los brazos cruzados.
—No es como si lo hubiera planeado —se defendió Carlos—. Solo… pasó.
La siguiente noticia los dejó a todos en silencio.
—Teleportman, ¿el más buscado por la policía y el gobierno?. Según los datos analizados en redes, su popularidad es innegable, pero las autoridades aún no han emitido un comunicado oficial al respecto.
El presentador continuó con un tono más serio.
—¿Es un héroe anónimo que no busca reconocimiento, o un individuo potencialmente peligroso con habilidades desconocidas?
Carlos tragó saliva.
Nataly apagó la pantalla.
—Tarde o temprano, iban a empezar a hacer preguntas.
—Sí, pero… —Carlos se frotó la nuca—. No quiero ser un criminal.
—Entonces, solo ten cuidado —dijo Nataly con un tono más suave—. No llames demasiado la atención.
Carlos suspiró.
—Demasiado tarde para eso.
Un Rostro del Pasado
El noticiero continuó con otra historia.
—En otras noticias, el programa de criogenización enfrenta recortes. Debido a la falta de resultados exitosos en la reintegración de los individuos en nuestra sociedad, se ha decidido trasladar a los sujetos criogenizados a un instituto más pequeño con menos personal. Actualmente, solo el 35% de los pacientes tienen posibilidades de sobrevivir al proceso de descriogenización.
Las imágenes en pantalla mostraban cámaras criogénicas siendo transportadas en vehículos blindados hacia su nuevo destino.
Una en particular llamó la atención de Carlos.
Mostraba la figura de un hombre congelado, vestido con un uniforme militar. Su rostro, marcado por el tiempo, tenía una expresión severa e imponente.
Carlos sintió un escalofrío inexplicable.
No lo conocía.
No tenía ninguna razón lógica para reaccionar de esa manera.
Pero algo en su interior le decía que ese hombre sería importante.
Que su destino estaba conectado con el suyo.
Aunque aún no sabía cómo.
El televisor seguía encendido en el departamento de Nataly cuando la noticia de última hora interrumpió la programación habitual.
—¡Urgente! Un grupo delictivo conocido como "Los Cuernos de Oro" está perpetrando un asalto al Banco Nacional Norte. Los asaltantes han declarado que no liberarán a los rehenes hasta que la policía se retire del lugar. Se estima que hay al menos 62 ciudadanos atrapados en el interior y un total de ocho criminales armados.
Dos de ellos se encuentra fuera de las instalaciones con rehenes solicitando que la policía se retire del lugar y nadie saldrá herido.
Carlos se puso de pie de inmediato, Carlos se sintió eufórico al fin una verdadera razón por la cual ser un súper héroe.
—No lo hagas —dijo Nataly, anticipando su reacción.
Pero era demasiado tarde.
Antes de que pudieran detenerlo, Carlos desapareció en un destello azul.
El banco estaba sumido en el caos.
Seis de los asaltantes controlaban el interior. Algunos se aseguraban de que los civiles permanecieran en el suelo, mientras los demás forzaban las cajas de seguridad y tomaban el dinero lo más rápido posible.
Un hombre, cubierto con una máscara amarilla de un toro y un uniforme negro ajustado, golpeó el mostrador con impaciencia.
—¡Abre la maldita caja! —gritó, apuntando con su arma a la trabajadora del banco.
Para enfatizar su amenaza, disparó al techo. Una ráfaga de energía roja salió disparada desde el cañón del arma, dejando una marca ardiente en el metal.
—¡Lo haré, solo deme un segundo! —dijo asustada la trabajadora, mientras metía dinero en un maletín.
El asaltante frunció el ceño cuando el arma crujió y dejó de emitir energía.
—Mierda… se quedó sin batería otra vez.
A pesar del problema técnico, el trabajador del banco, asustado y temblando, continuó llenando el maletín con dinero.
Otro asaltante, el llamado Número 2, se acercó al primero.
—¿Qué pasa, Número 3?
—Esta mierda volvió a quedarse sin energía.
Número 2 chasqueó la lengua y sacó un par de baterías de su chaleco.
—Te dije que tu arma no servía. Consume demasiado rápido.
Número 3 retiró el cargador del arma y reemplazó las baterías.
Fue entonces cuando sintió algo.
Un escalofrío recorrió su espalda.
Se giró lentamente y vio algo que no debería estar ahí.
Justo detrás de él, un hombre vestido con un traje azul con rayas negras jugaba con una chequera, lanzándola al aire con despreocupación.
—¿Qué se necesita para abrir una cuenta en este banco? —preguntó Teleportman en un tono de broma.
Número 3 dio un paso atrás, sorprendido.
