CAPÍTULO:Entre Sombras y Papel

David se levantó lentamente de la silla, sin decir palabra alguna. Caminó hacia la cocina con paso tranquilo, como si todo fuera parte de una rutina que ya no lo sorprendía. La nevera estaba medio abierta, con una luz fría iluminando el interior. Tomó un vaso y lo llenó con jugo de naranja, el único sabor que le daba algo de normalidad en un día que, por lo demás, parecía estar lleno de cosas extrañas.

Mientras el jugo caía en el vaso, David sacó un pequeño manga de su mochila. La portada mostraba a un grupo de shinobis en una batalla feroz, un reflejo perfecto de la vida que había dejado atrás. En algún punto de su vida, la lectura de esos mangas se había convertido en una forma de escapar, un mundo donde los héroes podían desaparecer en las sombras sin ser cuestionados, sin ser observados.

Se sentó en la mesa, tomando su vaso con una mano mientras con la otra pasaba las páginas del manga con calma. Cada viñeta le hablaba de algo que él conocía bien: el sacrificio, la soledad, la guerra en silencio. Los shinobis en el manga llevaban una vida de secretos, igual que él. Unos lo hacían por honor, otros por deber, pero todos compartían una verdad que David entendía muy bien: el precio de ser un sombra es estar dispuesto a perderse en la oscuridad.

De repente, una imagen de uno de los personajes le llamó la atención. Un shinobi que se recuperaba rápidamente de una herida mortal, regenerándose en cuestión de segundos. La imagen le resultó inquietantemente familiar, casi como un reflejo de lo que él mismo acababa de experimentar.

Su mente no podía dejar de volver al salto que había dado. Esa sensación de caída y luego la explosión del dolor, el golpe que lo desintegró para luego reconstruirse, como si su cuerpo no tuviera límites. La misma regeneración que veía en las páginas del manga.

¿Cuánto más iba a seguir siendo un espectador de su propia vida?

David dejó el manga sobre la mesa y dio un sorbo al jugo. Lo saboreó lentamente, dejando que el frío lo conectara, aunque fuera por un instante, con el mundo real. Pero las sombras en su interior seguían creciendo, y la imagen de Aiko flotaba en su mente, como un eco lejano.