Pero su sorpresa se transformó en una sonrisa maliciosa cuando levantó su arma.
—¿Quién carajos eres? Tienes mucho valor para querer jugar con alguien armado.
Teleportman inclinó la cabeza.
—¿No has visto las noticias? —dijo con tono divertido—. Me he hecho bastante viral últimamente.
—Voy a volverte un maldito cadáver que será viral —espetó Número 3, apretando el gatillo.
Teleportman desapareció en un parpadeo y reapareció detrás de él, colocando una mano sobre su hombro.
—Creo que fallaste.
Número 3 giró y disparó de nuevo, pero Teleportman se teletransportó otra vez.
Los otros asaltantes notaron lo que pasaba y empezaron a dispararle también.
Carlos sonrió y se movió estratégicamente. Se teletransportó a la posición perfecta para que dos de los criminales terminaran apuntándose el uno al otro.
—¡Alto! ¡No dispa…!
Demasiado tarde.
Los dos abrieron fuego al mismo tiempo y sintieron un dolor punzante en sus hombros cuando se dispararon mutuamente.
Teleportman soltó una carcajada.
—Cuidado con esas cosas, chicos. No son juguetes.
De repente, Número 2 apareció detrás de él con una maceta metálica en las manos y la bajó con fuerza contra su cabeza.
El golpe resonó en todo el banco.
Pero no fue la cabeza de Teleportman la que se rompió.
La maceta se partió en pedazos al instante.
Número 2 miró los restos de su arma improvisada con incredulidad.
—Oh… eso es una verdadera lástima —murmuró Teleportman con fingida tristeza.
Hasta ese momento, no había atacado físicamente a nadie. No sabía qué tan fuerte podía ser, y tenía miedo de herir gravemente a alguien.
Pero ahora era el momento de probarlo.
Le dio un primer golpe suave a Número 2, solo lo suficiente para desequilibrarlo.
Un segundo golpe lo dejó noqueado.
—Bien, no estuvo tan mal.
Teleportman lo levantó y lo lanzó con una patada suave, haciendo que el cuerpo inconsciente del criminal chocara contra los otros asaltantes, derribándolos como fichas de dominó.
El público estaba aterrado, pero algunos comenzaron a celebrar.
—¡Le están dando una paliza a esos tipos!
Mientras tanto, afuera, la policía seguía negociando con los dos criminales que se habían quedado en la entrada.
No tenían idea de lo que estaba ocurriendo dentro.
Los Cuernos de Oro habían planeado todo a la perfección. Destruyeron las cámaras de seguridad, incluso aquellas tan pequeñas como un grano de arena. Nada de lo que ocurría dentro del banco podía ser visto desde afuera.
Nada, excepto la luz azul que de repente iluminó el lugar.
Teleportman levantó una mano y disparó una ráfaga de energía desde su mano contra la pared lateral, creando un enorme agujero.
—¡Salgan por aquí! —gritó a los rehenes.
Los civiles no dudaron en obedecer.
El caos se desató mientras decenas de personas escapaban sin que los asaltantes en la entrada lo notaran.
Uno de los criminales aún de pie trató de apuñalarlo, pero Teleportman lo derribó con un rayo de energía menos potente, haciéndolo volar contra la pared.
Solo quedaban dos.
Desde el interior del banco, Teleportman los observó a través de los vidrios polarizados.
Sin perder tiempo, se teletransportó y sacó al primer rehén tan rápido que los asaltantes apenas notaron una brisa antes de ver desaparecer a su rehén.
Los dos asaltantes se giraron bruscamente, desconcertados.
—¡¿Dónde…?!
Un instante después, el segundo rehén desapareció de sus manos.
Ambos criminales se miraron, sin entender qué demonios estaba pasando.
Entonces, sintieron una presencia detrás de ellos.
Teleportman estaba ahí.
Antes de que pudieran reaccionar, juntó sus cabezas en un golpe rápido y doloroso.
Ambos cayeron al suelo, inconscientes.
Por un momento, hubo silencio.
Hasta que la policía reaccionó.
—¡AL SUELO!
Teleportman levantó las manos con cautela.
—Tranquilos, ¿sí? Soy… soy de los buenos, chicos.
Uno de los oficiales, todavía nervioso, apretó el gatillo.
El disparo de energía impactó directo en la mano derecha de Teleportman.
Carlos sintió el impacto empujando su brazo hacia atrás, sintió mucho dolor que trató de aguantar. Su piel se regeneró de inmediato, dejando solo un agujero en el guante.
El miedo se apoderó de él.
Sin pensarlo dos veces, se teletransportó al edificio más cercano y desapareció en un destello azul.